«Algo haría»

AZUL CARBAYÓN

19 abr 2022 . Actualizado a las 17:25 h.

Lo cierto es que el derbi del sábado en el Molinón fue un partido chulo, entretenido, los dos equipos se entregaron con pasión, no hubo realmente minutos aburridos. Podríamos estar hablando de eso pero, al pitar el final el árbitro, lo que llenó el debate en redes sociales fue una larga lista de justificaciones para explicar que, por lo visto, está debidamente motivado que hasta un grupo de nueve personas rodee a uno solo y le lance patadas y puñetazos.

Todo esto está justificado, según nos dicen, por motivos variados y cambiantes, algo haría: que besó el escudo de la camiseta, que expresó en voz alta el jolgorio por la victoria. Dicen unos que es que no se puede celebrar ante la grada de «los ultras» (que estaban en realidad en el otro extremo del campo), quizá que cantó algo inapropiado (nunca lo sabremos). En definitiva y leyendo todas las excusas lo que resulta inadmisible parece ser que es celebrar la victoria en el campo ajeno ante la afición local. Pero ¿por qué no había afición visitante?

Podemos dar otras tantas volteretas para explicar tan rara circunstancia pero lo cierto es que había afición oviedista casi testimonial y repartida por diversos puntos del estadio porque a la dirección del Sporting no le dio la gana de enviar entradas. Y surge aquí, por supuesto, otra excusa argumental, porque el dispositivo es un coñazo y se prolonga por horas de forma absurda, y tal. Muy bien. Pero los aficionados del Oviedo ni siquiera pudieron decidir por sí mismos si querían someterse a tal sistema, se les negó porque sí. El Sporting eligió en la ida que no iría al Tartiere con ese modelo (luego sí que fueron) y luego eligió por los demás que no podían acudir.

La polémica de las entradas, que arrancaba dos semanas antes del encuentro, era una cortina de humo para disfrazar una mala, muy mala, situación deportiva en la presente temporada y con el pavor (este sí justificado) de que el Oviedo volviera a imponerse en el derbi de Asturias. Porque ese es el problema de fondo: el Real Oviedo cometió el delito imperdonable de no dejarse desaparecer, su afición siguió defendiéndolo en campos de barro con la esperanza de volver. Y volvió, y se enfrentó de nuevo a su eterno rival, y le ganó una vez, y dos veces, y tres veces.

No hay nadie en Oviedo que diga que un encuentro ante el Sporting es «un partido más», nadie le resta importancia a la competición más esperada, la que de verdad escarabaya'l pelleyu, ¿qué sentido tiene negar esa realidad? No es grandonismo, es una fatada.

Quizá en parte la agresión a Femenías es la consecuencia lógica de un cierto tipo de afición que se ha incubado a las orillas del Piles en las últimas décadas jaleado por la prensa del lugar, nadie se lo dice y ya es hora de que alguien se lo diga: con tantos años de ver al Oviedo en categorías inferiores hay una generación que se cree que esta diferencia era así desde siglos pasados y que debía ser así para la eternidad en el futuro. Es una idea de niñatos malcriados y así pasa lo que pasa cuando te topas con la dura realidad.