«Hay una historiografía española que gira en torno a Castilla, la historia manipulada de  Castispaña»

Juan Carlos Gea GIJÓN

CULTURA

Juan Pedro Aparicio
Juan Pedro Aparicio

El narrador y ensayista leonés presentó en Gijón  «Cuchillos cachicuernos contra puñales dorados. Ensayo sobre nuestro desamor a España», ganador del Premio de Ensayo Jovellanos

29 jun 2016 . Actualizado a las 07:05 h.

Hace año y medio, el escritor leonés Juan Pedro Aparicio visitaba la Casa Natal de Jovellanos, en Gijón, para presentar una novela dedicada precisamente a los últimos días de vida de su propietario, Nuestros hijos volarán con el siglo. Ahora ha regresado de nuevo al solar del ilustrado gijonés, pero esta vez como ganador del Premio Internacional de Ensayo que lleva su nombre, convocado por Ediciones Nóbel. Cuchillos cachicuernos contra puñales dorados. Ensayo sobre nuestro desamor a España es el sonoro título de una obra en la que Aparicio de nuevo se interesa por la historia -una de sus grandes querencias, casi en pie de igualdad con las historias- para entrar a fondo en el «secreto» de la «endofobia» peninsular y ese desamor del que habla el título.

«Puede afirmarse que casi todas las ideas sobre el pasado nacional que hoy viven alojadas en las cabezas españolas son ineptas y, a menudo, grotescas. Ese repertorio de concepciones, no solo falsas, sino intelectualmente monstruosas, es precisamente una de las grandes rémoras que impiden el mejoramiento de nuestra vida». No son palabras de Aparicio, sino del inevitable Ortega. De ellas parte el leonés para escribir un libro terapeútico, que sirva para purificar al español de 2016 de una historiografía tóxica que hace que necesitemos -esta vez la cita es suya- «desprendernos de esas ideas ineptas y, a menudo, grotescas que ocupan nuestras cabezas. «Solo a eso, nada más y nada menos», pretende contribuir este ensayo que entra a fondo, buscando su secreto, en un país que -recuerda Aparicio en las primeras páginas- Manuel Vicent describió a Olof Palme como una salsa mayonesa que se corta cuando no hay una mano autoritaria que trabaje en el mortero-

-Le tomo la metáfora. ¿Cómo le ha dado por meterse a salsero con asunto tan peliagudo? ¿De dónde parte el impulso de escribir este libro?

 -De ser ciudadano español que de vez en cuando reflexiona un poco sobre todo lo que ocurre en el país, un país peculiar, con esa extraña relación que tenemos unos con otros, en la que es tan difícil encontrar, por ejemplo, la objetividad, el reconocimiento del mérito ajeno y un montón de cosas. Nuestros clásicos ya lo recogían, desde Lope de Vega o Iriarte. Es una percepción bastante extendida. Lo que pasa es que el rechazo a España no es tan extendido como pensamos, pero es muy resaltable con la virulencia con la que lo muestran algunos.

 -Una posición que no es de observador, sino de afectado. De infectado, casi.

-Sí, también de infectado en cuanto que este es mí país y no lo es otro, sin elección. A veces me gustaría, pero es el que hay y ya no me va a dar mucho tiempo a cambiarlo.

-La otra metáfora, el desamor hacia España. ¿Es desamor de despechado, o de quien quisiera volver a enamorarse?

-Hablar en cuatro palabras de un ensayo es más difícil que hablar de una novela. Un ensayo tiene más enjundia explícita; en la novela todo es simbólico, puedes interpretar una cosa u otra. En un ensayo hay argumentos, posiciones muy claras, más o menos fundamentadas? Este es un ensayo historiográfico, y yo vengo a decir que en la historiografía española hay mucha falsedad, mucha manipulación. Eso también contribuye a que en España no sea tan digna de respeto como sería de desear, quizá porque tiene un pequeño, o un gran defecto de origen. Yo lo comparo un poco a la situación de esos niños que la dictadura argentina, después de asesinar a sus padres, entregó a unos falsos progenitores y que, al cabo de muchos años, quiseron saber quiénes eran sus padres verdaderos. Descubrir eso, saber que su vida era de una manera pero podía haber sido de otra, enriqueció su personalidad. De alguna manera, este ensayo debería servir para algo parecido. Hay una historiografía española que yo entiendo bastante manipulada desde un nacionalismo español que gira en torno a Castilla. Por eso uso un neologismo, Castispaña. Esa historia manipulada es la de Castispaña.

