Minutos que no existen

Eduardo Muñoz
Eduardo Muñoz ÁREA PEQUEÑA

AZUL CARBAYÓN

30 sep 2016 . Actualizado a las 19:24 h.

Al mundo del fútbol le cuesta tanto innovar que roza el inmovilismo. Las pocas modificaciones que acepta en su reglamentación tardan mucho en aplicarse y, en muchas ocasiones, no suponen grandes avances, cuando no resultan hasta contraproducentes (las reticencias a la introducción de la tecnología, por ejemplo, han llevado a lo que no es más que recuperar la figura de los jueces de gol de principios de siglo XX creando los asistentes de área, que no pasan de ser unos espectadores de lujo situados junto a las porterías, que rara vez sirven para algo).

Uno de los problemas recurrentes del fútbol es el del control del tiempo de juego. Al contrario que en el resto de deportes, el fútbol es el único en el que se habla de las pérdidas de tiempo, de las lesiones simuladas para detener el juego o se discute el que añade cada árbitro. ¿Acaso en el baloncesto, el balonmano, etc. vemos a sus practicantes fingiendo lesiones para detener los partidos, yéndose a la otra punta del terreno de juego cuando van a ser sustituidos para tardar más en salir cuando el marcador les es favorable, o dependemos del criterio del árbitro para que una falta cometida tras cumplirse el tiempo añadido anunciado se ejecute o no?

Entre la utópica solución que sería jugar a tiempo real (no tendrían que ser noventa minutos) y dejarlo todo igual, los responsables del balompié han determinado hace unos años que los colegiados indiquen a un auxiliar, para que este lo muestre al público, el tiempo de prolongación que se ha de jugar al término de los 45 minutos de cada periodo. En la práctica poco ha cambiado. Antes los partidos duraban lo que entendía el trencilla, que determinaba el final cuando lo estimaba oportuno. Ahora, cumplido el tiempo reglamentado de corrido, se informa de lo que se va a prolongar el choque, pero en demasiadas ocasiones no se respeta. Cuando, tras mostrar el cartelón, hay sustituciones o alguna otra incidencia (sobre todo si se produce una pena máxima, con sus consiguientes protestas y demás), la diferencia entre el tiempo añadido anunciado y el realmente disputado suele alcanzar niveles exagerados. Vamos, que muchas veces, los partidos siguen durando lo que estima el colegiado, con independencia de lo mostrado en el luminoso.

Por otro lado está la forma de adjudicar los minutos a las incidencias del juego, sobre todo los goles, y más cuando se producen en los instantes finales. Cuando un tanto se marca durante ese llamado tiempo añadido, está generalizado que se hable de que tuvo lugar en el minuto 91, 92, 93, 94... En el último encuentro en el Tartiere contra el Reus, el gol que decidió el choque llegó en el último minuto, en la última jugada. Como se había anunciado una prolongación de cuatro minutos, todos salimos del campo diciendo que habíamos perdido con un tanto encajado en el minuto 94, como así recogieron todos los medios de comunicación. Pues bien, como sucede en todos estos casos, el acta arbitral indica que el jugador del Reus Mayor anotó el gol en el 89. Y es que un partido de fútbol dura 90 minutos, ni uno más ni uno menos, produciéndose todo lo que tiene lugar en ese tiempo. Oficialmente todo pasa dentro de ese minutaje, sin añadidos ni descuentos. No existe ni eso que en ocasiones vemos sobreimpresionado en las retransmisiones televisivas de 45+4.

Una vez más se ha tomado una decisión tan absurda como que el árbitro anuncie el tiempo que va a añadir cuando, formalmente, no existe tal tiempo añadido, pues un partido de fútbol dura 90 minutos y, cuando el juego sufre una interrupción de las que el árbitro ha de tener en cuenta para que no se pierdan minutos de juego, se supone que el cronómetro no corre, como se desprende de la forma como son recogidas las incidencias en las actas arbitrales. El sistema arbitral para contabilizar lo que sucede durante la disputa de un encuentro lo integra todo en esos 90 minutos. Sin embargo, a los árbitros se les pide que anuncien el tiempo que añaden. Un sinsentido.

Si realmente el Reus hubiese marcado en el 94 no hubiésemos perdido, pues ese minuto no existe para el colectivo arbitral. Por desgracia lo hizo en el 89.