06 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada me resulta más pesado como comer fuera de casa -cenar me gusta- máxime cuando a la tarde, después del café y el chupito, incluso un purín, si la sobremesa continúa en una terraza soleada y si después de todo ello me espera una tarde con responsabilidades que asumir. No recuerdo que nunca haya aguantado una sobremesa hasta las diez de la noche -manda bemoles- salvo que alguna tentadora partida de mus, eso sí con amigos, nos haga matar el tiempo; por cierto en España es el único sitio en el mundo que se mata el tiempo, como si el tiempo mereciera la suerte de ser ejecutado. Pues ya ven como son las cosas, Mariano Rajoy, constante encarnación de la Institución de la Presidencia del Gobierno, así lo ha hecho sin deparar en la responsabilidad que, como mínimo, le exige mantener el máximo respeto  hacia la Institución del Parlamento Español, representación última de la Soberanía Popular, aunque ello suponga tener que soportar que estén haciendo de  él mangas y capirotes.

¿Qué ha hecho toda la tarde y parte de la noche en ese restaurante en pleno centro de Madrid mientras en Las Cortes se discutía la moción de censura que, en fin, lo descabalgaría de la Presidencia del Gobierno? Yo creo que ha estado jugando una pesada y tediosa partida de mus, porque, aunque me gusta ese juego de naipes, jugar con Rajoy debe de ser una lata total. Lo imagino Jugando al tran tran, sin arriesgar, con descartes constantes, sin echar un solo órdago, sin mandar un sola seña al compañero, al puro estilo Rajoy, aguantando a la espera de uno duples altos, la bonita o  una real si fuera el postre. Claro, así duras un rato, pero, al final, pierdes.