Los imprescindibles

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

06 ene 2017 . Actualizado a las 10:48 h.

«La poesía es imprescindible, pero no sé para qué», decía Jean Cocteau. Con una duda parecida andan también los de Podemos, cuyo debate interno ha desembocado en la discusión más tonta: decidir si es más imprescindible Pablo Iglesias que Íñigo Errejón y viceversa. Creo que fue Carolina Bescansa quien abrió ese debate, pronunciándose claramente por Iglesias como imprescindible. Al programa de televisión Al rojo vivo le dio mucho juego estos días navideños y su presentadora ocasional, Cristina Pardo, preguntó por tan profundo asunto a todo podemita y confluyente que se puso delante de sus cámaras, desde Jorge Verstrynge al alcalde de Valencia, pasando por Rita Maestre, que lo mismo es portavoz del Ayuntamiento de Madrid que analista del caso Trillo.

Debo decir que la cuestión filosofal todavía no arroja un balance suficientemente claro. Iglesias es imprescindible, pero Errejón no lo es menos. El más sincero fue el alcalde de Valencia que respondió: «Pues no le sabría contestar a esa pregunta». Y es que ya lo escribimos el otro día: eso es como preguntar a los niños si quieren más a papá o a mamá. Papá quizá sea Pablo, que es el macho de la casa, y en tiempos de hostilidades la defiende a base de meter miedo a los que merodean su huerta. Mamá podría ser Íñigo, que no es que sonría mucho, pero es más componedor y más partidario de la delicadeza que del susto. Hasta ahora, como no había problemas en la pareja, los niños los querían igual e iban del abrazo de papá al regazo de mamá, y todos tan felices. Se daban picos, hablaban de amor y ponían en las redes escritos tan dulces y melifluos que parecían sacados de alguna novela de Corín Tellado.

Ahora, ya digo, acaban de entrar en el capítulo de Los imprescindibles, que parece el título de una serie americana de televisión de los años setenta. Mal asunto. Mal asunto, porque Podemos había ganado justa fama de ser imprescindible por sí mismo para todas las gentes que no tienen quien represente su maltrato, su infortunio o su cabreo. Mal asunto, porque Podemos se adentra todavía más en el terreno del personalismo, que es la enfermedad de la vieja política española a la que tratan de combatir. Y mal asunto, porque el capítulo siguiente suele ser el debate de quién es más prescindible. Y ahí sí que no caben empates, porque quien se ve señalado con esa calificación tratará de salvarse o de derribar al competidor. Así ocurrió alguna vez en todos los partidos, en todos los imperios, en todas las naciones que se rompen y en todas las familias que luchan por una herencia. Cúidese, Errejón, de este debate: al que alcanza la categoría de prescindible no lo salvan ni los Reyes Magos. Cae por la ley de la gravedad.