El incierto desenlace del misterioso crimen de la bibliotecaria de Sabadell

XAVIER GUAL BARCELONA / E. LA VOZ

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Santiago Laiglesia, principal sospechoso del crimen, y su abogado.
Santiago Laiglesia, principal sospechoso del crimen, y su abogado. EUROPA PRESS | EUROPAPRESS

Helena Jubany fue secuestrada, drogada y arrojada desde una azotea hace 24 años

08 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque han tenido que pasar 24 años, la Justicia está a punto de desentrañar el oscuro crimen de Helena Jubany, la bibliotecaria de Senmanat (Barcelona), secuestrada, drogada y luego lanzada, desnuda, al vacío por su asesino (o asesinos) desde una azotea en Sabadell. El principal sospechoso, Santiago Laiglesia, exento de cargos por falta de pruebas en el 2005, duerme en la cárcel desde el pasado viernes.

El crimen de Jubany es uno de los casos no resueltos más truculentos de la historia judicial del país, sobreseído en el 2005 y reactivado poco tiempo antes de prescribir el delito gracias a la insistencia de la familia y a las nuevas técnicas forenses, que permitieron detectar restos de ADN del presunto culpable en el jersey de la víctima.

Los hechos se remontan a la madrugada del 2 de diciembre del 2001, cuando agentes de la Policía Nacional hallaron el cuerpo sin vida de una mujer de 27 años en el patio interior de un edificio de la calle Calvet d’Estrella, de Sabadell, alertados por un vecino que escuchó el golpe al caer. La autopsia confirmó más tarde que en el momento de ser arrojada al vacío la víctima se encontraba en estado de semi-coma.

Helena Jubany Lorente era una joven periodista de Mataró que se fue a vivir a Sabadell tras encontrar trabajo como bibliotecaria en la vecina localidad de Senmanat. Allí trabó amistad con un grupo de jóvenes de la Unión Excursionista de Sabadell: Ana Echaguivel y Montserrat Careta; la pareja de esta última, Santiago Laiglesia, abogado criminalista (hoy trabaja como funcionario en la Generalitat); y Xavier Jiménez, amigo íntimo de este. Las primeras pesquisas se centraron en Careta, que residía en la última planta del edificio donde apareció el cadáver, a cuya terraza se podía acceder fácilmente desde su vivienda por unas escaleras.

Los investigadores encontraron en el domicilio de Helena unos misteriosos anónimos, escritos días antes de su muerte, junto a unas bebidas (una horchata y un zumo) adulteradas con benzodiacepinas, un fármaco sedante que luego se encontró también en el cadáver. Los informes grafológicos señalaron primero a Ana Echaguivel y, más tarde, a Xavier Jiménez como sus presuntos autores. Tanto Ana como Xavier ansiaban mantener una relación amorosa con la bibliotecaria, que esta rechazó. Sin embargo, el juez mandó a prisión a Montserrat Careta, que acabó suicidándose en la celda mientras clamaba su inocencia. Más tarde, en el 2005, el caso fue archivado.

Solo la insistencia de los familiares de Jubany y de Careta logró reabrirlo, años después, con el argumento de la larga lista de irregularidades acontecidas durante la investigación.

Al borde de la prescripción, la acusación reclamó nuevas pruebas biológicas que, esta vez sí, incriminaron a Laiglesia, cuyo relato de los hechos estuvo impregnado de incongruencias y contradicciones desde el primer momento. El pasado viernes, tras 24 largos años, la juez que retomó el caso lo envió a prisión sin fianza, después de negarse a responder a sus preguntas y no aclarar por qué su ADN estaba presente en el jersey de la víctima. El juicio es cuestión de días.