«El triatlón va bien, pero no puede pasar de espectáculo desconocido a deporte de masas en poco tiempo»

Raúl Álvarez OVIEDO

CULTURA

Gómez Noya
ALBERTO LÓPEZ

Javier Gómez Noya recuerda que su primer triatlón la disputó en Asturias, en Castropol, a los 15 años

19 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El primer viaje de Javier Gómez Noya (1983) llegó muy pronto en su vida. El triatleta nació en Basilea, donde sus padres habían ido a trabajar, pero cuando tenía tres meses la familia regresó a España y se instaló en Ferrol. Desde Galicia sigue viajando ahora por todo el mundo de competición en competición. Ha alcanzado un éxito que, en algún momento, parecía imposible. Una cardiopatía pareció excluirle de un deporte tan exigente como el suyo, pero la superó como todos los demás obstáculos en un camino de victorias cuyos primeros pasos, por puro azar, dio en Asturias. En el verano de 1998, un grupo de amigos de su club de natación en Ferrol le invitaron a apuntarse a un triatlón en Castropol. Lo demás ya es leyenda.

-¿Le ha consolado el premio de la caída que le hizo quedarse sin ir a los Juegos Olímpicos?

-Una cosa no quita la otra. Este es un premio a mi trayectoria deportiva y lo agradezco mucho. Pero los Juegos eran una competición concreta, mi principal objetivo para este año, y ya no los voy a recuperar. Fue una lesión inoportuna, pero ya ha quedado atrás. En el deporte siempre va a haber momento duros y hay que saber superarlos.

-¿Le dura el dolor de no poder llegar a Río?

-Ya he visto otros momentos complicados y también sirven. Aprendes, te haces más duro para lo que viene después. He tenido más descanso de lo que pensaba y, gracias a eso, volveré más fuerte.

-¿Piensa en todo lo que se ha entrenado desde que empezó en su deporte?

-Claro, hace ya casi 20 años. Entonces era un deporte muy pequeño, en España casi no se conocía.

-¿Cómo llegó a él?

-Yo siempre hice mucho deporte, lo que quise, porque mis padres nunca me apuntaron a nada ni me impusieron nada. Empecé con el fútbol, como tantos niños, pero luego, sin que pasara mucho tiempo, me di cuenta de que me atraían más los deportes individuales y, sobre todo, los que ponían a prueba mi capacidad de resistencia. A los 11 años empecé a ir a la piscina con el Club Natación Ferrol. Y allí, por casualidad, cuando tenía 15 años, unos amigos que preparaban un triatlón me preguntaron si me gustaría apuntarme. Precisamente era en Asturias, en Castropol. Dije que sí. Ya había terminado la temporada de natación y quería hacer algo. Fue una experiencia muy dura, porque, aunque nadaba mucho, no me había entrenado de forma específica para el resto de la prueba.

-Pero, a la vista de los resultados, algo encajó. ¿Cómo fue el paso al triatlón?

-Al principio, solo lo veía como un pasatiempo. Mi principal objetivo seguía siendo la natación y no me dedicaba al triatlón más que en verano, para pasármelo bien, aunque esa dedicación escasa me sirvió para darme cuenta de que, aun sin prepararlo expresamente, correr se me daba bien. Iba tan rápido como los mejores de mi edad, así que empecé a pensármelo, y para los 18 o los 19 años ya había decidido hacer del triatlón mi prioridad. Desde entonces, la natación ya solo es una parte de lo que hago.

-Y, ahora, ¿cuál es su segmento preferido?

-Pues la verdad es que, a la hora de entrenarse, la natación es el más aburrido. Todo son repeticiones de series y tiempos. Lo que más disfruto es la carrera a pie. Me gustan todas las pruebas de fondo y el esfuerzo que conllevan.

-¿Es de los que se animan con la épica del sufrimiento?

-Sin exagerar. En cualquier deporte de alto nivel se sufre. Lo que uno necesita aprender es a tomar las decisiones adecuadas sobre cuándo seguir y cuándo parar. Pero claro que a los atletas de élite nos gusta superarnos y conseguir los objetivos que nos marcamos.

-¿Cuánto tiempo le dedica a entrenarse en una semana corriente, sin ninguna gran competición cerca?

-Una semana normal se va fácilmente a unas 30 o 35 horas de entrenamiento. En distancias, ese tiempo significa unos 25 o 30 kilómetros de natación, más de 400 en bici y 120 de carrera a pie. Si a eso le sumamos el trabajo en el gimnasio y el tiempo que paso con el fisio, sale casi todo el día. Este deporte exige mucha dedicación y eso da mucho valor a lo que hacen los aficionados que encuentran la manera de practicarlo mientras lo compaginan con los estudios o con el trabajo.

-¿Y usted cuándo supo que podría dedicarse a ello como profesional?

