Love Of Lesbian: «Estamos llenos de imperfecciones, pero somos honestos»

CULTURA

ASD

Son el grupo por el que suspiran la mayoría de los festivales pop nacionales. Arrastran tras de sí a miles de personas. Convierten sus conciertos en una gran fiesta. Y, por ahora, no acusan ningún tipo de fatiga. Mañana actúan en la sala Pelícano de A Coruña con todo el aforo vendido.

10 mar 2017 . Actualizado a las 11:30 h.

La banda que en los noventa actuaba en pequeñas salas ante 20 personas es ahora uno de los buques insignia de ese pop de orígenes indie pero con alcance masivo. Se les conoce principalmente por los festivales, aunque ahora llegan dentro de la gira de El poeta Halley (2016), un disco conceptual cuya impronta marcará el concierto. «Sí, de una u otra manera intentaremos embarcar al público en un viaje», anuncia Santi Balmes, su cantante.

-Esa idea del viaje es muy recurrente en Love Of Lesbian. ¿Por qué?

-Es una debilidad humana, ir un poco más allá de lo que tienes delante de tus narices. Es la mentalidad del astronauta, que nunca está conforme. Cuando llega a la Luna, quiere llegar a Marte. Esa insatisfacción es la que tienes como creador.

-¿Había una intención de reinvención con este disco?

-Sí. Queríamos dialogar con nosotros mismos. Tenemos un sello muy personal y había que ampliarlo.

-Hay muchos guiños de melómano.

-Claro, en la sleeper después de los festivales, ahí a las tres de la mañana, ponemos cada uno sus nuevos descubrimientos: en el móvil con UN altavoz. Van pasando los kilómetros y nos impregnamos. Eso entra en tu ADN. Cosas nuevas y antiguas. Desde el Vol IV de Led Zeppelin a The Last Shadow Puppets. Nosotros ante que nada hemos sido fans.

-Un tema, «Psiconautas», brilla de manera especial. Hablaba en las entrevistas del «Ziggy Stardust» de Bowie como ejemplo de álbum pop conceptual. ¿Esta canción, salvando las distancias, podría ser su particular «Moonage Daydream»?

-Sí, puede ser. Es un tema con el que pretendes ampliar los márgenes mentales. No lo hubiéramos hecho si no tuviésemos la confianza previa de una gran masa de fans que nos ha demostrado que nos apoya. En una época de playlists parece contraproducente algo así. Pero luego encuentras a gente que tiene ganas de escuchar eso, de que lo lleves de viaje. Pisconautas es un hito. Es como si estuviésemos en unos dibujos animados y jugásemos a estimular la imaginación de la gente. Líricamente tiene que ver mucho con el mundo de la música, las sustancias y el equilibrio.

-En un tema dicen: «Muéstreme a alguien que lleve bien esto de ser libre». ¿Rige esa libertad el disco?

-De alguna manera, sí. Nuestro mundillo es muy inestable e irregular. Te encuentras a personas que, en un momento dado, han pasado por una crisis y te dicen: «He roto con mi pareja y estoy fenomenal libre». Al cabo de un mes te sueltan: «Estoy tan libre que me da asco y ahora quiero tener pareja». Me he inspirado en eso, en esa insatisfacción perenne de la sociedad de hoy en día.

-Aún hoy sorprende su éxito. No son un grupo fácil. No tienen melodías adhesivas. Su voz no engancha a la primera. ¿Qué ha pasado?

-Yo creo que, de alguna manera , la gente se identifica más con esas cosas que salen del corazón, que no están hechas como si fuera una fórmula para el placer inmediato. Hace poco un amigo muy cercano me dijo: «Con algunas bandas lo que se quiere es echar un polvo y con vosotros la gente quiere casarse». Es como esa tía buena que te encuentra por la noche y despierta tus instintos más básicos y esa otra que está ahí sentada, pero que hablas con ella y te gustan sus imperfecciones. Nosotros estamos llenos de imperfecciones, pero lo que hacemos es muy honesto. La gente nos cree.

-Les he visto tocar para 20.000 personas cantando sus temas como los himnos de su vida. ¿Qué es lo que se siente ahí?

-Tiene un punto de absoluta enajenación. Si yo fuera consciente de lo que pasa en cada una de las personas que está ahí sufriría una implosión extraña. Tendría que haber una disociación de tu propio yo para ver eso sin que te suban los humos y, a la vez, ser consciente de lo que está pasando. Porque realmente es una situación surrealista. No lo ponemos fácil. Esto no estaba previsto. Estamos en una dimensión extraña, en la única en la que podría haber sucedido algo así, una posibilidad entre un millón

-No creo que los empresarios musicales en los noventa animasen a los grupos a sonar como suenan ustedes.

-La conclusión es que la sociedad no es algo tan homogéneo como a veces pensamos con los apriorismos que nos montamos. La gente no es estúpida. Quizá, con cierto tipo de edad, pides una música. Pero, poco a poco, demandas otras cosas como que esa banda no te esté tomando como un idiota. Hay gente que está dispuesta a jugar a los dobles sentidos y a las letras un poco más complicadas. Si nosotros pensásemos que la gente era idiota hubiésemos simplificado el discurso y haríamos algo más simple para triunfar y dar el castañazo.

-Si «Psiconautas» es un hito, ¿qué es tener a Serrat en el estudio?

-Esa es otra de las cosas que no te acabas de creer. Sucede y parece que te hayas tomado un tripi. Son personas que forman parte de tu memoria histórica y cultural hasta un punto que ya son iconos. Cuando alguien es un icono, que cobre presencia en un estudio en el que estás da la sensación que has tocado un tope que es bastante difícil de superar. Ahora el problema es: ¿cómo acabamos los próximos discos?