«No se pueden cerrar las minas de hoy para mañana y dejar a esas personas sin trabajo»

Susana D. Machargo REDACCIÓN

CULTURA

Christiana Figueres
Christiana Figueres FPA

Christiana Figueres analiza las consecuencias del cambio climático y explica las medidas que se están tomando para evitar un escenario aún peor

21 oct 2016 . Actualizado a las 12:38 h.

-Hay consecuencias evidentes del cambio climático. ¿Llegamos tarde?

-Definitivamente, hay consecuencias para las que no hay marcha atrás, porque ya hemos sobrepasado un umbral que nunca se había cruzado antes en la historia. Pasamos los 350 y los 400 partículas por millón de concentración en la atmósfera y eso ya no lo podemos cambiar. Vamos a vivir con consecuencias de impactos nocivos y de eventos climáticos extremos. Lo que se está haciendo con el Acuerdo de París es evitar que sigamos subiendo, sin límites, en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Estamos evitando el peor escenario. Un mal escenario ya lo tenemos. Es inevitable. Lo que estamos evitando es el peor.

-¿Cuál es la diferencia básica de este Acuerdo de París con protocolos y acuerdos anteriores, como por ejemplo el de Kyoto?

-Tiene ventajas muy importantes. Lo primero es que es un acuerdo que cubre a todos los países. Antes teníamos un acuerdo que bifurcaba entre los países industrializados y los que estaban en vías de desarrollo, dándoles ciertas obligaciones y compromisos a los países industrializados y ningún compromiso a los que están en desarrollo. Este acuerdo los cubre a todos de una manera justa, porque cada uno, voluntariamente, ha puesto sobre la mesa lo que va a hacer. No se les impone sino que se les da incentivos para que cada uno contribuya. Al mismo tiempo, lo que es diferente al resto de acuerdos es que los anteriores eran estáticos, regían las emisiones en el momento de la validez del acuerdo. Este es dinámico y acompañará la transformación de la economía global a través de varias décadas. Prevé que cada 5 años los estados se vuelven a reunir y sigan subiendo en sus ambiciones por enfrentar el fenómeno.

-¿Para llegar a este tipo de acuerdos es necesario rebajar las expectativas? ¿Para incluirlos a todos hay que ceder mucho?

-Eso no se hizo en París. Al contrario, en este acuerdo está muy claramente especificado que hay que llegar al balance entre las emisiones y la absorción natural del planeta para la mitad del siglo. Esa es la aspiración que dicen los científicos que es necesaria. No rebajamos nuestras aspiraciones. La aspiración del destino final está incluida dentro del Acuerdo de París. Lo que hicimos es reconocer que esta va a ser una transformación a lo largo de un periodo de años. No es de hoy para mañana. Al reconocer que es un largo periodo y al reconocer que cada país tiene su punto, se logró un acuerdo ambicioso pero su justo.

-Usted ha dicho en repetidas ocasiones que es la primera vez que se va a transformar la economía a propósito y que esa es la gran novedad, que se va a modificar en la dirección que se quiere o se necesita.

-Así es. Porque la última transformación profunda de la economía que se hizo fue la revolución industrial, en donde se descubrieron los combustibles fósiles y luego fuimos desarrollando las tecnologías y los esquemas financieros para poder hacer uso de esos combustibles fósiles. Esa transformación a lo largo de los años no fue una revolución que se decidiera sino que se desarrolló a base de haber encontrado los combustibles y luego poner los medios. Es una transformación dirigida por el mercado, por la demanda y la oferta. La transformación que promueve el Acuerdo de París es una transformación decidida, intencional y producto de la decisión unánime de 195 países que ha decidido cambiar sus economías hacia economías bajas de carbón.    

-Pese a esa unanimidad todavía hay muchos escépticos. El expresidente Aznar, que llegó a hablar de un excesivo alarmismo, es uno de ellos. También los son otros políticos de peso internacional e incluso algunos Gobiernos. ¿Cómo se pueden vencer aún esa resistencia?

-Los escépticos del cambio climático son cada día menos. Ya quedan muy pocas personas que dudan de la ciencia. Pero, dejando la ciencia aparte, para aquellos países que no estén convencidos de la ciencia, lo que es muy diferente en este proceso, y la gran mayoría de los estados y de los grandes líderes de los sectores público y privado tienen que saber, es que es un proceso beneficioso para las corporaciones y para los estados. Porque se puede utilizar la descarbonización que hay que hacer para frenar el cambio climático para modernizar la economía y para acelerar la transformación que requieren las economías del siglo XXI. No quisiéramos vivir la economía del siglo XXI con la tecnología del siglo XX, igual que no vivimos el siglo XX con la tecnología del siglo XIX. Eso no tiene ningún sentido. Si ya tenemos otras tecnologías mucho más avanzadas que nos dan mucho más seguridad de energía, energía más barata y más saludable, ¿por qué no la vamos a utilizar?

 -¿Cómo movilizar a la sociedad civil? ¿Va por delante? ¿La publicación periódica de informes científicos que muestran las consecuencias concretas del cambio climático en un territorio puede ser beneficioso y convencer de que cada uno, a título individual, debe aportar?

-Ya hay muchos movimientos de la sociedad civil que se dan cuenta de que estamos siendo irresponsables, que estamos desperdiciando. Porque aquí de lo que se trata es, en primer lugar, de los desperdicios que estamos generando, de energía y de muchas otras cosas, y que no son necesarios. En los países industrializados, podemos vivir con el mismo nivel de confort sin desperdiciar tanto. Desperdiciamos demasiado. Por ahí podemos empezar. Y luego, por supuesto, con ir sustituyendo y siendo más responsables en nuestro consumo, con nuestra alimentación, con nuestro sistema de transporte,? Todos podemos ser muchísimo más responsables.

