Lo mejor del arte asturiano (es el arte asturiano)

Juan Carlos Gea REDACCIÓN

CULTURA

Críticos, teóricos y especialistas destacan las bondades del arte hecho en el Principado y escogen sus representantes más destacados en este momento

21 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Hay tantos artistas asturianos... ¡¡y de los buenos!». La exclamación pertenece a Benjamin Weil. El ex director de actividades de LABoral sabe de lo que habla. Desde su actual cargo de responsable artístico en el Centro Botín de Santander, emite un juicio que es frecuente escuchar en los distintos foros del arte español e incluso internacional: el del Principado es un suelo muy apto para la creación artística, aunque la producción no siempre alcance a figurar en los mostradores más visibles y espectaculares (en sentido literal) del arte contemporáneo. Pero una cosa es lo que deciden los caprichosos vientos del mercado o las modas coleccionistas, y otra la consideración de los especialistas: Huerna abajo, críticos, comisarios y teóricos del arte tienen en muy buena consideración lo que vienen entregando las últimas promociones de artistas asturianos. Es una mirada externa y distanciada que, como suele suceder, puede venir bien al propio público asturiano para conocer y apreciar lo que tiene en casa. Las que siguen son las pistas de propio Weil y otros influyentes especialistas para centrar la atención en algunos de los muchos y sólidos creadores asturianos o residentes en Asturias que desarrollan su trabajo, a menudo entre la desatención pública y también institucional.

Los criterios son, no obstante, distintos. Benjamin Weil no solo valora el resultado en sí mismo de la creación personal sino también la capacidad de algunos de estos nombres para ejercer como lo que él llama «activistas del arte». «Son artistas que han tenido un papel importante como tales, pero también apoyando a la comunidad artística, desarrollando proyectos importantes para ella», explica el director del Centro Botín. Maite Centol y Eduardo Guerra son dos de esos «activistas» que elogia por su «enfoque altruista y generoso» de la práctica del arte.

Weil estuvo en contracto con estos y otros artistas a través de la actividad cotidiana de LABoral, que defiende como «un actor decisivo en la promoción y la ayuda de artistas que me parece se han beneficiado de un apoyo importante para crear obras claves» a través de programas como LABJoven, que inicialmente apoyó la consejería de Juventud, desapareció y ha sido resucitado por el coleccionista cántabro Jaime Sordo.

A partir de ese laboratorio, Weil destaca a Fernando Gutiérrez, «un artista de gran talento»; a la avilesina Cristina Busto, de la que recuerda «magníficos proyectos como Generadores de sombras», al entreguín David Martínez Suárez y su trabajo Inercia; a y al propio Eduardo Guerra (Hitos, ya nadie muere en casa), junto a artistas de muy última hornada, como la arquitecta residente en Londres Alicia González-Lafita. Tampoco olvida «el trabajo clave» del inquieto dúo formado por Cristina de Silva y Nacho de la Vega, tanto en su faceta creativa como Colectivo Fium como en su labor de comisarios del programa Arenas Movedizas y el LEV Festival.

Fernando Gutiérrez. 'Crisálida'
Fernando Gutiérrez. 'Crisálida'

Weil añade a esos nombres el de «otros artistas que trabajan en Asturias o tienen raíces» en el Principado (raíces adventicias, puesto que muchos optaron por irse fuera): Bárbara Fluxá, Regina Dejimenez, Pablo Iglesias, Avelino Sala o Fran Meana. «Solo para nombrar unos pocos», precisa el comisario y ex director de LABOral, que lamenta «no tener tiempo para mantener mi relación con Asturias, esa tierra tan particular y tan rica, sin duda fértil gracias a los artistas y a actores de la cultura, galeristas, responsables de salas de arte y museos y otros agentes públicos con una dedicación extraordinaria a pesar de los recursos siempre reducidos». Tanto es así que Weil considera que merece un rotundo «enhorabuena».

Susana Blas, con el corazón

Susana Blas, comisaria, historiadora especializada en arte contemporáneo y redactora del mítico Metrópolis de tve2 ha optado por seguir el dictado de su «espontaneidad» y -aunque advierte de que sus elecciones «no son incompatibles con otras propuestas que también pueden interesarme»- opta por señalar «algunos contextos del arte asturiano que hoy me fascinan, si escucho mi corazón».

Empieza, así, por un proyecto muy reciente y muy naciente: el del colectivo Offmothers, un grupo multidisciplinar de artistas, teóricas y también madres formado por Susana Carro, Elena de la Puente, Natalia Pastor, Roxana Popelka, Blanca Prendes, Gema Ramos y Eugenia Tejón que hace unas semanas presentaron en LABoral un proyecto con vocación de continuidad que investiga desde la propia experiencia y con ánimo crítico «los roles maternales asumidos en nuestra sociedad». A Blas le parece un trabajo «necesario, admirable y de enorme calidad, que siendo pionero, dará muchos frutos».

