«No utilizo el humor, sino que lo tengo y me sale cuando escribo»

rita álvarez tudela LONDRES / E. LA VOZ

CULTURA

FACUNDO ARRIZABALAGA | EFE

El escritor declara en Londres que el galardón supone para él el cierre de un ciclo, «un final de trayecto feliz»

01 dic 2016 . Actualizado a las 09:10 h.

Una literatura «llena de sutilezas e ironía», pero también un humor como ingrediente de su literatura, llegando a atraer a todo tipo de lectores. El jurado premió así al escritor barcelonés Eduardo Mendoza con el Premio Cervantes 2016, el galardón más prestigioso de las letras españolas. Su fama llegó de la mano de la novela La verdad sobre el caso Savolta, con la que el jurado destacó ayer como se iniciaba una «nueva etapa en la narrativa española». De esta manera, Mendoza hizo posible que los lectores volviesen al «goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta».

Para el presidente del jurado, Pedro Álvarez de Miranda, el escritor mantiene «muy alto» el listón del Cervantes, en una decisión para la que fueron necesarias hasta cuatro rondas de votaciones y con el que Mendoza recibirá 125.000 euros. Anunciado por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, minutos antes llamó al móvil del premiado, quien paseaba tranquilamente por Londres, ajeno a lo que depararía una luminosa pero fría jornada de miércoles. «Estaba por la calle, cuando recibí la llamada desde un número desconocido», explicó en las recién estrenadas instalaciones del Instituto Cervantes en la capital británica. Con la modestia que lo caracteriza, reconocía que no tuvo mucho tiempo de pensar, pues el premio «ha sido toda una sorpresa, de hecho, he tenido que desconectar el teléfono».

Pocos saben que el escritor vive entre Barcelona y Londres. Hace unos años, se presentó la oportunidad y se compró un apartamento aquí, donde encuentra la tranquilidad necesaria para escribir. Mendoza no quiso así entrar en temas políticos, ni aclarar si estas temporadas en la ciudad del Támesis son para desconectar de la política catalana. De hecho, se apresuró a dejar claro que en Cataluña nunca ha tenido «ningún problema, ni personal ni oficial». También defendió ser bilingüe y dejó claro que «no es una rareza que un catalán escriba en castellano». De hecho, cree que si tuvieran que dar premio a todos los catalanes se agotaría el presupuesto.

Si cuando publicó su primera novela y era «un perfecto desconocido» logró el Premio de la Crítica, ahora cree que recibir el Cervantes sirve para terminar otro ciclo de su carrera. «Llega este premio y quiere decir que la cosa ha salido más o menos bien. No quiere decir que no vaya a hacer nada más, pero sí es un poco un final de trayecto feliz», puntualizó. Sin querer sonar pedante, Mendoza reconoció que entre sus modelos están Shakespeare, Quevedo y Cervantes. De este último reconoció su influencia como persona y escritor, «dos cosas inseparables».

Para Mendoza, los libros que escribe tienen «sus virtudes y sus defectos», a veces piensa que son «cómodos de leer», pero otras que «no tienen gran valor». Sin embargo, en otras ocasiones se ve sorprendido, cuando descubre en los encuentros con sus lectores, que en circunstancias difíciles sus obras sirven de consuelo porque leyéndolas se han divertido. Ese humor terapéutico que reconoce que forma parte de su ADN y que está tan presente en sus obras más lúcidas, como la novela Sin noticias de Gurb, un extraterrestre adopta la apariencia de Marta Sánchez. Lo describe como «una manera de estar en el mundo, una manera demasiado fácil de afrontar las realidades injustas, pero no puedo hacerlo de otra manera».

-¿Qué supone para usted este premio?

-Lo mismo que para todo el mundo que lo recibe. Un honor, un poco de miedo, de responsabilidad, de pensar «ay, madre mía». Pero en definitiva, el balance es muy bueno.

-Toma el testigo del mexicano Fernando del Paso.

-Es una responsabilidad. Si se repasa la lista de los últimos, bueno, de todos los Cervantes, el nivel es muy alto. Es un premio de lengua española, es decir, que casi hay más de veinte países; por lo tanto, estoy bastante abrumado. En el caso de Fernando del Paso, pero también de Juan Marsé, de Rafael Sánchez Ferlosio, de Ana María Matute y de tanta gente.

-El jurado en esta ocasión destaca sus relatos….

-No he tenido ocasión de leer el acta del jurado. Me han telefoneado por esto, estaba en la calle. No me lo esperaba, todo ha sido muy precipitado y he venido corriendo a la rueda de prensa al Instituto Cervantes. Sí que soy un escritor de narrativa y, por tanto, este año el jurado ha premiado la narrativa, al igual que otros años premia la obra poética, teatral, pero este año me lo han dado a mí, que soy novelista.

-Ensalzan su escritura llena de sutilezas e ironía. Usted siempre utiliza el humor.

-Bueno, no lo utilizo, lo tengo. Y entonces cuando escribo, me sale, que no es lo mismo. Hay quien piensa en escribir una novela de humor, pero yo escribo y el humor está presente, como en una persona triste lo está la tristeza. No decide ponerse triste.

-¿Le han dado la noticia mientras está de viaje en Londres?

-Paso temporadas largas viviendo en Londres. Me gusta mucho la ciudad, salir y quitarme un poco del medio, de todo el mogollón, de Barcelona... Aquí vengo para llevar una vida más solitaria. Con este clima, que invita al recogimiento, pues me resulta más cómoda y más productiva.

-«La ciudad de los prodigios» está basada en una Barcelona entre dos exposiciones universales, ¿se inspirará en un Londres postolímpico para su próxima obra?

-No creo que escriba. Este es mi retiro. Hay quien se va al campo o la playa y yo me vengo a Londres, pero eso no quiere decir que vaya a escribir sobre Londres.