Menos de un gol por partido

Eduardo Muñoz
Eduardo Muñoz ÁREA PEQUEÑA

AZUL CARBAYÓN

21 oct 2016 . Actualizado a las 17:42 h.

Aunque la costumbre es realizar un primer análisis de la marcha de un equipo durante un campeonato cuando este llega a su primer tercio, los diez partidos que se llevan disputados en la Segunda División ya permiten aventurar algunas cosas. En el caso del Real Oviedo destaca la escasez de goles, tanto a la hora de marcarlos como, sobre todo, a la de encajarlos. En ninguno de ambos casos llegan a uno por encuentro y, si en el de goles anotados, la cifra de 9 puede parecer algo escasa para el potencial ofensivo que se le supone a este equipo ?sobre todo por las declaraciones de los rivales?, los 6 recibidos sí que son una marca incuestionablemente llamativa.

Ambas circunstancias ganan relevancia si tenemos en cuenta que en la mitad de las jornadas disputadas los azules no han sido capaces de marcar (en 5 de 10), mientras que, nada más y nada menos que han sido 6  los partidos en los que Juan Carlos no ha visto perforada su portería (únicamente ha recibido goles en 4 de los 10 jugados). Sobre todo el dato de los pocos goles recibidos es el que más puede animar, por cuanto la historia dice que los equipos que ocupan la zona noble de la tabla y, sobre todo en esta categoría, los que terminan ascendiendo, suelen ser los menos goleados; bloques sobrios poco dados a las florituras.

Como en las últimas 4 jornadas, con un cambio claro en el sistema empleado, se han sumado 8 de 12 puntos posibles, el grueso de la frecuentemente bipolar afición azul ha pasado del pesimismo a la ilusión. Yo, por el contrario, sigo siendo bastante escéptico.

Y es que, siendo la marca de los oviedistas incuestionable, sin querer jugar a técnico, a mí me asalta la duda de si el Real Oviedo ahora defiende bien o es que simplemente ha pasado a defender con más gente. Será que no soy capaz de ver ese bloque compacto que desprende una seriedad que anima a confiar en él, y que sólo veo uno que, sobre todo fuera de casa, juega muy replegado, renuncia a tener protagonismo en el campo contario por acumular efectivos en el propio, puebla desmesuradamente la zona media y deja huérfanas las bandas (sólo la derecha tiene una mínima actividad, la del lateral, si bien con frenazo mitad del campo rival, sin llegar a línea de fondo). Vamos, lo que toda la vida se ha llamado un equipo defensivo que vive feliz con el 0-0 y fía sus opciones de marcar a que le sonría la fortuna en alguna jugada aislada.

Ya sé que la Segunda División es así y no seré yo quien pretenda que se borde un fútbol de alta escuela, pero precisamente por ser así, veo un equipo que todavía está lejos de desprender esa solvencia, concediendo a los rivales (ante todo a balón parado) demasiado, al menos mucho más que ese tipo de conjuntos recios que triunfan en esta categoría, aunque por diversos motivos esas concesiones no nos hacen el daño que podrían.

Si, dados los buenos resultados, vamos a seguir apostando por el sistema de los últimos choques, al menos habremos dado un paso adelante; y es que, en las primeras fechas, era difícil descifrar a qué se quería jugar. Con ese aparente 1-4-1-4-1 o con el dibujo que sea, aunque no se utilicen las bandas, se cree poco peligro y se dependa demasiado del eventual acierto del rival, si los resultados de las últimas jornadas se convierten en habituales y continuamos sumando el 66% de los puntos en juego, estará clara mi equivocación. Contra esos números no habrá nada que oponer.

Además, nosotros sabemos de primera mano que, aunque no se llegue a marcar un gol por partido, si tampoco se encaja tan siquiera uno por choque, se pueden alcanzar grandes logros. Una de nuestras mejores campañas fue la temporada 1990-91, en la que nos clasificamos para disputar la UEFA con 36 goles a favor y 35 en contra, después de 38 jornadas. Menos de un gol por partido.