La historia del corredor al que se lo tragó la tierra

Natasha Martín REDACCIÓN

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«Pensaba que no llegarían a tiempo, que me apagaría y encontrarían mi cuerpo». Jokin Lizeaga sufrió una caída de 20 metros a una sima en el Trail de las Pastoras de Portudera, en Cabrales

07 may 2018 . Actualizado a las 18:33 h.

Jokin Lizeaga, uno de los corredores de montaña más conocidos y laureados del panorama nacional, volvió a nacer cuando el pasado mes de abril, mientras participaba en el Trail de las Pastoras de Portudera, a la altura de Cabrales, se lo tragó la tierra. Una caída de 20 metros dentro de uno de los tramos señalizados le hizo creer que no saldría vivo de ese agujero. Así lo contó en el programa de la COPE de Chema Martínez, donde el corredor hizo un pormenorizado repaso a las tres horas más indeseables de su existencia.

Jokin disputaba su cuarta cita de la temporada. Estaba a la cabeza de la maratón cuando en el kilómetro 22 cayó al vacío. Sobrevivió a múltiples fracturas, tenía síntomas de hipotermia. «Al principio pensé que me iba a apagar, me despedí de mi familia y amigos. Después, pensé que era cuestión de aguantar», cuenta.

«No sabía si caía 20 metros o 400»

«Iba corriendo, en un tramo en el que había medio metro de nieve y en una de estas, en lugar de hundirme 40 o 50 centímetros, me hundí por completo y desaparecí». El corredor no se había salido del camino, sino que seguía la huella del marcador para evitar hundirse demasiado y así avanzar con mayor seguridad. Llevaba consigo todo el material obligatorio, como manta térmica y silbato reglamentarios dadas las condiciones climatológicas. Según relata, el momento de la caída se le hizo eterno. «No sabía si caía 20 metros o 400», señala. Cayó de pie en una base de un metro de ancho. «Los primeros 20 minutos fueron durísimos», cuenta.

Gritó y gritó pero ningún corredor le escuchaba. «Por instinto animal de supervivencia pude escalar 8 o 10 metros con una mano, porque tenía el otro hombro luxado, y en una repisa de unos 30 centímetros en la que pude apoyar los pies seguí gritando».

El frío era notable, ya que por el agujero que creó con su caída se derramaba el agua de la nieve descongelándose. Fue entonces cuando decidió ponerse la manta térmica. «Cuando la cogí vi que dentro estaba el silbato. Vi cómo caía delante de mí y dije ‘hostia puta’», comenta. Si no hubiera sido por la manta Jokin piensa que no habría sobrevivido. Cuando le sacaron los bomberos su temperatura corporal era de 32 grados.

A pesar de sufrir múltiples lesiones por el efecto del choque (un par de costillas rotas, una luxación en la cabeza húmero y esguinces en los tobillos), asegura que la situación era tan terrorífica que «poco pensaba en si me dolía o no». En un primer momento diferenció dos estados de ánimo: «El primero que estoy vivo. El segundo que sí, que estoy vivo pero que aquí me quedaba. Los primeros 15 minutos pensé que no llegarían a tiempo, que a esa temperatura me apagaría. Empezaba a pensar cómo sería, me despedí de mi familia. Estaba claro que poca escapatoria tendría ahí y que el tiempo era clave. Yo era consciente de que ahí me iba a quedar y que luego rescatarían mi cuerpo».

«Me machaqué a mí mismo por cosas que no había hecho»

En esos momentos en los que creía que no iba a sobrevivir, empezó a pensar en todo lo que dejaba: «Me machaqué a mí mismo por cosas que no había hecho, como no haberme casado. Siempre me habían parecido un paripé las bodas y mi pareja y yo lo teníamos hablado, pero consultamos con un abogado para saber si había alguna diferencia y dijo que sí, sobre todo en cuanto a la viudedad. Pero entre una cosa y otra lo pospusimos hasta septiembre. Cuando sucedió lo pensé y dije ‘joder, encima le dejo este marrón, tendrá que ir a currar, dejando a los pequeños tirados'. Me entraron todos esos bajones». Por eso, cuando ya estaba en el hospital de Arriondas y los días le dieron los ánimos, le pidió al alcalde que le adelantara la fecha, y ya tienen formalizada la unión.  

El rescate

«Cuando me localizan me eché a llorar porque empiezo a pensar que igual puedo salir vivo», cuenta. El rescate fue largo, Jokin intentaba aguantar y no quedarse inconsciente a causa del frío. «Tiritaba a saco», señala.

Cuando llegaron los bomberos con las cuerdas vinieron los mareos. «Me cagaba, literalmente. El cuerpo dejó de aguantar y se relajó. También sentí mucho dolor al colocarme el arnés pero fue un dolor hasta satisfactorio. Iba a salir».

Un mes después, el corredor asegura sentirse bien física y psicológicamente, «aunque duermo muy mal y pocas horas», matiza. Cuando está despierto no se agobia en exceso, y piensa en la mala y buena suerte que tuvo. Cuando sueña el lugar vuelve a su mente, más que como una pesadilla como una reminiscencia.

El futuro

Jokin Lizeaga quiere volver a correr por el monte, ya que disfruta de los desniveles, de la naturaleza y del esfuerzo que requiere. Si bien, de cara al futuro se planteará en qué tipo de carreras participar. «Igual ya no me adentro de nuevo al tipo como la de ahora, no por mí, sino porque los que me están esperando sufrirán más de lo debido», explica. También quiere volver a Asturias y disfrutar «del dichoso lugar ese» donde la casualidad casi pone término a su vida.