El dilema de Paunovic para la finalísima del Tartiere: entre el antídoto y la rutina
AZUL CARBAYÓN
Analizamos el cambio táctico del Real Oviedo en Anduva y la posibilidad de dar continuidad a dicho plan en la vuelta de este sábado
18 jun 2025 . Actualizado a las 09:18 h.«Si yo fuese Paunovic, hubiese planteado el mismo partido». La frase es de Alessio Lisci y la dijo tras el partido del pasado sábado. Evidentemente, teniendo en cuenta que todavía hay que jugar una vuelta y todo lo que se diga entre medias forma parte de la narrativa de una eliminatoria, hay que dar la importancia justa a dichas declaraciones. Eso sí, el técnico del Mirandés conoce mejor que nadie a su equipo y sabe que en Anduva, aunque el 1-0 fuese el resultado final, los jabatos no alcanzaron su mejor versión. Ahí tuvo que ver la labor del Real Oviedo, aunque los azules tampoco es que lograsen hacer un daño excesivo al Mirandés. Entre el antídoto y la rutina.
Lo curioso de todo esto es que la eliminatoria empezó justo de la manera que quería evitar Veljko Paunovic con su cambio de dibujo. El 1-0 es una acción que aúna todo lo que hace bien el Mirandés y todo lo que quería desactivar el Real Oviedo. Pero llegó. Dos duelos aéreos perdidos en el centro del campo, transición ofensiva, mal despeje, mala disputa en el área pequeña y gol. El plan azul se fue por el retrete cuando no se habían cumplido ni los primeros cinco minutos de partido. En lo negativo, una nota positiva: no todos los equipos hubiesen sobrevivido a una bofetada así nada más empezar una final. Y más contra este Mirandés que antes de darte el pésame te mata por segunda vez.
No hubo más del Mirandés en el primer tiempo salvo la pérdida entre Sibo y Hassan que acabó con parada de Escandell ante Reina. Minuto 20. De ahí hay que irse al segundo minuto de descuento de dicho primer tiempo, cuando Calvo falló en una disputa y permitió una transición de los locales. Nada más. Se podía decir que el plan estaba funcionando, con dos centrales yendo a la guerra con Panichelli e Izeta y el otro central librando siempre por detrás. El más fiable ahí, por cierto, fue Luengo. El Mirandés, un equipo que cada desajuste a 50 metros de la portería rival lo aprovecha para generarte una ocasión, no las estaba teniendo. A Paunovic le estaba saliendo el plan.
¿Qué le faltaba al Oviedo? Algo más de contundencia en las disputas del carril central y, sobre todo, una pieza azul entre líneas. El nuevo dibujo de los azules tenía que pagar un pequeño peaje por la particularidad de Hassan. El extremo, que fue de lo mejor de los visitantes en Anduva, necesita recibir pegado a la banda. Por ello, el carrilero de su perfil, en este caso Nacho Vidal, acaba siendo un centrocampista más. Y el lateral carbayón lo hace bien, pero pídele que cargue área, no que reciba entre líneas y se gire para dar continuidad al juego. El Oviedo tuvo las suyas, pero le faltó un punto más por dentro para amenazar del todo al Mirandés. También tiene que ver que Ilyas Chaira no está ni al 80%, pero ese es otro tema. Quizá Colombatto era la otra pieza que el Oviedo necesitaba más cerca del área rival, pero el argentino suele ayudar mucho a Sibo en salida de balón, tanto para participar como para atraer al rival.
De cara al sábado en la finalísima del Tartiere, Paunovic deberá elegir entre este dibujo que limita mucho la capacidad ofensiva del Mirandés u otro que le dé más alas a sus atacantes. Habría que ver también que hubiese pasado con Fede Viñas, por ejemplo, en la punta de ataque. En el segundo tiempo, cansancio mediante, fue otro buen ejemplo de que el plan no estaba mal pensado. El disparo de Izeta que Escandell sacó con una mano prodigiosa fue lo único de los locales. Quién sabe si la cara que puso Lisci en ese momento, con las manos en el rostro y sin poder creérselo, acaba siendo una de las imágenes premonitorias de la eliminatoria.