Otro réquiem por los sindicatos

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 dic 2016 . Actualizado a las 08:44 h.

Este domingo los grandes sindicatos españoles inauguraron con gran éxito lo que ellos llamaron temporada de movilización. La inauguraron con tal éxito, que se puede decir que a la primera manifestación de la temporada de protestas acudieron los miembros de sus ejecutivas y pocos más: según la Delegación del Gobierno en Madrid, unas 4.000 personas. Según los propios organizadores, 30.000. Con cualquiera de las dos cifras, la expresión entusiasmo obrero se queda corta. Parece más justo hablar de un auténtico desparrame popular. ¿Cómo estaba la plaza? «Abarrotá», respondería el famoso dúo humorístico, en este caso formado por Álvarez y Toxo, secretarios generales de UGT y Comisiones. Y también la vieron abarrotá los líderes de Podemos e Izquierda Unida, que comparecían ante las cámaras a participar del desparrame y decir no sé qué de la defensa de los derechos básicos pisoteados.

Dios nos dé mejores defensores de los derechos sociales que todos estos señores. Miren que hay motivos para sacar gente a la calle: salarios clamorosamente bajos frente a las exhibiciones de los ejecutivos de empresas del Ibex; contratos que dejan en un eufemismo la palabra basura; recuperación de la economía que no llega a las capas populares; clases medias a las que no se retira el castigo de la crisis; porcentajes indecentes de familias en el umbral de la pobreza, cuando no en la exclusión social, según todos los datos, incluidos los oficiales. ¿Y solo se consigue reunir a un máximo de 30.000 personas (yo creo más los 4.000 de la Delegación del Gobierno) para demandar un poco más de justicia?

Pues así ha sido, señores. Si esa es toda la fuerza y toda la capacidad de convocatoria de los sindicatos, tendrán que ir pensando en cerrar la tienda porque han hecho una demostración de inutilidad de sus acciones reivindicativas. Si ese es todo su poderío para doblegar al Gobierno y a la patronal en su demanda de trabajo decente, mejoras salariales y pensiones dignas, los ministros y los empresarios pueden dormir tranquilos porque no se verá alterada la paz social. Y si a su denodado esfuerzo se unieron esos líderes llamados Pablo Iglesias y Alberto Garzón, que convocaron a más cámaras de televisión que a manifestantes, mejor que se dediquen a su actividad parlamentaria que a la agitación de la calle.

¡Qué pena y qué lección! La pena la produce el ver cómo han perdido fuerza unas instituciones fundamentales para el sistema. La lección es que han desaprovechado una oportunidad de oro de negociar un auténtico pacto social con el Gobierno y los empresarios, y los perdió la soberbia. Ahora, cuando intenten volver, lo harán en condiciones de debilidad. Por no poder, ya no pueden ni amenazar.