El segundo pálpito cordial presta su oído habla de la pintura asturiana reciente, que «vive uno de sus momentos más sugerentes, apostando por una introspección mental y sinestésica muy original». Son muchos los nombres que apunta: Chechu Álava, Juan Fernández Álava, Laramascoto, Jorge Nava, Sandra Paula Fernández, Javier Soto, Pablo de Lillo, Helena Toraño, Pedro Fano, Edgar Plans, Irma Álvarez-Laviada, Cristina Busto, Federico Granell, Rebeca Menéndez o Alfonso Fernández». «Entre otros», puntualiza.

La comisaria y periodista añade la obra de Soledad Córdoba, con la que ha trabajado en proyectos como el reciente Devastación, en los que la avilesina «ha unido a su reconocida faceta como fotógrafa un conjunto de exquisitos autorretratos en dibujo». Y además, destaca a Santiago Lara, un ciudarrealeño avecindado en Gijón y parte del colectivo Laramascoto, a quien considera, simple y llanamente, su «pintor favorito actual» por su «talento extraordinario para el color», y por su manera de «revisar de forma contemporánea el imaginario clásico de la otredad, presentando sus cuadros como metáforas de la mente postmoderna que, perdida en un mundo sin referentes, divaga entre citas, recuerdos y pesadillas».

Semíramis González, multidisciplinar

Semíramis González, joven crítica y comisaria de arte asturiana habla con la panorámica que le van dando sus dos años de residencia en Madrid, desde donde mantiene un activo blog, colabora en publicaciones como EXIT y participa en el comisariado de proyectos artísticos, muchos de ellos conectados directamente con el arte asturiano más reciente. Aunque sus preferencias abundan en artistas jóvenes, también menciona a algún histórico del arte asturiano de las últimas décadas, como Cuco Suárez, a quien destaca como «un pionero de la performance en Asturias», pero también como el «meritorio» impulsor de la Fundación Ladines, a la que «invitó a grandes nombres de la escena artística española e internacional» mientras pudo mantener su valiente proyecto en marcha. «Sus acciones performativas son de lo mejor que tiene el arte asturiano contemporáneo», señala Semíramis González.

A la comisaria y crítica gijonesa le interesa mucho la mezcla de «tecnología y tradición, pantallas y dibujo» del colectivo Laramascoto, cuyas instalaciones «siguen evolucionando en torno a la reflexión antropológica y el sentido de la existencia humana». Y también la «incorrección política» del gijonés afincado en Barcelona Avelino Sala cuyas obras estima «de una calidad técnica inmejorable, y sostenidas con un discurso sólido», lo que le ha valido «con razón» el hecho de ser «otro de los asturianos más reconocidos» fuera de Asturias. «Pudimos verlo en ARCO cuestionando el valor del dinero y haciendo, como siempre, que la crítica al capitalismo no deje de estar presente en la creación artística», recuerda González.

Dos mujeres que utilizan la fotografía involucrándose física y emocionalmente aparecen en el mapa de Semíramis González: Soledad Córdoba de nuevo, merced a unas fotografías que describe como «diarios visuales abiertos sobre ella misma», en la línea de «autorrepresentación de las emociones». Y también la alicantina arraigada en Asturias Cristina Ferrández, que a Semíramis González le interesa porque «desarrolla temas que han sido poco trabajados desde un punto de vista asturiano e internacional»: la naturaleza y el territorio, desde su «cercanía al land art, aunque no sólo. desde ahí», como lo plasmó en su instalación Instante entropía, junto a David Herguedas en el museo Barjola: una pieza que la crítica considera «magnífica» y en la que destaca el hecho de que a la vez es «ella es quien concibe la obra y quien se pone delante de la cámara».

La pintura también tiene cabida en su selección. Semíramis González se proclama «fan declarada» de la exquisita Chechu Álava, entre «las asturianas más internacionales», y autora de una obra que valora como «una de las mejores de la pintura actual, sin perder la tradición del retrato y su capacidad de envolver a las figuras en un halo de fantasmagoría que hacen a su obra única». Invita también a compartir su fascinación por Alfonso Fernández,«otro de esos artistas cuyo trabajo merece una segunda mirada", también «políticamente incorrecto» y dueño de «una técnica que domina como pocos». «Estuvo presente en Foroarte Cáceres el año pasado con la galería ATM y su pintura es impresionante (literalmente)», comenta la crítica. «Tanto es así que los turistas chinos se fotografiaban con sus grandes lienzos donde aparecían destacados políticos europeos. No se olvida de la gijonesa Irma Álvarez-Laviada y su «trabajo abstracto y totalmente plástico, que casi invita a tocar» a partir de «premisas en torno al color, los materiales de embajale y sus posibilidades», que brillaron en ferias como ARCO y ArteSantander. Y advierte que Federico Granell es «uno de esos artistas asturianos que no se ha reconocido como merece» atendiendo a la calidad de «una pintura intimista, bien trabajada y melancólica».

Y, aunque admite que «no son propiamente artistas visuales», Semíramis González se anima a añadir a LCC, Las CasiCasiotone, Ana Quiroga y Uje Pañeda, basándose en el hecho de que «su obra aúna el sonido y lo visual». «Rompen moldes en festivales sonoros, desde aquellas primeras piezas en las que utilizaban juguetes y sus sonidos, a las actuales, más sofisticadas». Por ello, concluye González, «merecen un reconocimiento y destacar en un mundo que no es fácil para las mujeres».

