Angela Merkel y el rescate de Europa

OPINIÓN

19 nov 2016 . Actualizado a las 10:15 h.

En el marco lamentable de la nueva política, definida por su insoportable levedad, por su acento chabacano y por su bizantinismo discursivo, los españoles hemos llegado a creer que Angela Merkel era la coronela del liberalismo depredador, la que convertía a la UE en el huerto de Alemania, y la que impedía que algunos genios como Tsipras, Iglesias y Berlusconi salvasen a la gente de la miseria de la crisis. Yo, claro está, no milité en ese pelotón, ni tuve ningún empacho en identificar a la canciller de Alemania como la única líder de dimensión europea, y como el personaje político más espléndido y admirable del mundo, por delante incluso del mediático Obama. Por eso hablaba de ella -¡bien, por supuesto!- todas las semanas, y por eso puse en ella todas las esperanzas de evitar que la UE, que había emprendido bajo las consignas de Sarkozy y de Blair una política de «sálvese quien pueda», se acabase despeñando en los acantilados del nacionalismo.

Después vino lo nuestro, con el desnorte político y económico convertido en populismo, y con el PSOE encarnado en un esperpéntico jinete del apocalipsis dispuesto a asfixiar al país en un lodazal de inanidad, egoísmo y estupidez. Y por eso llevamos más de un año hablando de podemitas, independentistas, nación de naciones llenas de taifas y cantones, alianzas de perdedores y bloqueos de ganadores. Y, en medio de tanta locura, dejamos de hablar de todo lo que era importante, mientras entronizábamos las chorradas en las portadas de los diarios y noticiarios. Y entre esas cosas de las que dejamos de hablar estaba Merkel, a la que un enfoque admirable y comprometido de la cuestión de los refugiados, en medio de la miseria política mundial, le produjo un coste elevadísimo que alcanzó a su propio país.

Dado que las desgracias nunca vienen solas, el último año de Europa nos hizo pasar por el terror de Bruselas y París, por la conversión de Tsipras del populismo de izquierdas al liberalismo del BCE, por el brexit, por los refugiados, por el caos europeo ante los conflictos de Siria y Ucrania, por el auge de los populismos menores y mayores, y por la caída de los Estados Unidos bajo las gadoupas de Trump. Hasta que una larga serie de políticos, analistas, líderes sociales y gente adoecida por diversos motivos, nos hemos dado cuenta -no sé si tarde- de que estábamos caminando sin guía, de que solo una mujer da la talla de líder mundial y europeo, y de que, si Merkel no es capaz de reponerse y tomar de nuevo las riendas de la Unión Europea, corremos el riesgo de una gran catástrofe -social y democrática- irreversible.

Estos días tengo la sensación de que Merkel está de vuelta, y de que el miedo al trumpismo galopante exige de ella un nuevo compromiso. Y me alegro mucho. Porque si esta mujer se desdibujase en la crisis de la UE, nadie podría suplirla.