Iturbe gana el Biblioteca Breve con una novela moral sobre Saint-Exupéry

Héctor J. Porto BARCELONA / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

MARTA PÉREZ | EFE

El periodista indaga en las motivaciones humanas del aviador y escritor francés

07 feb 2017 . Actualizado a las 08:24 h.

El periodista cultural Antoni Iturbe (Zaragoza, 1967) ganó el premio Biblioteca Breve 2017 por A cielo abierto, una novela moral, y no exenta de aventuras, sobre el escritor y piloto de aviación francés Antoine de Saint-Exupéry, y que, según el autor, huye de la biografía en pos de las motivaciones humanas del héroe, en pos de su visión del mundo. El jurado, que estaba integrado por los escritores Fernando Aramburu, Pere Gimferrer y Manuel Longares, la librera Lola Larumbe y la editora de Seix Barral, Elena Ramírez, resolvió de modo unánime y elogió «la cuidada recreación de la figura de Saint-Exupéry y el tratamiento narrativo de la épica de los primeros años de la aviación civil francesa en una novela de arriesgadas aventuras con un fiel trasfondo histórico».

Iturbe ha dedicado cuatro años y medio de trabajo a una obra que, sin embargo, dijo, nace en los años de infancia, ya que su fascinación por el aviador comenzó cuando leyó siendo un niño, con once años, El principito. Desde entonces, lleva casi cuatro décadas empapándose en el personaje, en su peripecia vital y en su obra. El relato está narrado en primera persona y cuenta los hechos de forma instantánea, quizá contaminado por el oficio periodístico, que, señaló Iturbe, le ha enseñado a mirar y a escuchar. Es verdad que «no es prosa de estilista -terció Aramburu-, pero es una prosa que sirve de manera eficaz y adecuada a los asuntos tratados».

El condimento moral e íntimo del texto no le impide ocuparse, matiza Ramírez, de la existencia y la obra literaria de Saint-Exupéry, ya que «a través de las vivencias puede verse cómo afloran las ideas de sus novelas». Para el poeta Gimferrer, uno de los aspectos más atractivos del libro es su afán de aventura y cómo refleja la importancia del deseo de volar. Ciertas páginas, anotó, evocan la época y la obra de Malraux, lo que, agrega, resulta un complejo logro porque Iturbe trabaja aquel tiempo desde fuera. Gimferrer, confiesa, se sintió conmovido con unas páginas en las que se reencontró con el aviador de sus primeros libros, con el Saint-Exupéry de Vuelo nocturno, Tierra de hombres o Piloto de guerra.

Es una apreciación compartida por los miembros del jurado que la novela devuelve al lector al ansia de aventuras, a los días juveniles del gozo y descubrimiento de Saint-Exupéry. Precisamente, Longares quiso dejar claro que «el libro es todo lo contrario a una novela proustiana»; es una novela trepidante, corroboró, que hechizará al lector, porque en ella triunfan el espíritu de la juventud, de la velocidad, las ansias de vivir, el romanticismo exacerbado. Es una narración donde manda el diálogo, muy abundante, y en la que no se pierde tiempo en incisos y pasajes explicativos, ahondó Aramburu. El escritor donostiarra celebró también la coherencia de los tres protagonistas principales (Exupéry y sus amigos aviadores Jean Mermoz y Henri Guillaumet) y la construcción narrativa que el autor arma con personajes reales, que existieron. La clave, dijo, está en que «ni lo histórico ahoga lo novelesco, ni lo novelesco desvirtúa lo histórico».

La época actual, afirmó Larumbe, necesita estos héroes, que relacionó con Camus, dijo, por sus valores éticos, sus peripecias africanas y su forma de morir. 

Un héroe «lleno de agujeros»

Iturbe admitió que como héroe Saint-Exupéry «está lleno de agujeros por todas partes»: egoísta, inconstante, infiel, derrochador, distraído, caprichoso, esnob, bebedor... «Los héroes de una pieza solo existen en los museos, son figuras de cera, pero Exupéry, en su imperfección, luchaba por elevarse por encima de sus limitaciones, por un mundo más humano. En eso su volar no es solo físico, también es metafórico». El autor quiso además reivindicar el personaje político, que, sostiene, fue condenado por el gaullismo sin matices que desdibujó para la posteridad a Exupéry (y lo expulsó del Parnaso galo) por su apoyo a Pétain y su defensa de un régimen que se plegó a los nazis: «Él creía que no rendirse, la guerra con los alemanes, hubiera derivado únicamente en una masacre de jóvenes franceses. Y quiso evitar eso».

Hoy, admite Iturbe, tiene más prestigio la literatura del escepticismo, la náusea urbana, el realismo sucio, pero a él le siguen seduciendo los libros que tienen un propósito, un sentido moral, aunque, puntualiza, no encierren respuestas.