«Envidio el sentido gremial del cine francés o alemán»

Pablo Batalla Cueto

CULTURA

Lluís Homar, en el FICX54
Lluís Homar, en el FICX54

El actor catalán, que recogió el Premio «Nacho Martínez», desgrana sus proyectos y da un tirón de orejas a los poderes públicos por falta de sensiblidad cultural y a su propio sector por falta de sentido gremial

21 nov 2016 . Actualizado a las 19:56 h.

El actor catalán Lluís Homar (Barcelona, 1957), conocido por sus papeles en películas como Los abrazos rotos, Los Borgia o EVA viene a Gijón a recoger el Premio Nacho Martínez, que el Festival Internacional de Cine de Gijón otorga cada año desde 2002 a actores especialmente distinguidos por sus valores humanos y su trayectoria vital. En esta entrevista, desgrana los proyectos que tiene sobre la mesa, entre los cuales destaca una próxima interpretación del Ricardo III shakespeariano, y le da un tirón de orejas a los poderes públicos y a su propio gremio por, respectivamente, su falta de sensibilidad hacia la cultura y su carencia de sentido gremial.

-A lo largo de su dilatada carrera como actor, ha interpretado a un robot mayordomo, a un comisario y hasta al papa. ¿Qué papel le falta por interpretar? ¿Qué le gustaría hacer que no haya hecho ya?

-No sabría decirte… Yo, en teatro, he tenido la suerte de poder hacer grandes personajes. En el mes de mayo voy a hacer de Ricardo III en la obra de Shakespeare: un reto brutal. En cine, a veces pienso que me encantaría hacer una película como Mejor imposible y un papel como el de Jack Nicholson; un personaje de esas características. Te dices: «Bah, sería chulo que de repente pasara algo así». Pero bueno, al final a mí el personaje que más me importa es Lluís Homar.

-Una carrera coherente, entiendo.

-Una carrera coherente, sí, pero sobre todo una existencia coherente. Una vez estaba hablando con mi terapeuta después de separarme de mi ex ?un momento tortuoso y difícil en el que me planteé muchas cosas? y él me dijo que al final lo más importante que puedo dejar a mis hijos no es haber trabajado con no sé quién o haber hecho esto o lo otro, sino un legado de valores. Por más que el ego te pida más y más y quiera reconocimientos y premios, yo soy muy consciente de que ése es un camino muy equívoco y que lleva a engaño. El único Oscar que a mí me preocupa es el Oscar anónimo que recibiré algún día si he sabido vivir no escondiendo la cabeza bajo el ala sino mirando la vida de cara.

-¿Por qué es actor? ¿Qué caminos le condujeron hacia esta profesión?

-Yo mismo me lo planteo, y si lo pienso crudamente me doy cuenta de que me hice actor porque era la única manera en que yo sentía que me dejaba ver. Jugando al fútbol era uno más, pero como actor destacaba. Había ese componente de vanidad y no sé si era sólo por eso o si eso simplemente ayudó. En todo caso, después ha sido algo tan bonito, y a veces tan difícil, pero sobre todo tan bonito… Un amigo mío dice una frase que a mí me parece preciosa: la interpretación ha sido una bonita manera de pasar por la vida. Para mí, ser actor es eso.

-Su última película es Anomalous, un thriller psicológico dirigido por Hugo Stuven a caballo entre El silencio de los corderos y Seven. Háblenos de ella.

-Es, como tú bien dices, un thriller psicológico entre esos títulos que nombras, que para mí son un límite. El cine de terror no me gusta, pero creo que en este caso hay un director serio -para el que la película es su ópera prima-, un guion serio y un producto que atrapa, que es valiente, que apuesta por la palabra, que tiene mezcla de lenguajes: uno más clásico y otro más contemporáneo; elementos del cine de terror per se y otros más propios del cine fantástico. Es una película elegante, algo que es muy difícil de hacer. Yo siempre digo que hacer cine es como estar siempre jugando la Champions, porque colocar una película en un cine cada fin de semana es colocarla al lado de lo mejor que se hace en el mundo y someterla a la crítica de los mismos críticos que se ocupan de lo mejor que se hace en el mundo, y eso es muy duro. Es muy duro hacerse respetar. Pero yo creo que este chico lo consigue.

-¿Qué toca ahora? ¿Qué proyectos tiene en el horizonte?

-Este año es teatro, teatro, teatro. Estoy a punto de hacer la reposición de una obra emblemática en el teatro de Barcelona en el que yo empecé, que es el Teatre Lliure de Barcelona. La obra es Las bodas de Fígaro, de Beaumarchais. Luego estreno en Madrid Las brujas de Salem, de Arthur Miller, en una versión dirigida por Andrés Lima. Y luego, en mayo, estrenaré el Ricardo III con dirección de Xavier Albertí.

-¿Es muy diferente hacer cine y hacer teatro? ¿Qué registro le gusta más?

-No tiene nada que ver; cambia todo. El teatro es una suma de experiencias; un ir excavando y descubriendo cosas nuevas con cada nueva representación. El cine es lo inmediato, el momento único que se graba y queda para siempre. Los dos son maravillosos si el proyecto en cuestión lo es, la gente vale la pena y uno se implica.

-¿Cómo valora el momento actual del cine español?

-Complejo, difícil. A mí, pensando en ejemplos cercanos, me dan cierta envidia el cine francés, el cine alemán… Pero no porque sean cines mejores, sino porque en esos países parece haber más conciencia, más reconocimiento de lo que allí se hace y en consecuencia más apoyo y más sensibilidad por parte de los poderes públicos. Echo de menos eso y quizá también, por ser autocrítico, más buen hacer por parte de nuestro propio gremio; no pensar sólo en el beneficio propio sino tener algo más de sentido gremial. Creo que podríamos ir a mejor. Pero también creo que iremos a mejor y que nada ni nadie va a poder con el cine.

-¿Qué le pediría a Íñigo Méndez de Vigo ahora que acaba de asumir el cargo de ministro de Cultura?

-Lo que pido siempre a todos los ministros: sensibilidad. Los medios son los que son, pero la sensibilidad puede ser más de la que es. La sensibilidad es la herramienta a través de la cual las cosas son lo mejor que pueden ser en función de las limitaciones que hay. Y yo no siento que la haya. Hay mucha insensibilidad hacia el cine y hacia la cultura en general, y a las pruebas me remito: ya casi da pereza nombrarlas. Sensibilidad.

-¿Cómo se ve el Festival de Cine de Gijón desde fuera?

-Es un festival que yo no conocía muy de cerca, porque nunca había tenido la oportunidad de venir. Ésta es mi primera vez en el festival y ahora que lo vivo desde dentro me doy cuenta de que es un verdadero referente. En primera línea tenemos, evidentemente, el festival de San Sebastián, pero quizá Gijón sea el que venga después. Es un festival serio, un festival que ama el cine. A veces hay festivales que son una mera excusa para determinados intereses de cadenas de televisión y demás. Aquí eso no sucede. Lo que hay, lo que yo veo, es honesto, sincero y verdadero.

-¿Qué significa para usted estp premio?

-Pues un reconocimiento a mi actitud respecto al cine y a todo aquello en lo que he trabajado, que es una implicación del cien por cien. Y un darme alas para seguir intentando dar lo mejor de mí mismo.