Richard Ford: Las canciones y la gente corriente

Belén Suárez Prieto OVIEDO

CULTURA

Homenaje a Richard Ford.Homenaje a Richard Ford
Homenaje a Richard Ford FPAIván Martínez

La plaza del Fontán en Oviedo fue el escenario de un homenaje musical al premio Princesa de Asturias de las Letras 2016

16 oct 2016 . Actualizado a las 17:50 h.

En el corazón sentimental de Oviedo, en la plaza del Fontán, delante de las cocheras del palacio del Marqués de San Feliz, un precioso Ford Mustang rojo, la noche del sábado, nos recibe, orgulloso, mientras esperamos que se abran las puertas de esas cocheras para escuchar letras y músicas en el concierto que, en homenaje a Richard Ford, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016, organiza la Fundación. «Canciones para gente (moderadamente) feliz» es el nombre del homenaje, «Road-trip musical por la obra de Richard Ford», explica el cartel.

Mientras esperamos, el promotor Enrique Patricio, que se ocupa de la producción del espectáculo, se acerca, «hay sofás en las primeras filas, el resto del espacio es para seguir el concierto de pie».

Por lo conocido antes del concierto -la profesionalidad de Enrique, la coordinación de Pablo Moro, algunos nombres que fueron saliendo (Michael Lee Wolfe y Puri Penín, Alberto & García, Elle Belga)-, la noche se presentaba apetitosa, pero, al entrar en las cocheras, el recibimiento en el escenario de la banda tocando ya confirmó la sospecha, porque si la banda la componen Álvaro Bárcena en la guitarra, Javi Méndez en el bajo, Jacobo de Miguel en los teclados y Wilón de Calle en la batería nada puede ir mal, nada, con esas tablas, esa entrega a la profesión y a la materia que la compone, esa certeza de que no hay mejores manos para hacer hablar a esos instrumentos.

Y entramos en las cocheras, con sofás y butacas, sí, hasta la mitad, con techos altos y un escenario en el que la banda tocaba blues y por encima de la banda, en la pared elevada, a modo de pantalla, proyecciones de escenas de la vida americana de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, anuncios (evocación de Mad Men y del malestar que no tiene nombre, evocación de Betty Friedan), retransmisiones deportivas, trozos de películas, enmarcando cada canción.

Y más cosas que seguían abriendo el apetito y confirmando la certeza de estar en buenas manos, en las buenas manos de la escena asturiana, en su amplio sentido, al entrar y ver en una mesa a Sergio Tutu.

Porque, sí, hay que hablar de una producción asturiana plagada de hombres y de mujeres, cada cual en su puesto, que certifica rigor, profesionalidad, talento y devoción por eso que nos reunió allí, de la mano de unas invitaciones que se agotaron al poco de salir, talento y devoción por las canciones, talento y devoción por esa joya que poseemos, el lenguaje, en forma de canción, en forma de novela, en forma de relato en la forma que adquiera para contarnos a la ordinary people, a la gente corriente, a la gente corriente de las novelas de Richard Ford, a la gente corriente de las canciones de Jackson Browne, de Bruce Springsteen, de Michael Lee Wolfe, de Elle Belga? A la gente corriente narrada, que no es otra que la gente corriente que escucha, que escuchamos el sábado, en las cocheras de un palacio en el corazón sentimental de una ciudad de provincias.

A la gente corriente de las canciones de Bob Dylan

Y en un concierto guiado por el autor de canciones Pablo Moro, empezamos a escuchar los relatos de Alfredo González, en su adaptación de «For Everyman», de Jackson Browne; de Nacho Álvarez, haciendo de Tom Waits y su «Jersey Girl», cómo se puede contar así de sencillo algo tan necesario y tan difícil tantas veces; de Michael Lee Wolfe (el único licenciado en Literatura por la Universidad de Michigan, como se encargó de recordarnos) y Puri Penín, con canción propia de Michael, «Last Boxcar Song», y déjenme decirles que esa canción fue uno de los momentos más bonitos de la noche, porque, en el estribillo, escuchar a la vez a Michael, a Puri y a Álvaro hizo que las cocheras, con unas doscientas personas, entre público y workers in song, se volvieran un espacio íntimo, saben, esa sensación que se consigue a veces solo de sentirse en el metro cuadrado propio en medio de tantas personas.

