La huelga minera que acabó con once despedidos y deportados a León

Natasha Martín REDACCIÓN

CUENCAS

Mineros del Pozo Maria Luisa, durante las movilizaciones
Mineros del Pozo Maria Luisa, durante las movilizaciones Eduardo Urdangaray

Hace 61 años tuvieron lugar movilizaciones en el sector para luchar contra la represión y defender sus derechos laborales

08 abr 2018 . Actualizado a las 12:10 h.

El 7 de abril de 1957, once mineros de la mina la Riquela, propiedad de la familia Figaredo, fueron despedidos y deportados a León en un camión. Esos años marcaron el inicio de lo que posteriormente explotaría en una gran huelga de tres meses en 1962. Pero antes de esa fecha tan conocida, los mineros asturianos ya demostraban su malestar y pedían mejoras en sus condiciones laborales.

En enero de 1957 tiene lugar una huelga en la Mina de la Camocha en la que la empresa acaba por reconocer la representación de una comisión de mineros en huelga. En marzo, un nuevo episodio tiene lugar en el Pozo María Luisa, que es militarizado por el trabajo a bajo rendimiento en protesta por la bajada de los salarios y el precio de los destajos. Como reacción a la represión, los mineros optan por la acción con sucesivos encierros. El espíritu de rebelión y protesta se extiende por varios pozos de la cuenca del Nalón, afectando también en la cuenca del Caudal. Este hecho marca un hito: la primera vez desde la Guerra Civil que los mineros se movilizan masivamente.

Un año más tarde, en 1958, la presión ejercida por los trabajadores se expande hacia varios pozos de la cuenca del Nalón, donde reclaman la recuperación de la jornada de siete horas que se había perdido tras la guerra civil. En marzo, los bajos salarios y otras mejoras sociales son la llama que enciende una nueva acción de bajo rendimiento en los pozos María Luisa y Fondón, que se extenderá incluso con mayor intensidad que en 1957 a otras explotaciones. Al final, la represión y el sufrimiento de los mineros se magnificó pero ni ellos ni sus familias optaron por la rendición.

Cuentan quienes lo presenciaron, en un día de abril de 1957, que en la Mina Riquela dos filas de guardias civiles esperaban en la plaza la salida por la bocamina de un grupo de picadores que desde marzo trabajaban a bajo rendimiento. Ese pasillo jalonado de guardias civiles para once de ellos acabó en un camión al que fueron subidos y llevados a León. El resto fue amenazado con procesamientos, la pérdida de la exención del servicio militar o el despido. La mayoría cedieron. Eran tiempos de torturas, de ley de fugas, de franquismo; pero esto solo serviría para coger fuerzas y reclamar su dignidad en 1962 y los años sucesivos.

El Sindicato de los Obremos Mineros de Asturias (SOMA) considera básico y fundamental recordar y respetar la historia. «Nuestra firmeza, nuestros principios, emanan de ahí. Si renunciásemos a nuestra historia seríamos débiles a la hora de defender a los trabajadores y trabajadoras de aquellos sectores que con el SOMA forman FITAG UGT», señalan.

En estos tiempos en los que Asturias se debe enfrentar a la transición energética, desde el SOMA estiman esencial recordar cómo fue la defensa de la minería para que sirva de ejemplo. «Recordar huelgas y movilizaciones no es un ejercicio de nostalgia, es reconocer la lucha y el sacrificio de los mineros y mineras y de sus familias que no renunciaron a sus principios e ideales. El carbón nacional, esas palabras que ahora parecen malditas, tiene mucha historia de lucha y sacrificio detrás; historia que nos ha de servir de inspiración y estímulo en la batalla que estamos librando en defensa del carbón nacional».