El peso de la culpa

Sabela Pillado

CULTURA

«Frantz» es ante todo un melodrama antibelicista, situado en unas Alemania y Francia de posguerra que intentan levantarse sobre sus propios cimientos

04 ene 2017 . Actualizado a las 08:28 h.

Frantz. Así, con el nombre se una ausencia, es como titula François Ozon su último (y valorado) filme. Porque Frantz es el prometido, el hijo, el compañero, que ha muerto en la guerra y a quién su familia llora. Es esta ausencia -paradójicamente, de aplastante y envolvente presencia- el elemento en torno al cual se estructura un relato de misterio, de culpa, de mentiras, de compasión, y de anhelo de perdón y de amor. Frantz ha muerto en la Primera Guerra Mundial y su tumba es visitada a menudo por su prometida, que un día encuentra ante ella a un misterioso desconocido que llora y que entrará en su vida para cambiarlo todo de forma drástica.

Partiendo, de modo libre, de la obra de Lubitsch Remordimiento (1931), pero centrando más el peso en el punto de vista femenino -gran descubrimiento el de Paula Beer-, Ozon firma su película hasta la fecha más madura, y quizá la más diferente aun contando con temas comunes (misterio, relaciones familiares, amor, cierta ambigüedad sexual…). Frantz es ante todo un melodrama antibelicista, situado en unas Alemania y Francia de posguerra que intentan levantarse sobre sus propios cimientos, donde la pérdida ha sido tan grande en los dos bandos que la culpabilidad, la reconstrucción del ser querido y las mentiras piadosas son el eje de la vida de unos individuos que intentan seguir adelante sin saber muy bien cómo.

Rodada en alemán y en francés, es este un filme contenido, donde el drama discurre bajo una superficie sombría de tensa calma, en la que el rodaje en blanco y negro plasma un presente triste y frío, mientras ocasionales juegos con el color devuelven la calidez de un pasado idealizado o directamente inventado, así como ciertos retazos de espejismo de felicidad presente. Un drama, sí, que reflexiona sobre la naturaleza humana, la sinrazón de la guerra, y que nos da finalmente, y a pesar de todo, un atisbo de que la vida sigue y de que no hay que perder las ganas de vivir.