Así se escribió la primera R en Asturias

Elena Plaza

ASTURIAS CON R

Los primeros contenedores de reciclaje de Asturias
Los primeros contenedores de reciclaje de Asturias

Los primeros contenedores de reciclaje se instalaron hace 30 años. Un trabajador ya jubilado recuerda aquellos días

10 oct 2018 . Actualizado a las 11:04 h.

Muy pocas personas recordarán que en los comienzos del reciclaje existían dos contenedores para el vidrio: el blanco y el verde. De hecho los contenedores de vidrio fueron de los primeros en instalarse, junto con el papel y cartón casi paralelamente. Hablamos de 1988, cuando la conciencia del reciclaje era incipiente. Mucho han cambiado las cosas en estos 30 años, en los que el sector se ha ido profesionalizando, creándose una economía a su alrededor a la vez que aumentaba el sentido del civismo ambiental de la población.

Manolo Belinchón es uno de los trabajadores que vivió aquellos años en primera persona. Entró a trabajar en el Consorcio para la Gestión de los Residuos Sólidos de Asturias (Cogersa) en 1984 como conductor para acabar como responsable de taller. Y allí se jubiló en 2009. Recuerda aquellos primeros momentos un tanto artesanales, donde la voluntad en hacer funcionar el servicio primaba frente a la especialización y a la tecnología que imperan hoy en día en todo un sector económico relacionado con el reciclaje y la sostenibilidad.

Seguro que también hay quien recuerda cuando se devolvían las botellas de gaseosa de La Casera o La Panera en la tienda. En 1988 Cogersa lanzó una campaña piloto en determinadas zonas de Avilés y Lena para recoger el vidrio, blanco y verde por separado. La respuesta fue positiva. De hecho, recuerda Santiago Fernández, gerente del Consorcio, que «la población avilesina estaba muy concienciada por la contaminación de la entonces Ensidesa, y existía lo que se conocía como el cinturón verde de Valliniello». Es más, «el ayuntamiento avilesino fue el primero de Asturias en contar con un servicio de medio ambiente», comenta.

El sistema

Belinchón era por aquel entonces el encargado, junto con un compañero, de hacer la recogida del vidrio, aproximadamente una vez al mes. El sistema requería de dos operarios, recuerda, «uno se subía al camión y otro, desde abajo. Había que enganchar un cable a una argolla para después soltarlo y enganchar otro para abrir el contenedor. Hoy en día el sistema es más fácil y vale con un operario solo». Relata que aquellos primeros contenedores tenían un sistema de cable, que se ha cambiado y perfeccionado, que a veces se acababa oxidando por las inclemencias del tiempo y de los líquidos que quedaban en las botellas. El sistema de prueba y error que usan siempre los pioneros suele traer sobresaltos: «Menudo susto una vez que rompió el cable y nos cayó encima de un coche»; por eso relata que llevaban siempre un cable de repuesto en el camión, puesto que tenían que hacer las reparaciones in situ.

Una vez hecha la recogida lo llevaban a una empresa de Gijón que hacía de intermediaria, ya que era la que vendía el vidrio reciclado a Vidrieras Leonesas que, como sucede ahora, lo empleaban para fabricar nuevas botellas y tarros. Más tarde este modelo también cambió: en los 90 surgieron los primeros sistemas integrados de gestión de papel y cartón, Ecoembes, y de vidrio, Ecovidrio, que comenzó a funcionar en Asturias en 1998. Los envases (latas, botellas de plástico…) comenzaron a recogerse por ley en 1997.

En aquellos primeros años de recogida de vidrio, cuenta Belinchón, basculaban el camión realizando un pesaje final. Actualmente el sistema informático combina el pesaje automático y el geoposicionamiento, lo que permite conocer cuántos residuos se recogen en cada vaciado de contenedor y en cada ruta del camión. Estos datos son analizados para determinar el aumento de la frecuencia de recogida o cómo implantar nuevos contenedores. Los ayuntamientos, que son los que tienen la competencia de gestión del espacio urbano, son los que deciden si colocar más contenedores, teniendo en cuenta también factores como la densidad de población o la existencia de establecimientos hosteleros o comercios en el entorno. Los técnicos del servicio de reciclaje de Cogersa les acompañan en estas decisiones no exentas de polémica entre los vecinos pues suponen en ocasiones optar por eliminar plazas de aparcamiento, o alterar momentáneamente las condiciones del tráfico de la vía cuando pasa el camión, además de algunos ruidos.

También servía mucho en aquellos inicios observar lo que hacían los demás, sobre todo Navarra y Cataluña, que eran, y son, las comunidades autónomas más avanzadas en estos temas, explica Santiago Fernández. «Hoy en día el País Vasco también es un referente».

Llamadas telefónicas o correos

El gerente, que lleva desde 1985 al frente de Cogersa, explica que estos avances profesionalizados y la informática permiten gestionar el sistema de reciclaje con criterios de eficiencia económica y ambiental, procurando «que los contenedores no rebosen pero también de no producir más impacto con viajes en balde, a la vez que reducir el consumo de combustible». Por eso Cogersa también agradece a la población las llamadas telefónicas o correos electrónicos cuando los contenedores están llenos.

Progresivamente la implantación de contenedores de colores fue cubriendo el resto del mapa de Asturias pasando de 614 en 1998 hasta contar con 4.399 de vidrio en agosto de 2018, es decir, que corresponde un contenedor por cada 192 habitantes, frente a los 500 habitantes máximo que marca la ley. Fernández asegura que «aún hoy sigo recibiendo peticiones para colocarlos en lugares donde nunca hubo. Es la propia población la que los demanda». De hecho Cogersa instala contenedores de reciclaje en muchos pueblos y aldeas alejados donde el servicio no es rentable, si se tiene en cuenta el escaso material que se puede recoger, «pero somos una empresa pública y los recursos económicos de los concejos grandes compensan a los pequeños, es un interés social».

Si diez años después de la llegada del reciclaje de vidrio, en 1998, cada asturiana y asturiano reciclaba el equivalente anual a 6 envases de vidrio, en 2018 hablamos de 58 envases. Eso sí, los contenedores blancos quedaron como recuerdo para la historia, pasando a recogerse todo en el verde.