«Me salgo un poco de la norma de la clásica y un poco de la del rock »

Belén Suárez Prieto OVIEDO

CULTURA

Cristina Gestido
Cristina Gestido

Cristina Gestido presenta junto a su banda, Gestido, el disco «Too Many Ways» el sábado en La Salvaje de Oviedo

16 jun 2016 . Actualizado a las 17:37 h.

El bar Castillo está en la ovetense calle del Carpio, paso franco entre el Oviedo Antiguo y el barrio de Santo Domingo, que enmarca el Campillín, un parque en cuesta nacido del organismo de posguerra de las Regiones Devastadas. En el Castillo me encuentro con Cristina Gestido, ovetense como la calle del Carpio, música: viola, intérprete de clásica; pero también guitarra y piano y bajo, intérprete de rock; compositora en español y en inglés. Cristina presenta el último disco, Too Many Ways, de su banda, Gestido, en la sala La Salvaje, de Oviedo, el próximo sábado, 18 de junio, a las 21.30. Previamente, a las 13.00, estará en la FNAC. 

-Cuéntame, Cristina, cómo empezaste. Cuándo.

-Hubo música en casa siempre porque mi madre era bailarina. Yo empecé a hacer ballet a los 2 años, mi madre me llevaba siempre a sus clases. La música siempre estaba ahí. Luego mis dos hermanos empezaron a estudiar guitarra y piano, ellos son bastante más mayores que yo, y empecé a tocar el piano cuando era chiquitina, mi hermano me enseñaba cuatro acordes en la guitarra... Algo después, dije que iba al conservatorio a estudiar violín, no me digas por qué, no tengo ni idea. Sí que entré en el conservatorio, pero me dijeron que plazas de violín no había y que tenía que meterme en viola. Lo que pasa es que la viola era muy grande como instrumento para una cría de 8 o 9 años y empecé con el violín, hasta los 14 años, que fue cuando cogí la viola. Estudiaba de Pascuas a Ramos, sí me gustaba, pero hacía otro montón de cosas, pero con 14 o 15 años empecé con la Joven Orquesta de Asturias. Y ahí empecé a querer tocar con alguien, a ir de giras..., mi mundo empezó a estar ahí. A los 17 años, cuando acabé el Bachillerato, tuve que plantearme qué hacer. El miedo de mis padres era que quisiera dedicarme solo a la música, pero hacer otra carrera paralela era imposible, tantas asignaturas, cinco horas al menos de instrumento... 

-¿Cómo se resolvió la situación?

-Hablé con mi hermano y él me echó un cable para convencer a mis padres. Y ellos dijeron que probara, pero con todas las consecuencias. Ahorré dinero, porque trabajaba a veces en la orquesta de Gijón, y me fui a hacer las pruebas a Londres del Royal College of Music. Me fui sola con 18 años, me aceptaron, me dieron una beca de la escuela, aunque no es de dinero, y mi familia estuvo muy orgullosa. Me becó después Cajastur, empecé a enlazar beca tras beca y me quedé allí a estudiar.

-¿Y tu otra faceta musical?

-Tocaba con mi hermano, desde pequeñita, con un grupo que se llamaba Tristessa, con Susan 6; con Serena. Iba a tocar con ellos muchas veces, me llevaban a tocar versiones, con 12 años, empecé a colaborar en grabaciones, haciendo arreglos de cuerda, de guitarra, de piano. Tuve mi primera banda con 15 años, con el bajista Antón Ceballos, con un batería, Sauras. La banda era Mushroom y estuvimos un tiempo, hasta que me marché a Inglaterra a estudiar. Me centré en la clásica, pero seguí componiendo, iba a conciertos, y cuando acabé la carrera empecé a compaginar las dos músicas, porque me di cuenta de que no podía vivir sin ninguna.

Ceballos sigue ahí como bajista de Gestido. Cristina es la voz y toca la viola y los teclados. Ángel Miguel, guitarra, dobro y mandolina. Wilón de Calle, batería. La solidez y el oficio de la banda son indiscutibles. 

-¿Dónde vives? Yo te sigo y me parece que estás cogiendo aviones sin parar: ¿Reino Unido, España...?

