«Llega Navidad y echas cuentas de cómo puedes hacerlo»

Noelia Rodríguez AVILÉS

AVILÉS

Trabajadores de Montrasa
Trabajadores de Montrasa

Los ex trabajadores de Montrasa afrontan estas fiestas tras 21 meses desde su despedido y varias sentencias favorables sin ejecutar

24 dic 2017 . Actualizado a las 07:56 h.

«La Navidad pasada fui a la verja de Alcoa, esta también y me temo que la próxima haré lo mismo». Javier Cartategui es uno de los trabajadores que Montrasa despidió hace 21 meses al decidir rescindir, de forma unilateral, un contrato para labores auxiliares que tenía con Alcoa. Él llevaba más de 25 años en la aluminera, en una u otra auxiliar, pero trabajando siempre allí. No es el único. Santiago Castro acumula 30 años de antigüedad y una cifra de veteranía similar es la que tiene Eduardo Hernández. Después de décadas de estabilidad económica y laboral en la aluminera en los dos últimos años se han convertido, a la fuerza, en especialistas en sentencias y leyes que tienen que ver con despidos. Tienen grabado a fuego, al igual que otros de sus compañeros, las fechas en que se celebraron los juicios, en que se emitieron las sentencias y manejan con naturalidad palabras como litispindencia (juicio pendiente, de los que han acumulado varios en los últimos dos años). Han protagonizado una lucha de casi dos años en la que, a pesar de tener el respaldo de varias sentencias favorables, siguen sin recuperar sus puestos de trabajo.

Cuando se les pregunta cómo afrontan la Navidad tuercen el gesto. «Llega Navidad y echas cuentas de cómo puedes hacerlo. Mira tú que yo cobro del paro la mitad de lo que ganaba», explica Castro. Actualmente la mayoría de ellos están sujetos a un ERE que solicitó la empresa en septiembre después de que se aprobara que entraba en concurso de acreedores. Otros, miembros del comité de empresa, cobran el paro porque después de ser readmitidos, dando cumplimiento a una sentencia, fueron despedidos. Una situación rocambolesca que ellos explican a base de decisiones judiciales pero para la que no encuentran sentido, más allá de la venganza.

«El día a día lo llevas. Nos encontramos, un día paga uno el café, otro día lo paga otro. Pero, ¿y ahora?», se pregunta Castro. De los 34 de Montrasa -como se conoce popularmente a este colectivo- tres se han jubilado y otros siete han abandonado la batalla judicial, pero el resto siguen al pie del cañón y no dudan ni una milésima de segundo al asegurar que continuarán en su lucha. En estos días organizan más actuaciones de protesta y plantean ir a Madrid para visibilizar aún más su reclamación: ser reincorporados a sus puestos, como dictan las sentencias. Cuentan con varias que reconocen que su despido es nulo, pero siguen sin trabajar. Es una situación que les resulta incomprensible: han vuelto a cobrar la nómina de Montrasa, durante unos meses, pero no a trabajar. Desde que en febrero de 2016 se les rescindió el contrato y protagonizaran un encierro de 18 días -que tuvieron que abandonar para poder ir a solicitar el cobro del pago- no han vuelto a ir al tajo.

La historia de los 34 de Montrasa comenzó en marzo de 2015 cuando estaban en Jofrasa, otra de las auxiliares que trabajan para Alcoa y pasaron a la nueva adjudicataria aceptando una rebaja de sus salarios, lo que motivó que dos personas denunciaran el acuerdo. El juez determinó que no era legal y en ese momento es cuando la empresa decide rescindir el contrato -por temor a más sentencias en el mismo sentido porque había otras cinco demandas- y acabar la relación laboral con ellos, que pensaron Alcoa adjudicaría el trabajo a otra empresa que los subrogaría, tal y como se recoge en los Acuerdos de Oviedo. Era febrero de 2016 y pronto descubrieron que la multinacional no tenía esa intención, ha cubierto esas labores con personal propio y el de otras auxiliares. La aluminera se ha desvinculado desde el inicio argumentando que fue Montrasa la que decidió rescindir el contrato y que los trabajadores pertenecen a la auxiliar.

El daño moral

A partir de ahí empezó el periplo judicial de estos trabajadores, en que no han faltado juicios que se retrasan, intentos de negociación por parte de la empresa nada claros, de firmar un despido colectivo y una férrea voluntad por parte de ellos, que están convencidos que volverán a trabajar en Alcoa. Mientras tanto siguen recibiendo sentencias, en una de las cuales se reconoce «el daño moral» y que la situación creada les genera «desasosiego y zozobra», por lo que han de ser indemnizados con 6.000 euros cada uno. No han visto ese dinero, como tampoco lo que les deben por salarios atrasados u otras indemnizaciones. Pero más allá del daño económico está precisamente el moral, el que han sufrido cada uno de ellos al encontrarse pleiteando y sin trabajar. «Hay seis o siete compañeros que están recibiendo tratamiento psicológico por lo ocurrido», explica Ricardo Martínez, presidente del comité de empresa. «Lo que nos libra es la estabilidad de la familia y amigos», apuntan y reconocen que entre ellos se ha creado un fuerte vínculo: «antes éramos compañeros, ahora amigos. A fuerza de apretar, encolamos», bromea Martínez.

Al principio se sentían solos en su lucha, sin apenas apoyos, y critican especialmente la ausencia del comité de empresa de Alcoa. Ahora reconocen que, salvo ellos, casi todos están con ellos y se muestran agradecidos a a los partidos políticos que les han escuchado, la unión comarcal de CC OO, la sección sindical de Arcelor y de empresas auxiliares como Jofrasa o Daorje. Los 34 de Montrasa se encuentran desde hace casi dos años en un limbo en que no trabajan pero que si decidieran buscarse un puesto al margen de Montrasa y Alcoa perderían todo lo por lo que llevan luchando este tiempo. «Perderíamos nuestros derechos y eso es lo que no vamos a hacer», asegura Héctor Palacios. No le cabe duda que también es lo que pretende las empresas implicadas, que se cansen de la situación y decidan buscarse la vida fuera de ese entorno. Es algo que ellos ven complicado. «Tenemos entre 44 y 61 años, ¿dónde vamos a encontrar trabajo según están las cosas?», pregunta Fernando Domínguez.