El ángel exterminador de los villorrios

eduardo galán blanco

CULTURA

La película «Amor y amistad» es una versión de la poco conocida novela breve de Jane Austen «Lady Susan»

28 nov 2016 . Actualizado a las 08:21 h.

Las novelas de Jane Austen han sido adaptadas en una filmografía que suma más de cincuenta títulos. Y en las últimas dos décadas parece haberse activado un revival de la escritora, con biopic incluido -La joven Jane Austen, encarnada por Anne Hathaway-, hasta tal punto que, recientemente, incluso nos ha llegado una versión gore: Orgullo+ prejuicio+zombis.

La autora británica de comienzos del XIX dotó a sus personajes femeninos con una complejidad y viveza muy cinematográficas que ha dado inolvidables heroínas al cine, desde Greer Garson en Más fuerte que el orgullo -versión prematura de Orgullo y prejuicio- hasta Emma Thompson y Kate Winslet en Sentido y sensibilidad; pasando por Frances O’Connor en Mansfield Park, Keira Knightley en Orgullo y prejuicio, Sally Hawkins en Persuasión y Gwyneth Paltrow en Emma, un personaje este último que también interpretó, hace ya casi dos décadas, Kate Beckinsale, fina actriz que repite en el mundo austeniano con Amor y Amistad.

La película es una versión de la poco conocida novela breve Lady Susan, que resalta aún más la ya de por si combativa ironía de la novelista, ariete de biempensantes aristócratas de provincias, toda una bomba larvada en manos del director Whit Stillman -Damiselas en apuros-, especialista en dirigir personajes femeninos vigorosos. Beckinsale -que es capaz de cosas tan dispares como matar monstruos en la serie Underworld, o encarnar nada menos que a Ava Gardner en El Aviador- está soberbia aquí, hierático ángel exterminador de acomodados, encorsetados, vanidosos y paletos señores, amos de miserables villorrios.

«Detesto las emociones imprudentes y la sinceridad», dice esta especie de samuray victoriano, joven viuda, profunda conocedora de la naturaleza humana, que, con las armas de la inteligencia y el autocontrol, sobrevive en un clasista mundo de hombres, manipulando a los falsos santurrones y aprovechando las goteras de la hipocresía social.

Los grises paseos por la campiña a la fría luz de la mañana recrean un mundo desabrido, con una lúcida perversión musical de Vivaldi, Purcell o Händel.