-¿Y no cree que pudieran tener el efecto contrario, que un exceso de informes alarmantes pueda llegar a desmovilizar?

-Tal vez, pero los efectos ya se están viendo ahora. No es que nos vayamos a quedar sin costa dentro de 20 ó 30 años. Es que ya no estamos quedando sin costa y sin agua. Muchos países, por ejemplo en la zona andina, en Sudamérica, se están quedando sin agua por el deshielo de los glaciares. Hay islas que notan cómo el mar sube y saliniza sus fuentes de agua y tienen problemas para busca agua dulce. No es algo del futuro, es el presente. El futuro con el cambio climático ya es el presente.

-Un país como el suyo, Costa Rica, con un 25% del territorio protegido y un elevado uso de energías renovables, ¿es un buen ejemplo de hacia dónde deben caminar los estados? ¿Son tan necesarias las políticas de protección del suelo como las energéticas?

-Las políticas de protección del territorio son igual de importantes. No se trata solo de la energía, el suelo también es importante. Costa Rica es un ejemplo maravilloso, con un 25% del territorio protegido. Somos uno de los pocos países del mundo, sino el único, que va aumentando su cobertura boscosa en lugar de ir disminuyendo y somos un país que el 95% de la electricidad que consume es de fuentes renovables. El año pasado sobrepasamos 200 días seguidos en los que usamos solo electricidad limpia y este año puede ser hasta más. Es un país que ha tenido una inversión y una política de responsabilidad durante muchísimas décadas. Esto no se logra de la noche a la mañana. Es una visión y una continuidad a largo plazo, pero donde estamos viendo los beneficios.

-Asturias, como Costa Rica, es un territorio con un elevado porcentaje del suelo protegido pero, en cambio, es una región carbonífera, con centrales térmicas y grandes industrias. ¿Cómo puede adaptarse a ese modelo sin generar problemas laborales, económicos y sociales? ¿Cómo evitar tensiones y, al mismo tiempo, luchar contra el cambio climático?

-La verdad es que cada país o cada región tienen que ir decidiendo cómo se va a ir ajustando a la transformación. Lo que está claro es que nadie se puede quedar como está. No le conviene a nadie quedarse como está. Pero el trayecto hacia la transformación tiene que darse según las circunstancias locales. Si comparamos Asturias con Costa Rica, Costa Rica no tiene carbón ni industria pesada. En ese sentido, no tuvimos nunca ese provecho y tampoco tenemos hoy el problema. Asturias le ha sacado mucho provecho pero ahora se enfrenta a un reto. Aquí lo importante es recordar que no hay una receta que les quede bien a todos. Cada uno, y eso el Acuerdo de París lo respeta profundamente, tiene que ir buscando su trayectoria, pero la dirección debe ser la misma. Tiene que ser una dirección de ir en proceso de descarbonización a lo largo del tiempo, que sea justa, sobre todo para los trabajadores. No se pueden tomar medidas, por ejemplo, de cierre de minas de hoy para mañana y dejar a esas personas sin trabajo. Eso no se puede hacer. Tiene que haber una transición gradual, responsable, justa y que mire hacia adelante.

-¿Qué supone para el Acuerdo de París un reconocimiento como el premio Princesa de Asturias?

-Para los latinos el premio Princesa de Asturias es el Nobel del mundo hispanoparlante y siempre ha habido mucho reconocimiento y admiración por estos galardones. Que la Secretaría de Cambio Climático, que yo tuve el honor de dirigir durante seis años, hubiera merecido este premio es algo muy especial. Es especial, sobre todo, para el equipo, compuesto por más de 500 personas que han trabajado durante años, desde el fallido Acuerdo de Copenhage hasta desembocar en el Acuerdo de París. Ha sido muy lindo. Me acuerdo muy claramente de la mañana en que se me llamó para avisarme. Fue muy especial, llamé a una reunión a todos los funcionarios para compartir la feliz noticia. He tenido varios premios personales pero nunca para la institución. Por esa razón, para mí, ha sido el premio más especial, que se reconozca a todo el equipo, a los 500 colegas que trabajaron tan duro.

-Al margen de la Secretaría del Cambio Climático, usted presentó su candidatura a la secretaría general de la ONU, puesto para el que finalmente ha sido elegido Antonio Guterres. ¿Qué hubiera aportado al cargo una mujer, latinoamericana y experta en la lucha contra el calentamiento global?

En primer lugar, después de 70 años, ya era hora de que hubiera una mujer. Eso en primer lugar. Lastimosamente, no se logró. También me parece que podía aportar mi experiencia en fortalecer el multilateralismo, que tuvo y sigue teniendo tantos fallos dentro del seno de Naciones Unidas. En el marco de la convención del cambio climático, hemos demostrado que se puede fortalecer, que se puede trabajar así. No en una semana o en dos, pero sí en los seis años que estuve al frente de la secretaría. Y se pueden lograr acuerdos que parecen imposibles. Naciones Unidas se enfrenta ahora a retos que parecen imposibles de solucionar, como Siria, y donde yo firmemente creo que no podemos rendirnos. No podemos decir que es imposible. No. Hay que buscar. Es difícil. Eso lo reconozco. Debemos seguir buscándole, como decimos en mi patria, la comba al palo. Si no sale por un lado hay que mirar por otro. Eso era lo que yo quería aportar. Dicho esto, Antonio Guterres es un buen amigo. Es una persona de un liderazgo y de una visión extraordinaria y, sobre todo, es de un compás moral que yo admiro mucho. Estoy segura de que estamos en buenas manos.