Barragán: alta/baja cultura y ovnis

Desde más lejos -Santiago de Chile, donde trabaja como comisario del Centro Cultural Matucana 100- opera la mirada de Paco Barragán. Aunque nació en Oviedo, el curador, especialista y responsable de la revista Artpulse de Miami, admite que su conocimiento de la escena artística es limitado. Pero por eso precisamente se le consulta. ¿Qué ha podido coger al vuelo del arte asturiano durante sus estancias como comisario para salas como Espacio Liquido y ATM Altamira? Precisamente uno de los artistas con los que ha trabajado, el gijonés Alfonso Fernández, y uno de los más desconocidos y singulares pintores asturianos del siglo pasado, el también gijonés Armando. «En el caso de Alfonso Fernández no descubro nada nuevo cuando digo que admiro su gran técnica pictórica, pero se trata de un técnica en función de una temática presentada de manera atractiva y contemporánea: la compleja relación entre la alta cultura y la cultura popular», explica Barragán: «Basta con ver una composición como la de Kanouté y Raphael para darte cuenta de la complejidad de los temas ahí tratados -inmigración, nacionalismo y populismo- y la maestría con la que Alfonso los aborda».

Respecto a Armando, se declara «fan incondicional». «Es un artista de esos que te depara el destino y que, curiosamente, sigue sin ser conocido por el gran público. No conozco ningún artista internacional que haya abordado la temática de la ciencia ficción y lo sobrenatural de manera tan insistente, fascinante y enigmática», argumenta el crítico y comisario. Esa fascinación se extiende «desde esas tempranas composiciones figurativas donde el ovni está absolutamente integrado en el paisaje como si fuera una nube más o un pájaro hasta sus últimas composiciones realizadas con colores psicodélicos y con un minimalismo de elementos que asemejan extrañas naturalezas muertas de limones y peras».

Castro Flórez: el vaso medio lleno

Todo lo contrario que al asturiano Barragán le sucede al cacereño Fernando Castro Flórez. El influyente profesor de Estética en la Autónoma de Madrid, crítico y comisario está desde hace décadas muy vinculado a Asturias, un territorio que conoce muy bien; tanto como para, en cierta medida, tener que hacer abstracción de las disfunciones y sombras del «sistema» del arte asturiano (con el que ha sido a menudo crítico muy beligerante), «especialmente con la ausencia de proyecto político-cultural y la falta de un centro de arte contemporáneo específico, pero también el raquítico 'coleccionismo'», factores que «condicionan todo para generar una impresión de tierra baldía».

Con todo, admite Castro Flórez que «conviene, de cuando en cuando, ver el vaso medio lleno o, por lo menos, fijar la atención en lo excepcional y, aunque sueno exagerado, en aquello que es casi 'heroicamente intempestivo'». «Más allá de la letanía sobre los males 'endémicos' del arte asturiano tengo que soltar una perogrullada: lo mejor del arte asturiano es el arte asturiano», proclama Castro Flórez, Ahí no hay tierra baldía. En términos estrictos de talento creativo, destaca algunos artistas que califica «lisa y llanamente de referenciales».

Así, el crítico rescata la un tanto postergada figura de Ánxel Nava, «con un trabajo que podría entenderse como mito-poético en el que muestra su pasión, pese a todo, por el territorio astur»; resalta al ovetense residente en Nueva York Paco Cao, «no solamente en su condición de performer sino como generador de impresionantes proyectos fílmicos o de narraciones transmediales», y subraya la solidez de Cuco Suárez, «un artista al que se interpreta en ocasiones de forma anecdótica sin penetrar en las capas de sentido que ha ido generando, desde lo visceral a un extraño, valga la paradoja, refinamiento escatológico».

Maite Centol, 'Petit'
Maite Centol, 'Petit'

Junto a ellos sitúa a Maite Centol, «empeñada en expandir y, al mismo tiempo, concentrar la pintura»; Adolfo Manzano, «un escultor magnífico, con una obra tan sutil cuando contundente»; Avelino Sala, en su tarea de «generar alegorías de la política contemporánea y del estado de excepción en el que somos reducidos a 'nuda vida'» y la pintora Irma Alvárez-Laviada, «problematizando con brillantez los límites de la pintura como una piel mutante».

Castro Flórez agrega una observación significativa: «Conviene tener presente que de los artistas que cito tres viven fuera de Asturias (Paco en Nueva York, Avelino en Barcelona e Irma en Madrid) y los otros cuatro 'sobreviven' en Asturias, alguno de ellos casi en una suerte de 'exilio interior'». «En cualquier caso, son, en mi opinión, artistas extraordinarios, con obras excelentes y, acaso, manifestaciones de algo excepcional», concluye, con otra carga de profundidad: «Ojalá el éxito les acompañara y no tuvieran que asumir una posición excéntrica o la del exilio. Por jugar con la 'ex' me temo que algunos artistas, de distintas generaciones, alguna vez se habrán planteado la cuestión de si deberían presentarte como ex-asturianos».