«The Wall» in Catalonia

OPINIÓN

14 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El álbum «The Wall» de Pink Floyd es un canto bellísimo en sí, pero su letra desgarra. Es un desgarro del humanismo más potente que, en cada época y en cada lugar, se cuidó de cultivar y transmitir a los impúberes. Fue una titánica tarea para que, justamente, la idea del humanismo sublime no fuera ajena al futuro, para que las personas no dejaran de ser personas. Sin embargo, el gigantismo de Sócrates (y solo lo cito a modo de referente, pues hay miles) ha sido vano. Y, también, la rebelión de los alumnos en «The Wall» es una banalidad si la presentamos al lado de los educadores y padres de Catalonia.

De saber los niños de la Cataluña antipersonas, una suerte de tierra sembrada de minas antipersonas, el daño ético que les están haciendo sus profesores con sus proclamas nacionalterroristas, sacarían las tijeras de los estuches y se las clavarían en las gargantas para que dejaran de vomitar abominaciones. De saber los niños de esa Cataluña de genes superiores lo que sus procreadores les hacen gritar a los de los genes defectuosos («¡hijos de puta!»), sacarían los cuchillos de los cajones de las cocinas y cortarían los cojones de sus padres y arrancarían los úteros de sus madres para que no crearan más monstruos.