Melendi, de niño a señor

Carlos Crespo REDACCIÓN

CULTURA

Primero se cortó las rastas, luego relajó sus tóxicas costumbres, atemperó su música y maduró sus letras. El nuevo Melendi estaba servido

17 jul 2016 . Actualizado a las 11:06 h.

Ha decidido no conceder más entrevistas hasta la publicación de su nuevo disco, previsto para finales de año. Así que habrá que tirar de memoria y de hemeroteca para tratar de documentar el particular momento en el que se encuentra el músico asturiano.

Particular por lo que tiene de consolidación de aquel punto de inflexión que en lo personal y en lo musical el propio Melendi se marcó hace poco más de un año. Coincidieron entonces varios factores. Su nueva paternidad, la finalización de su contrato con Warner y un respaldo popular que se acredita en cifras como el millón y medio de discos que lleva vendidos, los diez números uno de Los 40 que ha alcanzado a lo largo de su carrera o el haber sido el artista español más escuchado en Spotify en el 2014 y 2015.

Todo semejaban vientos a favor. Pero había un par de cuestiones aún que acabar de matizar. Una de ellas era de índole personal. «Fue difícil descubrir quién soy. Tenía una barrera en mi vida que me costó mucho identificar. Y era ese complejo de macarra que tenía. Hoy soy una persona con tres hijos, sensible, comprometido con el mundo y ya no me siento identificado con algunas de aquellas canciones ni con aquella forma de cantar», declaraba en una reciente entrevista.

Es por ello que ya en la gira de su último disco en estudio, Un alumno más, Melendi dejó de cantar en directo aquellas rumbitas que conquistaron a su primer público. «Hay temas que la gente espera, algunos de hace muchos años, pero prefiero no cantarlos si no van con mi actual ciclo vital. Se tiene que ser consecuente encima del escenario, por lo que solo elijo aquellas canciones con las que puedo transmitir de verdad mi pensamiento actual». Es lo que explicaba entonces un artista que reconocía que el Melendi gamberro ya solo significa para él «un sonido chirriante» de su pensamiento. «No se trata de renegar de mis viejas canciones, se trata de identificar que ya no las siento».

A esta evolución en lo personal ha ido pareja una evolución estética que se inició con el corte de las rastas tras su incidente aéreo -«iban demasiado con lo que fui antes», dijo- y que tras pasar por diversas etapas, entre ellas la de aquella desconcertante permanente, ha terminado por dibujar a un austero Melendi que alterna la sobriedad de sus camisas blanca y negra, impecable raya al lado y perpetua sonrisa.

Hay mucho de simbología en todo ello, sin duda. Melendi reconoce que se ha quitado el macarra que llevaba en su ADN. «Cuando identificas eso, hay luz al final del túnel. Para mí fue clave identificar mis barreras personales y asumirlas. Fui muy honesto, lo descubrí y decidí que se acababa, que ya no era ese otro», dijo.

De ese proceso depurativo formó también parte la reciente entrevista televisiva que mantuvo con Risto Mejide en la que confesó que ya no consumía cocaína, alcohol ni fármacos. «Creía que los fármacos me hacían hacer mejores canciones pero me equivocaba. Ahora tan solo de vez en cuando me fumo un porro».

Parejo a ese proceso de transmutación vital Melendi ha sufrido otro de reinvención musical. Seguramente no solo ha dejado de cantar los éxitos de sus primeros trabajos por sus pueriles letras. «No puedo escuchar mi primer disco, me salen urticarias», decía hace apenas unos meses. Bienvenido al club, pensaron muchos.

Lo cierto es que la evolución de Melendi lo llevó primero de la rumbita al rock y, en sus dos últimos trabajos, hacia un pop maduro y acomodado y hasta cierto punto intimista.

Asegura Melendi haber llegado en lo musical a donde realmente quería llegar. Y justifica sus devaneos musicales de juventud. «Creo que he sido la persona que más discos ha vendido y menos preparada ha estado en la historia de la música. Empecé a estudiar música después de vender un millón de discos», aseguró tras la publicación de Un alumno más.

Admite el asturiano que antes solo utilizaba la intuición para componer, pero que ahora se sienta durante cuatro o cinco horas al día delante del piano. «Me he vuelto mucho más obsesivo con lo que quiero decir y no dejo nada sin atar».

A la hora de situar sus referencias musicales reconoce Melendi que siempre ha sido «muy de Extremoduro». Al tiempo ha admirado a otros grandes roqueros españoles como Manolo Tena, Antonio Flores, Fito o Joaquín Sabina, de quien en más de una ocasión ha declarado que le entusiasmaría la idea de hacer una colaboración con él pero que nunca se lo ha pedido por vergüenza.

Quizá sea el haber revisitado sus primigenias influencias lo que le ha llevado a adelantar que el disco que publicará a finales de este 2016 será un álbum mucho más roquero y animado que los dos últimos.

Un álbum, por cierto, que será de nuevo publicado por Sony Music, con quien Melendi ha firmado un contrato por cuatro discos.

Antes de su publicación, el artista asturiano volverá a formar parte del jurado del talent show televisivo La Voz. Volverá a ser uno de sus coachs, en esta ocasión junto a Malú, Alejandro Sanz y Manuel Carrasco.

Melendi vive posiblemente en el mejor momento de su carrera. En lo musical y en lo personal. Tras haber abandonado la que él mismo califica como la adolescencia más larga del mundo. «Ramón, te duró hasta los 30 años», como le dijo un buen día su madre.