El Antropológico de Madrid acoge a los niños de la posguerra asturiana

J. C. G. GIJÓN

CULTURA

Niños y caballerías en una mina de Sotrondio, 1966.
Niños y caballerías en una mina de Sotrondio, 1966. valentín vega-MPA

El museo exhibe «La vida por delante», selección de fotos de Valentín Vega sobre la infancia en las Cuencas a principios de los años 40 pertenecientes al Pueblu d'Asturies

13 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1941, con 29 años, Valentín Vega acababa de salir de la cárcel. Su militancia de izquierdas le había acarreado tres años de prisión y ante él se abría un futuro incierto: el de un perdedor en un país recién salido de una guerra. Así que, cuando tuvo que decidir cómo ganarse la vida, al joven luanquín residente en Gijón no le quedó mucho más margen que hacer lo que hacían sus otros tres hermanos para buscarse el sustento. Los Vega habían convertido en una profesión la pasión por la fotografía de su padre y su abuelo, que Valentín también había heredado y reforzado con las enseñanzas de su padrino, Manuel García Alonso, un fotógrafo de renombre. Pero pasarían diez años antes de que él llegase a tener su estudio. Hasta entonces, tendría que dedicarse al azacaneado trabajo de fotógrafo de calle. En tren o en bicicleta, Valentín recorría a diario el trayecto entre Gijón y las Cuencas para retratar la vida tal como discurría ante él. Más de 76.000 negativos de los cuales 70 -dedicados todos ellos al mundo de la infancia- viajan a Madrid para ser expuestos en el Museo Nacional de Antropología. El título de la exposición es justamente lo que el fotógrafo y aquellos críos de posguerra compartían; él, en sentido puramente espacial; ellos, en el biográfico: La vida por delante.

La muestra se alimenta de la colección dedicada a Valentín Vega por la fototeca del Museo del Pueblu d'Asturies, y ha sido comisariada por su director, Juaco López, y por José Luis Mingote. Además de las 70 fotografías en papel, incluye un audiovisual con otras cien imágenes del fotógrafo asturiano. Por ellas desfilan niños y niñas que aparecen en su ocio, su paseo callejero, la escuela y, muy a menudo, el trabajo, donde aparecen hombro con hombro con los adultos.  No se trata de la mirada de un reportero ni de un trabajo de documentación en sentido estricto, porque Vega era un fotógrafo comercial y las autoridades vigilaban con especial celo una actividad que podía llegar a captar algo más de la dura realidad de la posguerra de lo que en principio tenían que registrar esas imágenes.

Pero, con todo, Vega legó un testimonio de ese tiempo, más allá del mero encargo resuelto a pie de calle, en las celebraciones o los lugares de trabajo. Son niños en un mundo poco complaciente, un país deprimido que se repone de una gran tragedia, pero que -según destacan los comisarios- el fotógrafo acertó a captar añadiendo siempre un punto de luminosidad y con un don para la belleza y para la composición del cual Vega debió de ser muy consciente.

La muestra permanecerá en Madrid hasta principios de la próxima primavera.