-El punto de inflexión fue el Campeonato del Mundo sub 23 que disputé en Nueva Zelanda. Era mi primer año en la categoría y sabía que lo hacía bien en España, pero no tenía ninguna referencia de mi nivel en el mundo. La sorpresa fue que gané, a pesar de que era el más joven de todos los participantes. Eso no quiere decir nada, no es definitivo ni garantiza el éxito, porque muchos ganadores junior luego no consiguen dar el salto a las categorías superiores, pero sí fue un respaldo para intentarlo.

-Pero lo consiguió y ahora se dedica a ello. ¿Vive de su deporte? ¿Ha seguido la polémica de este verano sobre la financiación de los deportistas olímpicos?

-Yo vivo bien de este deporte y no me puedo quejar. Pero sé que esto solo es posible si estás a un nivel muy alto, el del primer peldaño: ahí están los hermanos Brownlee, o Frodeno, o yo mismo. Por detrás, sin embargo, hay gente como Vicente Hernández, al que conozco bien y que compite a un nivel internacional muy alto. Y le cuesta conseguir patrocinios. Ya no se trata ni siquiera de que le paguen por usar una determinada marca de bicis, sino de que no tenga que pagarse su bici. Aunque este deporte ha evolucionado mucho desde que yo me metí en él, aún no se puede equiparar a otros, desde luego.

-¿En qué ha cambiado el triatlón en esas casi dos décadas?

-Está despegando y ha mejorado mucho. Es más, en España ha habido un cambio radical desde 1998, pero aún queda mucho camino por recorrer. No se puede pasar de deporte desconocido a acontecimiento de masas en poco tiempo. Lo mejor es ver cómo ha aumentado la participación en las pruebas populares, estar cerca de toda esa gente que se marca retos personales y se apunta para superarlos. Pero, para coger más vuelo, la clave está en los medios de comunicación. Si nos dedican tiempo y atención, a lo mejor lo ve algún niño que decide que le gusta y empieza a practicarlo. Si solo les enseñamos fútbol o tenis, lo natural es que solo se interesen por eso.

-¿Dónde está la cantera? ¿En todos esos atletas de las pruebas populares de atletismo o en la natación de la que usted procede?

-Hay muchos amateurs que sí empiezan relativamente tarde. Quizá porque están estancados después de correr toda la vida y buscan nuevas desafíos. Pero hay muchas formas de empezar. La natación, desde luego, es una gran cantera. Se trata de un deporte en el que, a partir de cierta edad y por mucho de te esfuerces y te entrenes, es muy difícil mejorar. Pero quien haya pasado ahí unos años tiene una buena base para ser triatleta.

-Usted ha tenido mala suerte este verano, pero a menudo se destaca del triatlón que no es una actividad proclive a las lesiones, a pesar del esfuerzo que conlleva, porque combina la carrera a pie con otros ejercicios menos agresivos para los músculos. ¿Qué le parece?

-Claro que hay lesiones, sobre todo en la élite. Si llevas el cuerpo al máximo, siempre va a protestar. Son habituales las sobrecargas y también es posible un accidente cuando vas en la bici. Pero es cierto que no es un deporte de contacto, así que no te llevas golpes, y tampoco son habituales las descompensaciones, porque no haces gestos bruscos ni cambios repentinos de dirección como, por ejemplo, en el fútbol.

-Es una disciplina con varias distancias, según el tipo de pruebas. ¿Cuál es su favorita?

-Yo aún no he probado las distancias más largas. En la Copa del Mundo se hace normalmente la distancia olímpica: 1.500 metros de natación, 40 de bici y 10 de carrera a pie. Aunque también hay algunas pruebas, que llamamos sprint, que reducen esas distancias a la mitad. A las televisiones les gustan porque son más espectaculares. Y luego hay pruebas mucho más largas, del tipo del Ironman. Yo no las hago ahora, pero acabaré ahí. Es la tendencia natural con la edad, a medida que cumples años, pierdes velocidad en la carrera y te concentras en la resistencia.

-¿En qué segmento le gusta sentirse más fuerte?

-Es muy difícil estar bien en las tres disciplinas. Si te entrenas mucho en  una, eso te pasa factura en las otras. El truco está en encontrar una combinación que permita rendir bien en las tres. Yo no me centro mucho en ninguna estrategia, porque eso depende del día y los rivales. Pero hay algo seguro: en el nivel más alto no puedes permitirte tener puntos débiles. Los rivales te los van a notar y ahí será donde te ataquen y donde vas a perder.

-Ahora que le premian por toda su carrera, ¿qué momentos recuerda especialmente?

-Hay muchos momentos bonitos. Por ser de los primeros, le diría ahora que el final de la Copa del Mundo de 2003. Después de siete pruebas, gané la última con un sprint y en casa de mi rival, que era inglés. Me quedé muy satisfecho, claro.

-¿Cómo es el ambiente del mundillo? ¿Duran las rivalidades cuando se acaban las pruebas?

-No, no. Sí que hay mucha rivalidad, pero también tenemos un deporte muy sano. He hecho grandes amigos en este mundillo y, en general, todo el mundo sabe diferenciar entre competir en las carreras y tratarse con amabilidad fuera de ellas. Compartimos muchos esfuerzos, recuerdos  y horas de viaje para llevarnos mal.