The Jayhawks: El camino que va de Tampa a Tulsa

Belén Suárez Prieto AVILÉS

CULTURA

La banda de Minnesota cerró su gira europea con un espléndido concierto en el teatro Palacio Valdés, de Avilés, en que presentó su último álbum, Paging Mr. Proust

27 sep 2016 . Actualizado a las 19:25 h.

El camino que va de Oviedo a Avilés no es la ruta de Tampa a Tulsa. Asturias no es Florida, tampoco Oklahoma. La autopista Y no es una larga carretera americana ni el Fiat Panda es un Chevrolet ardiente, pero de Oviedo a Avilés fuimos a ver a The Jayhawks al teatro Palacio Valdés, recoleto templo, para cumplir la liturgia de otro concierto, la santa misa de celebración de la música en directo, música del suelo, de raíz, country-rock moteado de pop, alt-rock, también lo definen, música reconocible venida de la fértil América, al fin.

Mike Vergara (guitarra y teclas Ilegal) se ocupa de la banda sonora, desde el asiento del copiloto, y de Tomorrow the Green Grass pasa al CD de Rainy Day Music, escuchamos «Two Hearts» y «Save it for a Rainy Day». Cristina Gestido (violista de formación clásica, con banda de rock y composiciones propias) canta, desde el asiento de atrás, para suplicarle a Marina que no esté triste, que aparque la tristeza para otro momento.

Y en Avilés, que no es Tulsa, en la parada obligada del Lord Byron, en la televisión, un partido de los Minnesota Twins, porque para eso íbamos a ver a los de Minnesota, que cerraron el lunes pasado su gira europea en un lugar que no es Tulsa, Oklahoma, pero eso no importa, porque también, al ir a verlos, cumplimos el rito del viaje, el viaje por las canciones de una banda imprescindible para quienes nos reunimos en unas sillas de teatro coqueto, para trabajarnos nuestra propia percusión con las botas contra el suelo, con la mano contra la pierna, con el bolígrafo contra el bloc, con el amor contra el desasosiego.

Y The Jayhawks presentaron su último disco, Paging Mr. Proust, con canciones nuevas, algunas de las cuales se nos volverán imprescindibles, pero también nos dieron el cuerpo y la sangre de sus clásicos, nutriente imprescindible de la educación sentimental, las oídas en el coche, y «I’d Run Away» y «Angelyne» y «Waiting for the Sun» y «Blue». Y más.

The Jayhawks añadió, a Gary Louris, Mark Perlman, Karen Grotberg y Tim O’Reagan, en esta larga gira europea, cerrada en Avilés, que no es Tulsa, Oklahoma, a Chet Lyster, así que hubo guitarras, bajo, batería, teclados, armónicas, y hubo una pedal steel guitar, ese instrumento que nos hace estar en un garito perdido de Oklahoma, del que Lyster, con las manos delicadas del que atiende un parto, alumbró un sonido que ordena el mundo.

Y como Mr. Proust andaba por la sala yo le di un bocado a la magdalena que me ofreció y recordé, otra vez, por qué estaba allí, el viaje que no es entre Tampa y Tusla, pero un viaje de hace veinte años entre Oviedo y Oslo donde, casualmente, sucedió un hecho de epifanía, y fue a caer en mis manos Tomorrow the Green Grass y descubrí a una banda de Minnesota con canciones reconocibles y gloriosas y ya nada volvió a ser lo mismo, porque esas canciones se me adhirieron a la piel, como la tela de la chaqueta que se quema y tatúa dolorosamente los brazos, y, desde hace veinte años, me acompañan, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, y recordé, masticando la magdalena, por qué estaba allí, en un viaje que no es de Tampa a Tulsa, pero que me condujo a admirar los oficios de la música, que resultan en el soberbio concierto de The Jayhawks en un pequeño teatro de una pequeña ciudad de provincias, pero que tantos, tan variados, tan hermosos son: el oficio de cambiar cuerdas de guitarra, entre ellos.

Aplaudimos, coreamos, golpeamos el suelo con las botas, asistimos al cierre de una gira con un concierto espléndido, con la voz de Louris cristalina en sus interpretaciones con guitarra y armónica en solitario, descubriendo nuevas canciones para volver a los himnos, nos levantamos y nos sentamos, nos sonreímos con complicidad, nos preguntamos y nos contestamos. Y, con el cierre, con el glorioso cierre de «Bad Time», la canción de Mark Farner, pero que ya es de The Jayhawks, volvimos a recordar que son malos tiempos para enamorarse, pero a ver quién evita pedir lo que dicen Jayhawks en la canción «Tampa to Tulsa», que no es la ruta entre Oviedo y Avilés, pero sí lo es, porque todos los trayectos son los que nos conducen a una sala de conciertos, tome la forma que tome. A ver quién evita suplicar: Por favor, no preguntes, toma mi amor y haz que dure.