«Frankenstein» vive (y está en LABoral)

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

Un aspecto general de «Los monstruos de la máquina», en LABoral
Un aspecto general de «Los monstruos de la máquina», en LABoral Marcos Morilla

«Los monstruos de la máquina», la mayor exposición del centro este año, se asoma a las posibilidades y horrores de nuestra relación con la tecnología con ocasión de los 200 años de la novela

19 nov 2016 . Actualizado a las 07:44 h.

Hace unos años, un grupo de ciudadanos de distintos puntos de los Estados Unidos crearon un grupo de Facebook cuyo nexo de unión era, como en cualquier otro, una afición común. En este caso, vigilar a través de una web conectada a un sistema de cámaras las proximidades de la frontera mexicana para detectar y denunciar el paso de inmigrantes indocumentados. Sus comentarios eran como los de casi cualquier otro grupo en la red de Zuckenberg: livianos, jocosos, joviales. Muchos de ellos aparecen al pinchar sobre un mosaico formado por sus avatares en The Virtual Watchers, la pieza de Joana Moll incluida en  Los monstruos de la máquina, la gran exposición de este año en LABoral que se asoma desde todos los lenguajes del arte contemporáneo a los abismos (y las esperanzas) de nuestra relación con las tecnologías.

Con el pretexto del bicentenario de la escritura por Mary Wollstonecraft Shelley de Frankenstein o el moderno Prometeo, la exposición «nos invita a replantearnos la advertencia de la novelista sobre los efectos involuntarios y dramáticos que las tecnologías y la imaginación de los científicos ejercen sobre el ser humano y sobre el mundo». Las palabras son de su comisario, Mark Garrett, co-director de la comunidad de artistas en internet Furtherfield, que ha seleccionado 20 artistas para enfrentar al visitante, entre la revelación, el sobrecogimiento, la reflexión o el simple juego, a lo que hay detrás de esas prótesis que ya hemos implantado en nuestros cuerpos y mentes sin mayores cavilaciones. La muestra, que se enmarca en las actividades de la Red Europea de Arte Digital y CIencia financiada por la UE, posee otro rasgo distintivo que no quiso dejar pasar en su presentación la directora artística de LABoral, Katherine Ohlenschläger: un 70 por ciento de las obras expuestas han sido realizadas por mujeres.

Viejos y nuevos monstruos

Desde esos supuestos, Los monstruos de la máquina expone algunas de las maneras en las que la tecnología de última hornada destapa viejos y nuevos monstruos en la humanidad, y algunas de las nuevas conductas que son posibles para ellos. Por ejemplo, la de esos desocupados y festivos vigilantes que cazaban seres humanos en Nuevo México o Texas desde la pantalla de su ordenador personal en algún apartamento de New Jersey. Pero también las relacionadas con el cambio climático y el impacto tecnológico en el medio ambiente, las políticas de género, la gobernanza, los mecanismos de control, el hacking y el biohacking...  

Para la ocasión, el código fuente que daba la bienvenida en el gran muro del vestíbulo ha cambiado, por obra y gracia del artista asturiano Fernando Gutiérrez, que, en una de sus bizarras y al tiempo exquisitas intervenciones, ha llenado el espacio con el friso The Brain of the Planet: un desfile de mutantes, híbridos, cyborgs y avanzadillas (o retrocesos) de la evolución, como una larga procesión que se dirige hacia el interior de la exposición (a la que, por cierto, la instalación de Fran Meana Arqueologías del futuro, que hay que atravesar para llegar a la muestra, se le agrega sin ningún problema).

Algunas piezas

Trabajos como La cura: Everyhting, de AOS, muestran cómo el hackeo -en este caso de datos confinados a un historial médico- pudieron salvar la vida del hacker. Cristina Busto, una de las artistas asturianas seleccionadas para la colectiva, reconstruye la misma intimidad donde nos creemos libres ante el ordenador, aunque esa libertad se limite a emitir un "me gusta" o dejar de emitirlo. Carla Gannis retrocede hasta el Jardín de las Delicias de El Bosco y pone a prueba la pervivencia de su iconografía repoblándolo de emojis.  Genetic Moo invita a encerrarse en la oscuridad con una linterna y despertar un bello ecosistema que evoca la visión al microscopio. Gretta Louw utiliza el collage animado para establecer analogías entre nuestro abuso de los servidores informáticos -y sus efectos sobre el medio ambiente- y la proliferación de especies como las medusas como consecuencia del cambio climático, y Shu Lea Cheang invita a acariciar membranas de teclados en desuso para reconstruir el mundo tecno-distópico de su película UKI Viral Love... 

Son solo unos cuantos ejemplos de un recorrido que, como siempre en LABoral, pide su tiempo y proporciona gratificaciones poco frecuentes en un centro de arte convencional. Pero pocas veces sentiremos que las piezas en una de sus exposiciones nos hablan tan directamente de nosotros mismos y los monstruos o los ángeles que podemos ser un monstruos a los mandos de nuestro Smartphone. También sin él, desde luego; pero la cuestión en este caso es qué viejos monstruos y qué monstruos nuevos invocamos al convertirnos en modernas criaturas de Frankenstein compuestas por carne e implantes y prótesis de la más cotidiana cacharrería digital.