Cualquier lucense puede disfrutar de los 30 kilómetros de vía peregrina que surcan Lugo

El confinamiento cierra unas puertas pero puede abrir otras. Con un mes de clausura perimetral de Lugo por delante, esta puede ser una buena oportunidad para que los vecinos del municipio descubran, o redescubran, su propio concello.

Para los que quieran mezclar naturaleza y deporte, una buena opción para alguno de estos fin de semana es animarse a hacer el Camiño Primitivo a su paso por Lugo. Un tramo de algo más de 30 kilómetros que puede partirse en dos etapas más o menos cómodas y que permitirá a los caminantes pegarse una zambullida en la etérea belleza del otoño. Porque ese es uno de los alicientes. Los tonos ocres y verdes se mezclan en una sinfonía cromática que zambulle al caminante en la naturaleza más primigenia y cinematográfica.

El Camiño Primitivo se adentra en Lugo procedente de Castroverde y lo abandona en el lugar de Taboeiro, justo antes de tocar los dominios de Guntín. Para un caminante aficionado, una opción puede ser dividir los 30 kilómetros de tramo en dos etapas que permitan llevar el trayecto a un ritmo cómodo y sin agobios. Eso sí, al ser lineal, hay que procurarse transporte de vuelta o de ida.

Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo
Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo OSCAR CELA

La primera etapa de este particular peregrinaje lucense arranca al pie de una carballeira. Un par de kilómetros antes de llegar a la bonita aldea de Gondar se encuentra un mojón que marca la cuenta atrás hasta Santiago. Estamos en el punto kilométrico 113,3 del Camino. A su lado, un panel explicativo narra todo el recorrido que queda por delante antes de abandonar Lugo.

Los primeros cuatro kilómetros son por asfalto, pero superado el repecho inicial y un tramo sin mucha miga, comienza la magia. La vía abandona la carretera y se adentra en una corredoira bordeada por carballos con hiedras serpenteantes. El entorno es como un soplo de aire fresco. Vitaminas para los sentidos antes de que los peregrinos tengan que compartir espacio con los coches en un tramo de varios kilómetros que transcurre a lo largo de la LU-530. La parte más discreta y también la más peligrosa de esta primera jornada.

Cuando el Camino se distancia del asfalto y se interna de nuevo en la naturaleza, pronto se llega a A Viña. Cuentan en el lugar que ahora apenas se ven peregrinos, y los pocos que pasan en invierno suelen ser en bicicleta. Allí, uno puede hacerse amigo de unos perros, respirar aire fresco y disfrutar del silencio mientras se avanza con Lugo ya en el horizonte. Porque, tras recorrer unos pocos kilómetros, el Camino desemboca en el puente elevado que cruza la A6.

Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo
Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo OSCAR CELA

Entrando en la ciudad

La zona del viejo acuartelamiento de San Cibrao da la bienvenida al tramo más urbano del día. Quemando metros, y tras muchos kilómetros en llano, comienza la bajada hacia A Chanca. Si las nubes no estorban y se tiene la fortuna de llegar hacia el atardecer, el cielo, con sus grises y naranjas, es un regalo para la vista. La estampa es melancólica y un poco cinematográfica, con las torres de la Catedral en lontananza dando la bienvenida a los caminantes desde hace siglos. Impresiona.

Encontrarse peregrinos estos días es casi misión imposible. Thomas y Daniel, dos alemanes que iniciaron la ruta en Oviedo, son de los pocos que se han atrevido a disfrutar del Camino en tiempos de pandemia. Dicen que la experiencia está siendo maravillosa a pesar de las tiradas de 30 kilómetros que meten cada día a las piernas. La tranquilidad y la belleza que han encontrado en su peregrinar les hechiza al tiempo que observan con curiosidad cómo el covid tensiona a distinto nivel a ciudades y aldeas.

Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo
Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo oscar cela

Tras tomar un respiro junto al puente de A Chanca, la ciudad aguarda. Toca cruzar pasos de cebra y apurar el paso subiendo el Carril das Frores hasta llegar a la Porta de San Pedro, donde un mojón que indica el punto kilométrico 99,5 espera al caminante a pie de la Muralla. El perfecto fin de fiesta para una primera etapa cien por cien lucense.

Corredoiras y asfalto para despedir el itinerario lucense

La primera etapa de este particular minicamino Primitivo por Lugo transcurre a lo largo de casi 14 kilómetros. La segunda ronda los 20 y arranca donde finalizamos la anterior, al pie de la Porta de San Pedro, en el corazón de la ciudad. Desde ahí se avanza por la zona vieja, donde uno puede maravillarse con la belleza de la Catedral antes de dirigirse hacia la Porta Miñá, donde el trazado despide el corazón antiguo.

El barrio de O Carme, un oasis de paz en medio de la urbe, espera al caminante. Salir de él tiene cierto intríngulis. Mientras la primera etapa está salpicada de indicadores cada pocos metros y perderse es imposible, en la salida de O Carme uno echa en falta más flechas amarillas.

La bajada conduce al peregrino hasta el Puente Romano. El barrio de San Lázaro permite llanear y tomar una bocanada de aire antes de comenzar la subida más dura de la jornada, que desemboca, tras atravesar A Louzaneta, en el cruce de la carretera de Friol con el Camiño de Santiago. Este podría considerarse uno de los puntos más delicados del trayecto, puesto que no hay paso alguno, y los coches circulan a una velocidad considerable.

Si la primera jornada transcurría al amparo de los bosques otoñales, la segunda lo hace sobre todo a pie de carretera. Durante varios kilómetros el sendero fluye en paralelo al asfalto, llaneando, sin estridencias y con cierta calma. Pero al llegar a San Xoán do Alto peregrinos y coches empiezan a compartir la misma vía durante más de 5 kilómetros, dando al viandante cierta sensación de inseguridad.

  

Regreso al corazón del monte

Durante todo el trayecto los márgenes del camino están salpicados de viviendas relativamente nuevas hasta que se llega al Burgo. Allí la huella de la historia se percibe hasta en la disposición de la aldea, que conserva esa pátina de antiguo en las paredes de piedra de las casas. En una pequeña palleira rehabilitada, en Casa Zapateiro, se encuentra el único punto de avituallamiento de la jornada. Una máquina expendedora, un microondas, baños (ahora cerrados por el covid), el sello para la credencial y sitio para sentarse invitan a hacer un receso.

Superado el tramo de asfalto, el Camiño Primitivo retoma su esencia a la altura de Bacurín. Deja atrás la carretera y se adentra por una corredoira enmarcada por carballos que tupen el cielo. La hojarasca del suelo resuena bajo los pies y un aroma a niñez lo preside todo. El ambiente es bucólico. La paz lo domina todo. En una rama de un carballo, dos zapatillas de un peregrino de antaño recuerdan que la senda es milenaria. Por delante todavía queda algún pequeño regato, más monte y mucho más otoño.

Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo
Así es el Camiño Primitivo a su paso por el municipio de Lugo oscar cela

Así, hasta que el Camino desemboca de nuevo en una carretera estrecha, la LU-P 2901, que nos acompaña durante los últimos kilómetros de la jornada. Aquí las piernas ya están más cansadas, pero la meta se aproxima y eso lo hace más llevadero.

Taboeiro es nuestro destino. Una aldea tranquila que ya limita con Guntín y que pone punto y final al Camiño Primitivo a su paso por Lugo. Una experiencia sensorial plagada de paisajes, iglesias con historia y vida que tendría un punto y final perfecto con un buen cocido en el Mesón de Crecente. Pero eso será cuando la norma lo permita. Mientras, habrá que alimentar los sentidos.