El concejo, poco habitado y con una población envejecida, desplegó una intensa estrategia para identificar todos los contagios

La tarde del martes, mientras dos filas, una para los que iban en coche y otra para los que llegaban a pie, aguardaban pacientemente la cola para hacer las pruebas PCR de Ponga (un cribado masivo que se hizo al conjunto de la población del concejo), la alcaldesa Marta Alonso repartía los volantes entre los vecinos para que todo fuera lo más rápido posible y mientras tanto, casi de forma inconsciente iba haciendo un repaso mental de los historiales clínicos de muchos de ellos, a los que conoce de muchos años. «Es por el trato cercano que tienes que ellos, yo la mayor parte del tiempo pensaba 'este ha tenido esto, este tiene esto otro, este madre mía con el tema que tiene'; al final son tu gente, que llevas conociendo de siempre y es un problema importante a nivel emocional más que de trabajo o físico». Y tan es así que Alonso cuenta que después de que concluyera el exhaustivo examen habitante a habitante se sintió «como si me hubiera pasado por encima una apisonadora», por la descarga de tensión.

Y es normal si se mira la historia en retrospectiva. Ponga, un concejo pequeño en la montaña oriental, un paraíso dentro del paraíso, había pasado la primera ola de la pandemia libre del peligro del contagio e, incluso, sus poco más de 500 habitantes censados vieron aumentar su número al final de la primavera por su imagen de territorio saludable. Pero las alarmas saltaron a finales de septiembre con la detección de un positivo en Sobrefoz, algo que disparó una movilización sin precedentes en la comarca y que terminó con una declaración de alerta naranja que todavía sigue vigente.

¿Cuál fue el origen? «No lo sabemos, yo misma puedo viajar a Oviedo por reuniones, y puedo cogerlo en una cafetería. Nosotros no estamos encerrados en Ponga, la gente tiene visitas familiares, gestiones que hacer, salvo las del ayuntamiento todas las hacemos en Cangas de Onís o en Oviedo, al final la gente se mueve, no tenemos comercio en el concejo, tienes que bajar a Cangas, a Arriondas a Oviedo», explicó la alcaldesa. Con todo, la confirmación del contagio hizo aumentar la alarma, la incidencia podría dispararse por la poca población del concejo pero, sobre todo, los nervios y la preocupación crecían por ser un lugar con alto envejecimiento por lo que la situación era de mucha vulnerabilidad. 

El personal municipal se hizo pruebas y se puso en cuarentena; a los pocos días los resultados de los test a los contactos estrechos confirmaron nuevos contagios en el mismo Sobrefoz y de distintas familias, con una característica, la de casos asintomáticos, ahondó en la tensión porque podrían ser personas que no notan ninguna dolencia las que podrían propagar los contagios. «La propia vida en los pueblos hace que prácticamente todos tengamos relación con todos», destacó Alonso.

Fue por eso que el ayuntamiento optó por adoptar medidas drásticas. Dentro de las competencias municipales todas las posibles, la alerta naranja del Principado posibilitó limitar reuniones y eventos; desde Educación se decretó el cierre de la escuela durante diez días. Por una cuestión de logística y organización se decidió dividir el concejo en dos partes, entre los ríos Ponga y Sella, las localidades de Beleño, Abiegos, o los pueblos de Los Beyos, Viboli, Casielles. Un poco más al norte, otra parte con Taranes, Tanda, Carangas, Sellañu, Priesca, Ambigüe o Cazu.

El mismo lunes en que se decretó la alerta naranja, el personal del ayuntamiento desplegó un trabajo maratoniano para actualizar su censo y confirmar la realidad de quiénes se encontraban realmente en el concejo. «No sólo se trata de las personas que estén empadronadas, ahora hay gente que, por el covid, por el buen tiempo está en el concejo y que están alargando su estancia en el municipio, personas que sin estar censadas están en Ponga todo el verano y se han quedado. Así que fue un llamamiento casa a casa, puerta a puerta, para tener un censo lo más fiel posible a la población y hacer el cribado de la manera más exhaustiva».

A día siguiente hubo quien tomó el coche para acercarse al dispositivo de cinco personas, personal de enfermería del área sanitaria, que haría los test, pero hubo otros, gente de Sellañu o Beleño que fueron andando. La división de la zona alta funcionó con agilidad y rapidez, en la otra hubo más problemas por la cobertura de los volantes, que no llegaban y algunos tuvieron que traerse en taxi desde Arriondas. «Gente que se quedó horas, tres y cuatro horas, para hacerse la prueba porque faltaba el volante y estuvieron pacientemente esperando sin una mala palabra ni increpar nada, al contrario, hubo gente que nos invitaba a comer, que nos preguntaban si necesitábamos bebida porque estuvimos toda la mañana sin parar», señaló la alcaldesa.

Por esa prueba pasaron desde bebés con meses de vida a personas con cien años ya cumplidos y, según la regidora, la solidaridad fue la que más brilló en unas jornadas agotadoras. Con alguna excepción. «Así como los panaderos estuvieron al pie del cañón subiendo todos los días, los camiones de comida subieron con su horario normal para que la gente no estuviera desprovista; igual que hay gente muy generosa que se ha ofrecido a venir y hacer lo que hiciera falta, gente que me ha escrito para limpiar o desinfectar calles; pero también hay servicios, que en muchos casos viven del concejo de Ponga en las épocas de invierno porque hay mucha menos población en la zona,y se han negado a hacer suministros en el municipio», explicó con un tono agridulce la alcaldesa.

También destacó que cinco ayuntamientos se ofrecieron al concejo para apoyarlo con recursos si fuera necesario, y Alonso apeló en este sentido a que otros alcaldes consideren que «de esto no está libre nadie, y hay que tomar cuenta de los medios que tienes, de los económicos y los estructurales».

Este viernes se realizará un segundo cribado masivo en Sobrefoz, el mayor foco de contagios del pequeño concejo entre las montañas del oriente. Tomada la tasa de morbilidad de las últimas dos semanas los números asustan porque por su pequeña población se dispara por encima de los 1.500. Pero lo cierto es que ahora la alcaldesa está más tranquila y espera buenas noticias en los próximos días. Después de que lleguen los resultados de los PCR que se tomen hoy de nuevo «ya tendremos datos reales pero creemos que el foco está muy controlado ya. Y era lo que nos interesaba evitar contagios a personas que fueran vulnerables».