-Hasta el 2011, viví en el Reino Unido. Pero empezó a haber fallecimientos y nacimientos en mi familia, yo estaba lejos, y empecé a tener miedos. En 2012, vine a dar un recital a Madrid y no cogí el avión de vuelta. Allí conocí a Héctor Tuya. Me planté en su casa y le dije: «No te conozco, pero quiero tocar contigo». Pronto volví a Asturias porque surgió una plaza en la OSPA. Ya me veía aquí, pero esta plaza fue cubierta por otra persona y me fui de nuevo. Ahora asumo que hay que ver cómo va viniendo la vida y vivo unos 4 meses en Asturias y 8 meses en Londres.

En el concierto de Gestido del próximo sábado el también músico ovetense Héctor Tuya estará como invitado, con su banda. Ella llegó a Madrid hace unos años, buscaba productores, quería tocar, alguien le dijo, «¿Te acuerdas de Babylon Chat?», y Cristina fue a Bailén, 37, donde Héctor producía en aquellos años.

-Así que tus planes eran los de quedarte en España, pero...

-Está muy difícil, para las oposiciones de docencia no tengo puntos, no he sido aquí profesora de conservatorio, en las oposiciones de orquesta hay mucha competencia, sobre todo de gente de mi generación, que nos formamos fuera y ahora queremos volver. Y vivir de freelance en España es mucho más complicado que en Inglaterra, allí hay mercado, aquí, no, con la crisis... Estoy contenta allí, crecí allí, soy muy británica para muchas cosas, puntualidad, burocracia, agilidad... Conocer a mucha gente de muchos países te vuelve muy tolerante con muchas cosas. Tengo mis amigos, pero Londres es una ciudad pasajera, la gente va y viene, para quedar es complicado, sobre todo si eres músico. Cada vez que vengo a Madrid o a Oviedo mi cuerpo se relaja, quizá porque puedo hablar en mi idioma, aunque no tenga problemas en inglés.

Tanta ida y venida avisa al cuerpo de Cristina, que tiene unos ojos de un color indefinido y bonito. Porque Cristina habla con la boca, pero también con los ojos y con las manos, y hoy los ojos hablan brillantemente febriles y la voz, un poco cascada. 

-Veo que en Londres tocas en pubs. Me parece admirable tocar en los pubs londinenses.

-No es fácil tocar en Londres. Requiere mucha insistencia, que te conozcan un poco, no pagan en el nivel que toco yo. Para pasar a otro escalón de teloneros, festivales, tienes que entrar en un juego de promotores. Ahora, que sé que voy a estar otro año allí, que hice un disco en inglés, voy a intentar meter presión, ya tengo una pequeña trayectoria.

-En Londres te ganas la vida con la música clásica, pues.

-Trabajo fundamentalmente con la orquesta del Royal Opera House Covent Garden y, además de recitales, de alguna cosa de cámara, hago colaboraciones en la London Philharmonic.

-Estarás harta de hablar de esto, pero estuviste de gira con Sting, ¡con Sting!

-Es igual que tú y que yo. El primer día flipas, a los dos días te olvidas de quién es, te pregunta cómo estás, qué te pasa... Y le dices que estás harta, en giras de 8 o 9 meses. Cuando lancé el primer EP, le dije, «¿qué me aconsejas?», y él, «comerte la mierda, yo empecé así». Es muy buen músico, sabe muy bien lo que quiere. Anda con su laúd, con su guitarra, componiendo, va a su aire. Una vez le dije que quería dejar la clásica, que quería dedicarme solo al rock, y él me dijo que por qué, que yo tenía la fortuna de tocar a Schumann cuando estaba triste, que él no podía. Y luego conoces a otros cantantes que son mucho menos y son gilipollas.

-¿Y cómo es estar en las dos músicas, vivir en las dos músicas?

-Requiere horas, que te gusten las dos y saber por qué haces cada una. Yo vivo de la clásica y muchas veces la hago porque es la que me da dinero, pero también me apasiona. Es un esfuerzo enorme, solo para mantenerte es un par de horas al día, luego hay que estudiar las partituras nuevas, los recitales... Lo mío, cuando estoy sola, me apetece, estoy inspirada, voy haciendo canciones. Cojo la agenda, cuando me pasan los horarios con dos meses de antelación, y reservo la tarde que tenga libre. También lo hago por tocar, porque me gusta mucho el directo. Coges un poquito de aquí, un poquito de allá, y se puede hacer compatible. Y a mí esto me viene muy bien, no me obsesiono con la clásica ni me obsesiono con tener que tocar en garitos. Saco lo bueno de cada música.

-¿Tocas la viola todos los días? ¿Y los otros instrumentos?

