«Si me echan de mi casa tengo que deshacer una vida»

Noelia Rodríguez AVILÉS

AVILÉS

Carmen Méndez es una de las viudas a las que la Cofradía de Pescadores de Avilés pretende rescindir el alquiler tras 40 años en El Nodo

05 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Carmen Méndez llegó a Avilés en 1972, cuando ya tenía dos hijas y su marido llevaba años trabajando en la mar. La Cofradía de Pescadores Virgen de las Mareas le dio una vivienda en el barrio de El Nodo y cuatro años más tarde cambió a otra. Desde entonces, y de eso hace más de 40 años, ha vivido siempre en esa casa. «Arreglé la luz, la pinté, le puse los grifos...» explica y añade que hace poco tuvo que cambiar las escaleras que muestra orgullosa. 14 escalones que tiene que subir y bajar todos los días a pesar de sus problemas de movilidad. Ha sido su casa durante 40 años y pretende que así siga siendo, a pesar de que desde la Cofradía, propietaria de los inmuebles, le han instado a rescindir el contrato de alquiler y firmar uno nuevo que, entiende, será menos beneficioso para ella. Ya ha recibido tres demandas de conciliación y se imagina que de no atenerse le plantearán una demanda de desahucio, como ya han hecho con otros dos vecinos del barrio -uno jubilado y otro pescador en activo. «¿Dónde llevo lo que tengo, si me echan de mi casa tengo que deshacer una vida», se lamenta a sus 87 años.

El barrio de El Nodo acogió durante décadas a los pescadores de la Cofradía Virgen de las Mareas y a sus familias, muchas de las cuales aún permanecen allí, lo que hace que se trate de una zona fuertemente envejecida, donde las viudas y los jubilados de la mar son mayoría. Así, no es de extrañar que esas personas se encuentren entre las 30 que el pasado mes de abril recibieron un burofax en que se les indicaba que su contrato de alquiler finalizaría el 31 de mayo o el 30 de junio. A los del primer grupo ya no se les ha pasado el recibo correspondiente al último mes, al entender que para entonces ya debían haber abandonado la vivienda. Ellos tienen previsto hacer un ofrecimiento de pago al arrendatario y, en caso de que no lo acepte, depositarlo en el juzgado, según explica el abogado de los afectados Manuel Barba.

Al fin y al cabo todo apunta a que por los tribunales van a tener que pasar varias veces durante los próximos meses tanto los inquilinos como la cofradía, propietaria de las viviendas que le cedió el Instituto Nacional de Marina para que las pusiera a disposición de arrendamiento para la gente de la mar. Dolores Bilbao, al igual que Carmen lleva 40 años en el barrio, hace 18 que murió su marido y «hasta ahora no había tenido nunca ningún problema con la vivienda». A ella de momento le han cobrado la última mensualidad porque su contrato incluía el mes de junio. Prefiere no pensar en qué puede pasar y «lo dejo en manos del abogado».

Alquileres de tres euros

Como ellas durante las décadas pasadas otras muchas parejas de El Nodo fueron recibiendo viviendas o cambiándose a otras según la familia crecía o si había posibilidad de optar a otras en mejores condiciones. Sin embargo el precio a pagar apenas se ha visto alterado desde hace muchísimos años y a día de hoy los vecinos pagan poco más de tres euros al mes (a lo que hay que sumar otros 10 euros de contribución), por lo que los arreglos y mejoras de las viviendas las han abonado ellos mismos a pesar de no ser propietarios de las mismas. Se trata de una cifra irrisoria teniendo en cuenta el mercado inmobiliario, por lo que su temor es que, detrás del nuevo contrato que les ofrece la Cofradía se encuentra una subida que podría superar los 200 euros, cantidad que no les resultaría nada fácil desembolsar a muchos de los vecinos de El Nodo. La cofradía, según Barba, se escuda en la tácita reconducción, una posibilidad que se habilitó para alquileres entre personas particulares, no cuando una de las partes es una entidad con un marcado carácter social, como es el caso de la cofradía. «No es un arrendamiento ordinario», apunta.

Se da la circunstancia de que los inquilinos a los que se pretende cambiar el contrato de alquiler son a su vez socios de la cofradía, con lo que deberían tener la capacidad de participar en las decisiones que ésta toma. Es algo, que según dicen, no hacen porque no se les informa siquiera de lo que hacen los órganos de gobierno. De hecho su abogado está teniendo problemas para recopilar información. «La cofradía no reconoce ni a viudas y jubilados su condición de socio, y eso que ellos pagan su cuota como tal todos los meses», explica y señala que ese es el motivo por el que no se le permite acceder a información sobre decisiones tomadas en el pasado y que, a su entender, aclararían de una vez esta situación.

La incógnita sobre la venta de viviendas

El barrio cuenta en la actualidad con más de 80 viviendas y la cofradía pretende cambiar el contrato de un tercio de ellas. ¿Qué ocurre con el resto? Algunos de los inquilinos que no han recibido comunicación ninguna están en la misma situación que sus vecinos, lo que les hace temer que serán los próximos. Otros son propietarios, puesto que la entidad pesquera ha vendido algunos inmuebles y los vecinos temen que se deshagan de más, que detrás de esta iniciativa se encuentre un interés urbanístico que conllevaría que El Nodo perdiese su identidad y la cofradía propiedades atesoradas durante décadas. «Las viviendas más gustosas se están vendiendo y no sabemos a quién ni a qué precio, pero a los socios de la cofradía no se les están ofreciendo», asegura Barba. Las últimas que han cambiado de propietario son las que tienen patios, ubicadas en la zona más alta del barrio, en las inmediaciones de Valgranda, un espacio de Avilés que estaba desaprovechado hasta hace unos años y que se descubrió como uno de los de mayor expansión urbanística de la ciudad.