El jefe del Ejecutivo asturiano ha llevado una intensa estrategia en redes sociales que le abre una comunicación sin intermediarios y también le aporta proyección nacional

Tiene más de 24.000 seguidores en Twitter, que no es un número de récord pero tampoco está nada mal y, sin embargo, desde su llegada al Presidencia de Asturias, Adrián Barbón ha hecho de las redes sociales una estrategia intensa, y exitosa, de comunicación personal. Sus publicaciones, en la red social del pajarito o en el muro de Facebook se comparten y comentan de forma desmesurada, sirven también a los medios tradicionales para hacer no pocas piezas de información y también -especialmente durante los momentos de confinamiento en la pandemia- sirvieron a Barbón para establecer un contacto directo con muchos ciudadanos, a los que responde y replica con inusitada frecuencia respecto a políticos a veces demasiado precavidos. Incluso llegó a habilitar una cuenta de correo electrónico para que se le pudieran enviar consultas directas. Barbón, primer presidente de la democracia asturiana nacido después de la Constitución, roza la categoría de «influencer» despertando a veces críticas, y a veces envidias secretas, entre sus adversarios pero también permitiéndole alcanzar una proyección en el ámbito mediático nacional que pocos predecesores habían logrado.

El uso de las redes sociales para la comunicación política directa con los ciudadanos, sin la intermediación de la prensa, se ha convertido en un instrumento valioso para muchos dirigentes. También para los que hacen un uso perverso de ellas. Los asesores de Trump tiemblan cada mañana con las ocurrencias publicadas desde la Casa Blanca al hilo de cualquier noticia sensacionalista de la Fox, a veces con manipulaciones descaradas (Trump ya ha sido marcado en varios de sus mensajes por Twitter con la advertencia de que su contenido incluía información distorsionada), pero pocos niegan que también forma parte de su éxito. «El uso de redes sociales es algo que está al día de la comunicación política, porque facilita la comunicación sin intermediarios y el político puede decir lo que quiere decir a la población», destaca el decano del Colegio de Sociólogos de Asturias, Jacobo Blanco.

En el caso concreto de Barbón, en un contexto de confrontación política en medio de una pandemia, entre ideologías pero también entre territorios que quieren hacer valer sus modelos de gestión, el politólogo Pablo Simón señala que hay tres capas de análisis: «La primera es una cuestión estructural que se liga con el hecho de que Asturias es una comunidad que ahora mismo está en el candelero, está en foco porque es la que mejor gestión tiene y, por lo tanto, genera más atención. Quien está al frente de una región con estas características tiene también más oportunidad de proyección nacional y dentro también de la propia región». Pero hay más, y es que también se cruza «una cuestión de carácter generacional, las personas y políticos que son nativos digitales, los políticos que están acostumbrados a lidiar en redes suelen ser normalmente más cuidadosos en su gestión y eso les permite maximizar la oportunidad que les da el altavoz de la red para interactuar de manera directamente con la gente que les pregunta sobre cuestiones y también para pulsar el ambiente político».

Simón destaca que con el confinamiento gran parte de la población se volcó en las redes «para bien y para mal», lo que abrió el campo a una comunicación directa con los ciudadanos que tiene muchas ventajas para un político. También muchos riesgos. «La clave es que lo sepas gestionar con cuidado, porque es muy típico que los políticos que viven obsesionados con la reputación online terminen cometiendo errores: tweets fuera de contexto, una declaración o un elemento polémico dentro de un hilo que no procede o un enfrentamiento directo que no es bien leído y que polariza mucho el ambiente que te genera lo que se llama una shit storm (una tormenta de mierda)». 

El sociólogo Jacobo Blanco señala que ha habido también una contraposición, interesada a su juicio, de modelos políticos entre territorios, Madrid y Asturias como polos de gestión de la pandemia, en un cuerpo a cuerpo que se busca muchas veces. «Los políticos están intentando construir un relato de gestión de la pandemia, Asturias tiene unos datos positivos, o vemos a decir menos negativos que otras regiones, y esto facilita la creación de ese relato, incluso de un cierto nacionalismo. Pero es un discurso peligroso que puede tener una segunda lectura, o que el tiempo termine por ponerte en tu lugar. Madrid es el pim pam pum de todas las autonomías, cuando igual sus datos no son peores que los de Barcelona o Bilbao. Galicia, con un gobierno de derechas, tiene una buena gestión; el País Vasco, que gasta mucho en sanidad, tiene malos resultados. Las lecturas políticas interesadas no ayudan a la comprensión de los mecanismos de propagación de la epidemia».

En este sentido, sin embargo, Pablo Simón apunta que «cada cual mira su electorado, vamos a ser honestos ¿quiénes quieren Madrid? Los de Madrid, y los de la prensa de Madrid, el madrileñocentrismo que hay en torno a los medios de Madrid ¿quiénes no se llevan bien con Madrid? El resto. Esto te permite es contraponer modelos, está el del PP que lo está gestionando en Madrid, con los problemas que tiene, la falta de rastreo, la poca seriedad en el comportamiento y nosotros que lo estamos haciendo bien, si ustedes vienen aquí sepan que tienen que seguir nuestras reglas, tienen que hacerlo bien, jugando un poco con esa cosa que es tan graciosa de la madrileñofobia ¿no? Que es un poco raro porque es como tener blancofobia en EEUU, es como raro tener fobia a quien está en una posición más fuerte».

Tanto Blanco como Simón destacan que en las redes sociales todo caduca pronto, que entre sectores más jóvenes, Twitter tiene mucho menos predicamento que otras como Instagram o incluso Tik Tok. El sociólogo sostiene además que Twitter llega un grupo reducido de la población y que «paradójicamente, muchas veces nos enteramos de lo que dice, por ejemplo, Adrián Barbón en Twitter pero a través de la prensa, con lo cual volvemos a esquema tradicional de percepción de las noticias». 

Por su parte Pablo Simón resalta que, en el ámbito internacional, «a los líderes más populistas o más anti establishment, lo de la desintermediación les viene que ni pintado, pero también ayuda a algo que igual no podrían hacer en el ecosistema mediático español que es hablar de Asturias con unos medios tan madrileñocéntricos, que parece que todo lo que pasa es en Madrid. Y esa es, hasta cierto punto la condena que tiene el propio PP, da igual que haya problemas en otras autonomías, si todo va mal en Madrid es que el PP es responsable».