Las últimas semanas han abierto interrogantes, si bien de momento no levantan graves obstáculos, sobre una recuperación que se daba por segura

El próximo año planteará más preguntas que respuestas en materia económica, a la vista de la evolución de la pandemia en las últimas semanas de 2021. Porque la incertidumbre nunca es buena para la evolución de la economía. Cuando creíamos que 2022 sería el año del despegue, nos encontramos ante un rebrote de la pandemia que, si bien de momento no ha sido la causa de nuevas restricciones, ensombrece algo el horizonte, no solo en España, sino en el ámbito global.

El colosal motor de los fondos europeos Next Generation podría ser la pasarela hacia el siguiente año sin caer en la depresión, aunque todo tiene un coste: la deuda y la dependencia de la Unión crecerán. Para Asturias será una gran oportunidad que se podría materializar en un enorme impulso a la construcción, si las administraciones son capaces de absorber la idea y captar los fondos.

El inicio de una actividad rehabilitadora de inmuebles para alcanzar una mayor eficiencia energética es una de las claves. Supondría tanto la generación de empleo como un importante ahorro de energía, precisamente uno de los puntos débiles de la máquina productiva asturiana.

Además de las obvias razones de ecología y sostenibilidad, El alto precio de los combustibles fósiles no parece dejar otra salida que el ahorro en el consumo, por un lado, y el desarrollo en instalaciones de generación de renovables, por otro. El mercado de los coches eléctricos crecerá en 2022 y también necesitará una potente inversión en cuanto a puntos de recarga, que ahora son casi testimoniales.

Empleo

El peso del sector servicios es cada vez mayor en Asturias y eso no parece que vaya a cambiar a corto plazo aunque, según el decano del colegio de Economistas de Asturias, Abel Fernández, la región debería tender a fortalecer los otros dos sectores gracias a su gran potencial del know how. 

Por un lado, la industria pesada (salvo Arcelor) lleva años en un lento declive, mientras que el sector primario lucha por salir adelante quizá más por la excelencia que por la intensividad. En cuanto al comercio, la eclosión de los medios online ha trastocado todos los medidores tradicionales, puesto que el espacio de trabajo se globaliza: tanto las ventas como las compras traspasan muy rápidamente las fronteras de la comunidad, lo que plantea tantos beneficios como retos. De momento, en casos concretos como la instalación de Amazon en Asturias, recogeremos algún fruto en forma de empleo, aunque está por ver qué ocurrirá con el comercio tradicional.

Los servicios también afrontan la transformación digital. Casi dos años de pandemia han acelerado el teletrabajo, que en un buen porcentaje parece haber llegado para quedarse. El concepto de fichar se ha quedado muy antiguo: los empresarios tendrán que empezar a medir la productividad por objetivos más que por minutos, lo que también acarrea ventajas y perjuicios para el trabajador: los convenios se distorsionan, la jornada laboral puede alargarse en exceso y los espacios público-privado se diluyen, lo que, a largo plazo, si no establecen bien los límites, desembocará en fatiga del empleado (y en consecuencia, en descenso productivo).

Por el lado positivo, los empleados pueden organizar mejor su tiempo, conciliar y evitarse engorrosas y caras pérdidas de tiempo en desplazamientos. Los numerosos autónomos que tengan posibilidad de teletrabajar también encontrarán un mercado más amplio y más cómodo sin tener que desplazarse, con la oficina en casa.

El fantasma del confinamiento

Junto con el comercio, el sector turístico y hostelero, que no es pequeño en Asturias, es nuevamente el que más podría sufrir -desde el punto de vista económico- si la evolución de la pandemia no es la deseada. Los viajes dentro y fuera de la comunidad y los contactos sociales a los que tan acostumbrados estamos parecen tener una influencia directa en el aumento de la transmisión, o al menos eso dicen desde las Administraciones. Lo cierto es que también existen contagios en las fábricas, las oficinas y los centros educativos, pero nadie parece haber prestado atención a los porcentajes que genera cada sector.

Buena parte de las ayudas económicas, que durante 2020 y 2021 se destinaron a pagar los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) tendrán que ir dirigidas a evitar el cierre o la quiebra de miles de pequeños negocios, bares, restaurantes y hoteles. Por su idiosincrasia, este tejido económico es muy abigarrado, con numerosas pymes y cientos de miles de autónomos.

¿Más carreteras?

La sostenibilidad y la transición verde harán (en algún momento) que los poderes políticos se planteen qué tipo de infraestructuras, qué tipo de transporte tanto para personas como para mercancías queremos desarrollar en Asturias. Quedan pendientes importantes proyectos en marcha como la llegada del AVE a través de la variante de Pajares o la autovía del suroccidente.

No obstante, potenciar el transporte público (estaciones intermodales, cercanías…) tanto como la red de telecomunicaciones podrían ser las verdaderas piedras angulares del desarrollo. La inversión en tecnologías de conectividad parece ser una apuesta segura, si se acuerdan de hacerla.

El sistema de logística debería ser robusto y moderno. Si bien nunca dejará de ser necesario llevar de un lado a otro las mercancías físicas, tal vez vayamos hacia un modelo en el que se mejore lo que ya tenemos para hacerlo más eficiente y barato, tanto de mantener como de utilizar, en lugar de crecer indefinidamente hacia una red sobredimensionada, cara e ineficiente. Sostenibilidad es la palabra clave.