El peligro de la rutina estival

OPINIÓN

04 sep 2016 . Actualizado a las 09:13 h.

La rutina es la peor enemiga de la vida en pareja. Es ley de vida, y tan solo se trata de ir sustituyendo la pasión de los primeros meses por otras cosas no menos importantes, como es el respeto, la amistad, la tolerancia y el cariño a los hijos. Evidentemente cuando las cosas van bien, pues en caso contrario todos los que lo han sufrido aseguran que debe asemejarse a hospedarse en el infierno. En septiembre, tras un verano donde la convivencia entre las parejas es total, se rompen más matrimonios que en ningún otro mes del año, seguido muy de cerca por enero, en donde las fiestas navideñas también hacen sus estragos. Y es que coincidirán conmigo que con la vida que llevamos, en donde se afronta el día a día a velocidades de vértigo, es casi imposible andar a la gresca con la pareja en, pongamos por caso, marzo. Muchos cónyuges apenas se ven más de media hora al día, y para eso en un estado de agotamiento total. Esta circunstancia provoca un distanciamiento que, a costa de reiterado, se convierte en la citada rutina que se hace insoportable cuando tienes que estar aguantando las veinticuatro horas a un señor o una señora a quien en su día se quiso mucho, pero que ahora su sola presencia te incordia. Ya no digamos si el bolsillo anda escaso de recursos. En ese supuesto el problema se multiplica por diez, pues las penas con dinero, y no por crudo debemos dejar de reconocerlo, menos penas son. Decía Ortega que «el enamoramiento es un estado de enajenación mental transitorio que conduce a la imbecilidad». Discrepo modestamente con el padre del raciovitalismo. A la imbecilidad, no necesariamente. Al odio desmesurado, en demasiadas ocasiones.

Ignacio Bermúdez de Castro es abogado.