Camilo José Cela Conde: «Cela se había cubierto de una máscara para tapar su timidez»

Pacho Rodríguez MADRID

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El hijo del nobel padronés ahonda en las contradicciones del escritor a través de la correspondencia entre sus padres

13 may 2016 . Actualizado a las 18:45 h.

«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo». Así empieza La familia de Pascual Duarte y Camilo José Cela podría haber escrito todo un tratado sobre el ser, pero en este caso de sí mismo. Su único hijo, Camilo José Cela Conde, publica ahora Cela, piel adentro (Destino), una revisión de Cela, mi padre en la que incorpora la correspondencia del nobel con Charo Conde, su primera esposa. Un Cela enamorado, lleno de dudas, contradictorio, inseguro, emocional, que arrasa desde el género epistolar. Y eso que cuando la madre entrega al hijo esas cartas le dice: «Toma, son cartas de tu padre. No tienen ningún interés». En realidad, la perla era, como dice Cela Conde, lo que escribió «a la única persona que conoció al Cela de piel adentro».

-A este Camilo José Cela que aparece, en realidad, pese a la celebridad, lo que le ocurre es el reflejo de cualquier persona normal: es difícil parecerse a la opinión que se tiene de uno...

-En efecto, es así, todas las personas están multifacetadas. Cualquier persona tiene contradicciones. Cuando se trata de un personaje público, el contraste es mayor. La idea que se tiene del Camilo José Cela público, en todo el mundo, casi en todo el mundo de habla hispana, es la misma. Por eso, lo curioso de este Cela que surge es que demuestra que el que conocíamos no era tan real. Aunque sí era real, ya que él lo construyó así. Pero no corresponde a su verdadera manera de ser. Aunque sí: se puede aplicar a cualquier persona. Todos somos muchos personajes a la vez.

-Puede decirse que ese personaje que se crea le sale tan bien que sí que se impone a cualquier otra proyección que pudiera ofrecer su personalidad pública. Pero, ¿cuál es el que surge de estas cartas?

-Surge la perplejidad de descubrir que ese mínimo común múltiplo no es el real. Que él se había cubierto de una máscara en parte para tapar su timidez. El Cela público opta por un gesto adusto. Ese es el Cela que parece que se ha desayunado un niño crudo por las mañanas y del que algunos de ustedes, como periodistas, habrán sido víctimas directas.

-Si pensamos ahora en la proyección de las personas públicas, con las redes sociales y demás, ¿qué habría que esperar de Camilo José Cela en este 2016?

-Esperemos que nada, porque lo que sí tengo claro es que Camilo José Cela nunca se hubiera metido en Facebook.

-Este Cela contradictorio, que sufre y lo expresa, casi sentimental, enamorado, complejo... ¿Es ese el tercer Cela? Pero no me diga que usted como hijo no intuía que por algún lado tendría que estar...

-Muy bien, sí. Puede decirse que el que surge de estas cartas a mi madre sería el tercer Cela. Pues le tengo que decir que no, que yo no fui capaz de conocer a ese Cela. Intuía, sobre todo, muchas contradicciones. No entendía que fuera el mismo que escribía La familia de Pascual Duarte y trabajaba para la censura. Porque eso solo lo puede hacer alguien que esté metido en esa contradicción. Cómo entender, si no, que alguien pueda ser amigo de María Zambrano y de Miguel Hernández e incorporarse a la guerra en el bando de Franco.

-Estas son, en parte, las cartas de amor de Cela. Del amor que habla sobre la vida. ¿Cómo impactaron en usted?

-El impacto para mí es descubrir cómo, en ese momento, mis padres viven una situación tremenda, de mucha dificultad. Y lo que se ve a través del tiempo es cómo consiguen darle la vuelta. Y en eso creo que es en lo que consiste el talento.

-Usted, como hijo de Cela, como autor y también alguien con repercusión mediática, ¿cómo se protege?, ¿cómo es su escudo?

-Mi vertiente pública no necesita de ese escudo. No me crea ningún problema. Sí que pasa que a veces lees ciertas cosas y te dices: pero cómo es posible. Aunque, luego, inmediatamente, me digo: ¡pero qué más da!

-¿Se atrevería a definir brevemente cuál es el Cela que sale de tantos como parece haber sido y escondido?

-Puedo utilizar una sola palabra, y me la ha brindado usted: contradictorio. Fue una personalidad múltiple que salía de uno u otro poro según las circunstancias.

-Al margen de lo profesional o estrictamente literario, ¿qué efecto le causó a usted enfrentarse a esas cartas entre sus padres?

-Lo verdaderamente interesante es que las cartas, en cuanto a género literario, están escritas con un cuidado minucioso. A lo que se añade que se trata de una aportación que no sale en ninguna otra parte de la obra de mi padre. Es sobrecogedor descubrir lo mal que él lo estaba pasando. Y ver que no es ese Camilo José Cela triunfador, sino el del Pascual Duarte el que predomina. Y creo que partir de ese punto se engrandece su figura.

-Para añadir más aristas, habría que decir que hay un nuevo Cela que es el que aparece después del Nobel. ¿Dónde habría que situarlo?

-Ese es el Cela triunfador. El que luego no escribe mejores obras. Pero que, sorprendentemente, se guarda un as en la manga, una especie de canto del cisne, que es Madera de boj, su novela gallega en la que recupera la grandeza literaria al máximo nivel.

-¿Qué era Galicia para su padre?

-Galicia era todo para mi padre. Desde que nació hasta sus últimos días fue un enamorado de Galicia. Era la referencia básica. Y, como dice mi primo Eduardo Riestra, escribe en gallego aunque se expresa en castellano.

-¿Y qué es Galicia para usted?

-A mí, a Galicia, es que nunca me llevaron más que de visita. He sido un desarraigado permanente. Hijo de una vasca y un gallego, nazco en Madrid y me llevan a Mallorca. Eso sí, cuando estoy solo en Galicia, en lugares cercanos a mi origen, noto que hay algo.