Enrique Díaz, uno de los pasajeros del Alvia accidentado, acababa de desenvolver su cena cuando todo comenzó a saltar por los aires. Las víctimas se pasaron los móviles con cobertura para avisar a las familias
01 oct 2016 . Actualizado a las 17:58 h.Justo acababa de desenvolver el bocadillo que se había preparado para la cena cuando sucedió. El bocata se le escapó de las manos y a saber dónde terminó. Todo se movía y saltaba. No fue mucho tiempo, pero pareció una eternidad. Todos pensaban que algo muy malo iba a suceder. Después llegó la oscuridad y el silencio. Aunque creía que en ese tipo de situaciones lo normal es que haya gritos, la gente se mantuvo en una actitud sorprendentemente tranquila. Las más nerviosas eran dos chicas con pánico a que todo se quedara a oscurar. El sentimiento generalizado era más bien de alivio.
Así, con extraordinaria tranquilidad y concisión, relata Enrique Díaz cómo vivió el accidente del Alvia de Barcelona que sufrió un descarrilamiento a apenas tres kilómetros de la estación de Pajares. Enrique Díaz regresaba de una excursión a Pamplona acompañado por su mujer. Todo había ido bien hasta ese preciso momento en el que el vagón comenzó a sufrir unas fuertes sacudidas y en el que las luces iban y venían. «No hubo pánico, más bien mucho silencio, en plan: de la que nos hemos librado», relata. La ayuda llegó bastante rápido y los bomberos «se desvivieron» por los pasajeros. Tras el accidente, Enrique Díaz solo tiene buenas palabras sobre la atención que recibieron.
Este pasajero, al igual que otros muchos de los 78 que viajaban en el convoy, confirma que no volcaron «porque las paredes del túnel sujetaron el tren». Reconoce que el susto fue de los que hacen época: «Todo se movía y saltaba. Pensé que algo muy malo iba a pasar». Pero no fue así. Una vez que el vagón se detuvo, las luces se iban y venían. Todos los afectados guardaron la compostura y trataron de tranquilizar a las dos muchachas jóvenes que no querían quedarse a oscuras.
La siguiente prioridad fue contactar con las familias. El descarrilamiento tuvo lugar en una zona con sombras en la cobertura de móviles. No todas las compañías funcionaban, así que los pasajeros se fueron pasando, en una cadena de solidaridad, los móviles que sí estaban operativos, para poder contactar con los allegados y explicarles lo que había pasado pero que estaban bien. A Enrique Díaz, el terminal se lo pasó un chico joven que estaba cerca.