Qué belleza de interpretación, qué oficio más hermoso

Pablo Moro leyó el fallo del jurado, la razón última de por qué nos reunimos allí. Y, a continuación, Stormy Mondays, en la primera canción sin la banda del concierto, con su canción Talking in my Sleep, con Bob Dylan como inspiración; e Igor Paskual, leyendo a Richard Ford, explicándonos por qué a él, gran usuario de hoteles, le gustan los hoteles, y haciendo Blue Hotel, de Chris Isaak; Elle Belga, con canción propia de su último álbum, Ahora, y Fany se alegró de compartir escenario con la banda, con compañeros de trinchera, algo no acostumbrado; y luego Alexandra in Grey, con canción propia, Canada, y Sandra Lusquiños casi no podía hablar, por un catarro inoportuno, y qué voz para cantar, a pesar del catarro, que apenas notamos cuando empezó a cantar.

Y Fee Reega, The Boxer, de Paul Simon, con Cassius Clay, quién si no, peleando en la pantalla; Alberto & García, con Javi Méndez ahora también en la voz, haciendo una de las mejores canciones jamás escritas, The Weight, de The Band, de Robbie Robertson, canción inserta en la tradición del relato del viaje, de las aventuras, de los tropiezos en el camino, de la vuelta a casa. De lo que llevamos narrando desde Odiseo.

Y, sí, cada uno, cada una contaron por qué esa canción y por qué Ford. Y por qué esa canción para Ford. Y como el calendario y las elecciones de los jurados quisieron, un Premio Príncipe de Asturias de las Artes resultó premiado ahora mismo con un Nobel de Literatura y esta decisión ha levantado una polémica encendida sobre si las canciones son literatura?

A quien esto escribe la polémica, estallada con vehemencia grande, le ha sorprendido. Literatura, las canciones, literatura, las canciones de Bob Dylan? Qué es, si no, la literatura, que usa como materia prima el idioma, la narración de lo que nos ocurre, con determinación estética, con la ayuda de las metáforas y las analogías del tiempo delicuescente, la narración y su transmisión, por medio de un papel impreso o de las notas de una canción.

Y, sin preverlo, en ese rincón de Oviedo vivimos el homenaje a las fundamentales letras americanas, venidas de las novelas, venidas de las canciones, sin enfrentamiento, haciendo lo mismo y lo que necesitamos.

Y, así, como bis, banda, músicos y músicas participantes, en el escenario, cantaron y tocaron Like a Rolling Stone, para tanta gente corriente la mejor canción de la historia.

Pero dejo para el final algo

Pablo Moro, antes del bis, cerró el concierto, esta vez, como músico. Y dijo que el jefe se había dado cuenta de que nadie en el repertorio había incluido una canción de aquel que mejor retrata a la gente corriente, transitando por América, pero a la que le ocurre lo mismo que a la que transita por cualquier ciudad, por cualquier calle. Quién mejor para hablar de Mary, de esperanzas que se niegan a ser derrotadas antes de tiempo, de Chevrolets ardientes, quién mejor que Bruce Springsteen.

Y Pablo Moro cantó Thunder Road y Álvaro, Javi, Wilón y Jacobo pusieron la música. Y allí, con Mary bailando a Roy Orbison, se repitieron las historias de Richard Ford y las de las canciones de la noche y las de las otras canciones y las de cada relato, que son las nuestras, las de la gente corriente, que el sábado por la noche se junta para no estar sola y escuchar canciones en cualquier corazón sentimental de cualquier ciudad de provincias.