Yo no sé lo que recordaré. Lo que sí sé es que hay que afrontar la realidad y no ser cobarde, no dejarse traicionar por los sentimientos o las medias verdades.
Las medias verdades ¡Qué ironía! Una verdad que no es verdad, que es media. Qué cosa. Es como decir: medio comer, medio dormir, medio pensar.
Es decir, no es nada.
Las cosas a medias, no son nada. Es la realidad en plasma, el sol en pintura, el licor en una copa de cristal vacía.
«Esto es lo único que recordarás». Y, qué es lo que recordaré, si no me dijeron nada. Si tenía los ojos cerrados cuando me proyectaron aquel esquema.
Si mi memoria estaba en otra parte cuando me contaron esa historia. Si yo no quería escuchar aquello que me resultaba insultante. Si todos estabais de pie: alegres, felices, exultantes y, yo sólo, con mi dolor sin poderlo compartir con nadie.
«Esto es lo que recordarás», escrito está en un lateral liso y raso del cubo rojo y cerrado por todas partes menos por una de los seis cuadrados del cubo que nos dieron como regalo.
Me fijé en su aspecto anodino por su insultante perfección geométrica. Eso me irritaba y chirriaba en mi imaginación: a qué me ponían delante de mis narices un volumen sin mensaje y, a la vez, con una frase breve, lacónica, imperceptible y con esta frase lapidaria: «Esto es lo único que recordarás».
Vaya jugada más perfecta. Los señores serios, conspicuos desde su despacho de resplandecientes mesas de altos ejecutivos y lámparas opacas de imaginación, se les había ocurrido tomarnos el pelo: «Tienen ustedes jóvenes-adolescentes de 14 años procedentes de todas las regiones de España…Tienen dos horas para Bla, Bla, Bla… para con su pluma y estos folios en blanco, sacar los colores a la señorita de estiradas letras: «Esto es lo único que recordarás». Qué piernas más largas, qué escultórica figura, qué labios de carmín, qué ojos de morena.