Cataluña. De cabras, cabrones, perros y perras

OPINIÓN

02 oct 2017 . Actualizado a las 07:15 h.

 la hora en la que estoy escribiendo esta columna, al final de la tarde de hoy domingo (ayer para el lector), lo que está sucediendo en Cataluña es el primer brochazo negruzco del que hablé en el artículo Cataluña. Hoy no es el día. Brevemente: el mayor Trapero y toda la oficialidad de los Mossos es el Estado Mayor del sublevado Gobierno y Parlamento (menos de la mitad de los diputados) catalanes. Puigdemont es un delincuente de una peligrosidad extrema, que hoy mismo debe ser detenido, junto al resto de conspiradores. Un indeseable e innúmero de mossos no está cumpliendo con las órdenes de una juez y, lo más grave, se enfrentan a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, como adelanté ayer que ocurriría. Solo resta que saquen las armas.

La cúpula paramilitar de los mossos y los agentes que han sido identificados, también deben ser detenidos. No se hará porque estallaría una guerra civil. Pero sí se les puede suspender de sus funciones y, luego, a-justiciarles (que sean juzgados). Se hicieron fatalmente mal las cosas desde Felipe González a Rajoy. Las dos más sangrantes se entrecruzaron ayer. Una, dejar la educación en manos de la Generalitat, que laminó el castellano, incumpliendo varias órdenes del Tribunal Constitucional, e «islamizó» a los críos, hoy jóvenes y adultos talibanes (París no lo consistió con sus vascos y catalanes). Dos, permitir la creación de una policía autónoma (pronto entrará en acción la vasca, y su PNV, y su Bildu, y su Sortu, que, agazapados como alimañas, esperan acontecimientos de sus «hermanos» del nordeste para saltar sobre la yugular del Estado), que es la culpable de las batallas campales del día de autos, de sus heridos y de que la radicalización se extienda como la pólvora. Cataluña es un polvorín y la potencia del estadillo es impredecible, incluida la intervención del Ejército, intervención de la que vengo avisando desde hace más de una semana.

Porque, aparte de la deriva última a la que puedan llegar los mossos, que cuentan con el apoyo de las pollas-manguera de los bomberos que, en vez de agua, escupen fuego, es prioritario desactivar a las muchedumbres que deliran por la machacona propaganda el monstruoso aparato mediático catalanista. Aquí tienen en sus manos el Gobierno de la nación y los jueces una solución, que es: detención de los políticos del terror (añadir a Ada Colau, una víbora en los matorrales) y cerrar las bocas de los maledicentes subperiodistas de la ponzoña de TV3, Cataluña Radio, diarios «afortunados» y decenas de plataformas telemáticas. Porque cada rebaño de cabras está bajo el control de un cabrón y su perro, o su perra ?masculino y femenino, para que nadie se sienta discriminado, que hay que sintonizar con la imbecilidad de los tiempos--.

Un apunte más, que es fundamental. El buque catalanista no navega solo. El motor está en la sala de máquinas, y en ella el paso solo está reservado para la CUP. Estos, y su visibilidad Ana Gabriel, son los que imprimen la velocidad en nudos. Son los pseudo etarras de hoy, a un paso de arrojar el pseudo en cualquier papelera próxima a un cuartel de la policía de «ocupación» envolviendo Goma-2.

(No he hecho referencia a la «consulta» soberanista porque los pucherazos electorales de los países del inframundo son más «dignos». Tampoco se la hice a Bartolomeu --«que el mundo vea cómo sufrimos en Cataluña»-, Piqué, Xavi, Pujol o Guardiola; ellos, como Carmen Forcadell y todos los cleptómanos separatistas, saldrán airosos de la contienda, porque tienen lo que hay que tener: la pasta, muy al contrario que la multitud de desharrapados obedientes a sus ladridos, cuyo devenir será más pobreza y desesperación, lacras que se cebarán asimismo, y como «donación» catalana, en toda la población española en situación de carencia, sin que puedan huir los asturianos anhelantes de ser cabras o cabrones, perros o perras).