Sí, la viola, claro. Me levanto y me pongo a hacer escalas. Los otros instrumentos, menos, pero también. Cuando estoy cansada de la viola, me pongo a componer, me pongo con la guitarra. Me siento a estudiar. Me pongo al piano, aunque sea simplemente para recordar dónde han de estar los dedos. Necesito tocar la viola todos los días. Un profesor me decía, y es verdad, que si estás en armonía con tu instrumento, con el que tienes una relación de amor-odio, todo va bien. Además, soy muy crítica conmigo y muy crítica con todo el mundo. Las batallas que tengo conmigo y con mi instrumento son campales.

-¿En qué lengua compones?

-Siempre compuse en inglés y traducía al español. Yo dejé España en 2002, con la música de las bandas indies españolas que cantaban en inglés. Yo no soy letrista, soy música, siempre pienso en melodías. Y luego, como me gusta cantar, le pongo una letra. Cuando tengo la música hecha empiezo a pensar en qué me sugiere. O a partir de una palabra que me gusta empiezo a construir la historia. Creo que transmito mejor como instrumentista que como letrista. Además, en Asturias, componiendo en español, nunca me podría comparar con las letras de Pablo Moro, de Alfredo González, de Javi Vallina, así que... compongo en inglés. Estoy en Inglaterra, allí tengo que cantar en inglés. Además, mi educación musical fue anglosajona.

-Escribes mucho acerca de personas que quieren saltarse lo establecido, las normas, que luchan contra los prejuicios. Es el hilo conductor del álbum.

-No fue por nada, pero, analizando el disco, cuando te lo preparé, me di cuenta. Siempre me mató el qué pensarán de mí. No me dan miedo los escenarios, me gustan, me siento muy libre. Pero en clásica en una audición de tres minutos te juzgan. Cuando empecé a hacer en serio mi música me aterraba qué iban a pensar mis compañeros de la clásica. Me salgo un poco de la norma de la clásica y me salgo un poco de la norma del rock, hay comentarios injustos de los dos lados. Pero no me va mal. Es una fase que estoy superando. Hago esta música, ¿te gusta?, para ti. El disco fue escrito en un período de transición, bastante difícil. Pero no son canciones tristes, son canciones de esperanza.

 Los ojos tan bonitos de Cristina, brillantes y febriles, se vuelven más brillantes cuando recordamos el año horrible para la música en Asturias, con las muertes de Chema Fombona y de Jandro Espina. Los recordamos. Seguimos.

-Gestido nació en realidad con otro nombre...

-El proyecto se llamó Addison al principio. Yo no quería tocar sola, yo quería una banda. Tuvimos que cambiar el nombre por un asunto de derechos. Decidí poner mi apellido, que sin mi nombre suena a banda, y si tengo que tocar sola no miento a nadie.

-Tienes colaboraciones en el disco, las GPS, Ángel Ruiz...

-Es lo que sucede en Asturias, igual que a mí me llaman para colaboraciones, yo he hecho muchos discos aquí con gente, he tocado muchas veces con Vaudí. Nos ayudamos. Esto en Londres no pasa, cuesta bastante más tener lazos como los que tenemos aquí. Si alguien allí me pide que colabore, lo hago previo pago.

-Presentas el disco en Oviedo, este sábado, en La Salvaje.

-Estamos quienes componemos la banda a mil, pero saldrá. Son temas que se presentan ahora, pero ya hemos grabado el disco, llevamos juntos cuatro años. Tengo muchas ganas de este concierto. Tengo muchas ganas de tocar con Héctor Tuya, también. Tocamos juntos, colaboré en su disco.

-¿Y más bolos para presentar el disco?

-Sí, toco en Madrid, tras la presentación en Oviedo, en acústico. En agosto, en Gijón y en Verdicio. Y estamos cerrando en Galicia para finales de agosto, también. Y quiero cerrar ya la presentación grande en Madrid y la presentación en Londres.

Hablamos durante hora y media, frente a frente, en una mesa, un café y un agua. Sin parar. Cuando escuché nuestra charla grabada, me di cuenta del ruido que había a nuestro alrededor. Mientras conversamos, ese bar, en el bullicio que va del Oviedo Antiguo al Campillín, se volvió isla en nuestra mesa, en un diálogo lleno de música, lleno de los ojos febriles y emocionados de Cristina y de los gestos de sus habladoras manos llenas de acordes, que dibujaron un piano, una guitarra, una viola, que Cristina hizo sonar en el trajín cotidiano de una tarde calurosa en la ciudad.