Tu alimentación es clave para conciliar el sueño o para pasar la noche contando ovejitas

El sueño es fundamental en nuestras vidas. Dormir fortalece nuestras funciones endocrinas e inmunes, nuestra memoria y la capacidad de aprendizaje; también nos hace más creativos. Pese a ello, hay personas que prefieren dormir menos para conseguir que los días sean más largos o estirar la actividad y otras que no consiguen dormir con facilidad y que tienden al insomnio. Muchos de estos hábitos están inversamente relacionados con lo que comes. Tu alimentación es clave para conciliar el sueño o para pasar la noche contando ovejitas. Dormir poco, ¿engorda o adelgaza? Te damos la respuesta a continuación.

Empezamos por una unanimidad científica: cuantas menos horas de sueño, mayor tendencia a comer alimentos más calóricos. Es decir, que tienes muchas más posibilidades de padecer colesterol, hipertensión o diabetes. Si le restas horas a tu colchón puedes también restarle horas a tu vida. O años, porque es acumulativo. El insomnio, cuando tardamos más de 30 minutos por noche para empezar a dormir, está provocado por el estrés, ansiedad o la depresión, el uso de medicamentos, el abuso de la cafeína, el alcohol y la nicotina, malos hábitos nutricionales o envejecimiento. Pero una buena alimentación puede ser una gran base para poder paliar estos problemas.

Conversión de energía en grasa

Sorpréndete: el número de horas que duermes está inversamente relacionado con lo que comes. La falta de sueño aumenta ciertas sustancias que modulan las señales hambre-saciedad que llegan a nuestro cerebro. Entonces se activa el sistema de recompensa y aumenta la sensación de hambre. Y no alimentos sanos: en ese momento preferimos productos ricos en grasas, azúcares y sal. Si dormimos poco comemos peor y engordamos: se promueve la acumulación de grasa y las alteraciones metabólicas como diabetes, hipertensión o dislipemias. ¿Por qué? Porque la falta de descanso produce ciertas sustancias que actúan mientras dormimos y que afectan a nuestro peso facilitando la conversión de energía en grasa. 

Como conclusión inicial: para combatir todos estos efectos secundarios hay que dormir las horas suficientes con un descanso de calidad. Aunque es cierto que nuestro ritmo de vida y el uso tan frecuente de dispositivos móviles hacen que la calidad del sueño sea cada vez peor. Pero hay algunas medidas que podemos poner en marcha.

¡Come bien!

Cuida tu dieta: Come fruta (al menos tres piezas al día), alimentos vegetales (legumbres, verduras, frutos secos y semillas) y reducir la ingesta de carne procesada y alimentos ultraprocesados. Los alimentos que contribuyen a que durmamos bien son ricos en triptófanos. Entre ellos están algunos tipos de frutos secos como cacahuetes, pistachos o almendras, que aminoran el estrés. También se recomienda el consumo de pescado azul como este excelente plato de salmón, bebidas de soja, carnes como pollo o pavo, o chocolate negro sin leche. O verduras como los espárragos, espinacas, zanahoria, brócoli o coliflor. Prueba esta ensalada. Y cereales como el trigo, maíz. O la chia y la quinoa. Por el contrario, hay una serie de alimentos que hay que evitar antes de irnos a la cama. Comer fréjoles o judías, naranjas o kiwis (vitamina c), carnes rojas, requesón, comidas picantes o verduras como la berenjena, las endibias y cebollas que tienen capacidad diurética. Tampoco es recomendable bebidas estimulantes como el té, el cacao, el café, las colas o el alcohol. Se trata de un depresor del sistema nervioso central pero su consumo produce un sueño interrumpido y poco reparador. Y olvídate también de fumar porque la nicotina activa el cerebro.

Y demás de la dieta, sigue unos hábitos diarios y regulares, lo que llamamos la higiene del sueño. Cena con tiempo suficiente, haz ejercicio diario, que reduce el estrés, aumenta la serenidad, combate el exceso de peso y el impulso de comer alimentos de baja calidad nutricional. Con media hora diaria, el beneficio está asegurado. Y vigila el estrés, un gran causante de insomnio. No te lleves los problemas a la almohada. Aprende a dejar la mente en blanco y practica técnicas de relajación si es necesario. Menos sueño es menos salud. Dormir menos engorda. Y si no consigues dormir, consulta con un especialista, lo agradecerás.