 -¿Y qué hacer con esa historia manipulada?

-Comprender que es así, y que la historia nuestra debiera de ser otra y debiéramos de conocerla, o al menos conocer la que pudo haber sido. Así a lo mejor nuestro desamor se mitiga. Eso vengo a decir, a lo mismo de muchos capitulillos pequeños que procuran tener conocimiento de causa. Este ensayo mío no es original. Es decir, es tan original como el paisaje o la cara que surge en esos pasatiempos gráficas que se llaman «unir los puntos». Yo he ido uniendo las investigaciones de estudiosos más serios, con más fundamento, y lo que me ha salido es este paisaje, este perfil del país.

 -Suena casi paradójico: el narrador, el creador de ficciones, aportando verdad a la historia.

-No me doy tanta importancia. En realidad, ya está hecho. Yo me he limitado a unir los puntos. Un investigador de La Sorbona hace un trabajo muy serio sobre el papel de Castilla en la construcción de España. y pone el dedo en la llaga cuando dice que, sin el Papa, Castilla no hubiera podido existir. Eso lo unes con la historia de la independencia de Portugal del reino de León con la mediación del Papa, que lo que hace prácticamente es bendecir una rebelión que le conviene, porque la política que hacía el reino dominante, que era el de León, no gustaba en Roma. Para ello crean un nuevo campeón, Castilla? que enseguida empieza a ser Castispaña.

-Lo cual lleva al meollo de su ensayo: la denuncia de una influencia perpetua de la Iglesia de Roma en la ideología española.

-Totalmente. Si se ve lo que está ocurriendo hoy con el mundo islámico, se comprende lo que nos pasa a nosotros. Yo no tengo nada contra ninguna religión, todas me merecen un gran respeto; ahora bien: hay algunas que entran tan de lleno en tu vida que la regulan de un modo dictatorial, y eso es lo que está pasando hoy con la religión islámica, al menos tal y como se practica en determinados países: regula la vida, la individual y la colectiva, desde la primera hasta la última hora. En el fondo, es una constitución política. A efectos externos y para la gente que ha de vivir bajo ella es como un modo de vida político que ataca tus libertades. La religión es ley. Un poco de esto hemos pasado nosotros. Afortunadamente, en Occidente esto ya no ocurre. Eso es una conquista decisiva.

-Para la cual invoca a uno de sus hombres tutelares, Jovellanos.

-Sí, en mi reflexión última apelo al gran Jovellanos, que según parece era un hombre muy religioso, sin embargo entendía que había que dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es de César, y procurar una educación civil y patriótica para los ciudadanos, como hizo la Revolución Francesa. Y Jovellanos no era precisamente revolucionario.

-Otros países tienen sus propios conflictos de amor y desamor patrio. ¿Cómo encajó un anglófilo declarado y un ex director del Instituto Cervantes en Londres la sorpresa del Brexit?

-Con pena, con pena. Es una gran decepción. Yo pienso que los ingleses sabrán salir del atolladero, porque son un pueblo muy inteligente y además muy corajudo, lo han demostrado siempre. Si no a corto plazo, a medio plazo volverán a Europa, porque además Europa los necesita. Si en vez de Alemania, quien estuviera liderando Europa fuera Inglaterra, nos iría mejor. El inglés, colectivamente, es más inteligente que el alemán. El alemán se ha equivocado muchas veces, muchas. Tiene una tendencia a la rigidez que, en el caso del inglés, se convierte en flexibilidad, en cuanto a la organización de la vida colectiva y en cuanto a la relación con los otros pueblos. Fíjate: al día siguiente ya hay más de tres millones de firmas pidiendo que se repita el referéndum, porque se han dado cuenta de que el error ha sido descomunal. Veremos qué pasa. No creo que haya una gran separación, una ruptura, eso que parece que pinta ahora, con esta salida brusca y reacciones extemporáneas. Las aguas volverán a su cauce e Inglaterra seguirá siendo un factor importante en la vida europea, porque lo merece.