El Casal «imprescindible» y el Casal «olvidado», 25 años después

Juan Carlos Gea REDACCIÓN

CULTURA

 Portada de «De la piel del Diablo. La colección definitiva», de Tino Casal
Portada de «De la piel del Diablo. La colección definitiva», de Tino Casal

Aparece una colección con 34 canciones remasterizadas por Julián Ruiz y Javier Losada para conmemorar el cuarto de siglo de la desaparición del artista de Tudela Veguín

13 sep 2016 . Actualizado a las 08:59 h.

Diecisiete canciones para recordar lo que Tino Casal llegó a ser, lo mucho que llegó a brillar; otras tantas para descubrir que hubo aún más Tino y también para intuir hasta dónde podía haber volado su impar talento si un 22 de septiembre de hace 25 años, cuando contaba 51, el coche en el que viajaba no se hubiese encontrado con una farola fatal: 34 canciones en total para un doble álbum que, entre «Imprescindibles» y «Olvidadas», compone lo que el productor y periodista musical Julián Ruiz  considera «La colección definitiva» del artista de Tudela Veguín. La recopilación, editada por Warner España, ha aparecido este lunes con vocación de homenaje al músico asturiano y de vindicación de una figura que, con todo, siempre se antoja pendiente de una última ronda de reivindicación en el panteón musical del pop-rock español de los '80.

Todo el material reaparece con nuevo lustre, remasterizado por el propio Ruiz y Javier Losada, amigos del músico, pintor y escultor asturiano y cómplices en la construcción de su sonido espectacular y suntuoso. Como ha recordado el primero de ellos por todos los medios casi desde el momento que se conocieron a finales de los '70 y la pasión por astros como Bowie los unió, Casal era un artista total; un creador dotado no solo de una voz con escasos parangones en el pop-rock de su tiempo en España -las famosas tres octavas bien holgadas del asturiano- sino también alguien que desbordaba el molde de los figurones manufacturados que empezaron a brotar con el deshielo musical del postfranquismo.

Su inusual sentido de la estética, de la puesta en escena, de la actitud dentro y fuera del escenario podían sintonizar con una parte de lo que entonces se llamaban Nuevos Románticos o con la parte más vistosa del pop de sintetizadores, pero Casal bebía de fuentes más profundas, como el primer glam-rock e incluso más allá. Y en realidad era alguien que buscaba impactar, hacerse ver y escuchar, dejar huella, como recuerda Julián Ruiz en el retrato del artista que compone un profuso libreto donde además se reconstruye el contexto musical y vital en el que se compusieron las canciones. La publicación aporta abundancia de anécdotas y detalles que evidencian la ambicion, autoexigencia y amplitud de miras que llevaron al adolescente que se inició en Los Zafiros Negros y al cantante de Los Archiduques a dar el salto a un Londres donde entonces se cocía todo y a cargar las pilas para emprender el regreso.

No cabe duda de que, a pesar de los silencios y las interrupciones, Tino Casal consiguió lo que queria y dejó huella. Hace apenas unas semanas aparecía Oro Negro: 25 años sin Tino Casal, una publicación que mezcla ilustración y texto, financiada mediante crowfunding y cuyos autores, en la inmensa mayoría de los casos, eran críos cuando una melodramática composición de Barry Ryan orquestada en Abbey Road irrumpió en las radios españolas como un huracán que no se llamaba Eloise, sino Tino Casal.