En recuerdo del asturiano que llegó a ser moderno

La Voz / EFE REDACCIÓN

CULTURA

Loquillo y Urquijo, en el centrorodeados de amigos, músicos y allegados a Tino Casal
Loquillo y Urquijo, en el centrorodeados de amigos, músicos y allegados a Tino Casal

Loquillo, Álvaro Urquijo, Ígor Paskual y músicos, familiares, amigos vinculados a Tino Casal reivindican en Laudeo su papel como abanderado de la modernidad «en una España oscura»

20 sep 2016 . Actualizado a las 20:28 h.

«Un valiente en una España oscura, un visionario. Pionero en el uso del videoclip, en su vestuario y en su ambigüedad. Nos enseño a todos a tener un personaje». Ese es, en cuatro pinceladas, el retrato que hace Loquillo de Tino Casal, personaje del día en un Oviedo en fiestas que ha querido recordar los 25 años de la muerte del cantante, compositor y artista asturiano iniciando los trámites para proponerlo como Hijo Predilecto de la ciudad y con un concierto-homenaje con la presencia del rockero barcelonés y Álvaro Urquijo, líder de Los Secretos, que junto a la Orquesta Assia recordarán a Casal en la plaza de la Catedral. Las palabras de los dos músicos, junto al ovetense Igor Paskual y familiares del artista de Tudela Veguín, han servido como prólogo en el coloquio celebrado a mediodía de hoy en el paraninfo del edificio histórico de la Universidad de Oviedo.

En términos muy similares a los del rockero barcelonés se pronuncia Álvaro Urquijo. Para el líder de Los Secretos, Tino Casal fue un espíritu «libertario»; alguien que consiguió tirar abajo «la pared de la modernidad» e «insuflar aire fresco en una España muy jovencita y aún mojigata, que necesitaba aprender muy deprisa». El asturiano repartió a manos llenas «libertad, frescura, desparpajo y una caradura ante la vida que nos hacía falta a todos».

Las diferencias estéticas y musicales entre Loquillo, Urquijo y Casal -que tanto han contrariado a los seguidores del asturiano- no pueden ocultar coincidencias; algunas circunstanciales y otras, relacionadas con el espíritu de un tiempo muy especial. Entre las primeras, el hecho de que tanto Loquillo como Casal grabaran sus respectivos primeros álbumes con Hispavox. Entre las segundas, el hecho de que tanto El Loco como Casal fueran vistos como auténticas rarezas en aquel contexto. O coincidencias más profundas. Álvaro Urquijo ha destacado que todos ellos, como muchos otros músicos y artistas, compartieron «época e inquietud», y un afán de sacudir a un país aún bastante «monaguillo» donde «todo estaba por hacer». 

«Sin tipos como Casal todo sería muy aburrido», ha rematado Urquijo, que también ha destacado la función de ariete de artistas tan osados como el de Tudela Veguín a la hora de abrir paso en discográficas y emisoras que tenían que cubrir «la cuota de mercado necesaria para parecer modernos». Además -ha apuntado- «sonaba a guiri». Y de primera mano, porque Casal venía ungido de una pátina de auténtica modernidad adquirida, de primera mano, en el Londres donde bullía el glam-rock y algo más tarde empezarían a nacer el punk, los New Romantics o el techno-pop, y donde se trató con gurús como Bowie o Brian Ferry.

Ígor Paskual, por su parte, puso el énfasis en el carácter poliédrico de Casal y en la ambición con la que concibió lo que hacía: «un tío que pensaba a lo grande como los grandes artistas». Y que a la vez supo ser «una persona excepcional, siempre a favor de los más necesitados», como recordó su compañero de armas en los tiempos de Los Archiduques.

Claudio Menéndez, co-fundador de "Los Archiduqes", -banda en la que Tino Casal dio sus primeros pasos al igual que en "Los Zafiros"- recordó emocionado a "un gran amigo, hermano, a una persona excepcional, puesto siempre a favor de los más necesitados y no es un tópico". Y pidió para Tino Casal un gran aplauso del público que llenaba el Paraninfo.

Pero la invención de una Movida (que «nadie había llamado nunca así») absorbió y etiquetó, según Loquillo, toda esa agitación y también puso límites a artistas tan «audaces» como Casal. El barcelonés se ha atrevido a conjeturar que, de haber vivido, incluso se habría adelantado a la oleada indie y tenido su propio sello discográfico.

Claudio Menéndez, que militó junto a Casal en Los Zafiros Negros o Los Archiduques mucho antes de todo eso, dio fe de que Tino Casal ya apuntaba desde sus mismos inicios un impulso rompedor y pionero, como el que le llevó a introducir por primera vez una gaita en un tema inspirado por la corriente mod, Lamento de gaitas. No las habrá en el homenaje de la plaza de la Catedral, pero sí más guitarras de las que hubiese incluido una versión purista de cualquier canción de Tino Casal, para irritación de no pocos de sus «fans». 

Quizá tampoco haya que rasgarse las vestiduras. Al fin y al cabo, el emperador del techno-glam español no tuvo inconveniente en ser productor de un grupo cabal de heavy, como Obús. Puede que su eclecticismo fuera incluso mayor que el de los muchos fieles que ha dejado por el camino, aunque es justo reconocerles que no lo han tenido fácil desde que, a partir de la mañana del 22 de septiembre de 1991, se convirtieron en custodios del recuerdo de un artista postergado o directamente en los panteones y las mitologías oficiales de una época que fue mucho más allá de la Movida.