«Corpore in ritmo»

Yolanda Vázquez OVIEDO

CULTURA

Bailarines del Grupo Corpo
Bailarines del Grupo Corpo

La veterana compañía brasileña Grupo Corpo se presenta en Oviedo con un programa que oscila entre el contemporáneo, la danza moderna y la popular de su país

13 mar 2017 . Actualizado a las 16:49 h.

Brasil siempre encuentra el ritmo. Brasil es el ritmo. Y los cariocas de Grupo Corpo lo demostraron el pasado miércoles en el Teatro Campoamor, en la segunda de abono del Festival de Danza de Oviedo, explicitando por qué un pueblo dedica con magnitud divina una semana al año a bailar a rabiar en la calle en sus universales fiestas de Carnaval. Dança Sinfónica (2015) y Parabelo (1997) fueron las dos piezas expuestas a un público dócil que se contagió al punto de la alegría de una veintena de bailarines que montaron perfectamente la disección bailada de la nomenclatura lingüística de una compañía con lenguaje propio desde hace varias décadas.

Los brasileños encandilan de mano; el instinto de su calor traspasa casi cualquier cosa, convirtiendo la danza en divertimento, en el fulgor que irradia el juego por el juego, en la inocencia que habla desde un risueño esqueleto; es una vocación constante hacia la simpatía para estar siempre contentos. Es muy agradable (y necesario) hasta que se empieza a necesitar otra cosa. No se puede hacer siempre lo mismo, aunque se lo quiera presentar como distinto. Uno se puede repetir hasta un punto; luego hay que cambiar de registro. Si uno se dice creador, esta es la base de lo creativo: el cambio, la evolución. No obstante, debe decirse, sinceramente, que hubo buenos desarrollos, momentos de gran precisión, de altura ejecutoria por la singularidad de las composiciones, pero, sobre todo, por el traslado al público de una actitud por la danza radiante desde el abecedario del ritmo y de su exhibición.

«Dança sinfónica», el resumen

Dança sinfónica fue ideada para celebrar el 40º aniversario de la compañía y es un resumen de varias de las piezas que dieron identidad al grupo como tal, 21 en 1992 y Bach en 1996. Tomando conceptos de la técnica aeróbica y de la danza tradicional brasileña, uno de los dos hermanos al frente de la compañía, el coreógrafo Rodrigo Pederneiras, trama el tejido de una combinatoria de pasos muy reglados (reglados, aquí, en el sentido de medidos, para dar la idea de seguir siempre el ritmo), con pies y piernas que desarrollan evoluciones de los distintos grupos de bailarines, que entran y salen del escenario constantemente. Resultan poderosos y buenos; no en vano son la seña de identidad de la compañía desde siempre. Es como ver bailar a la argucia.

Seguir el ritmo es la pauta, es la vida; no parar: acudir y marchar. A ritmo. La danza se plantea como un ir y venir sin pausa, y con todo ello no se persigue ningún esteticismo, más bien lo contrario: una especie de gimnasia acústica, como cuando hablamos del virtuosismo de la guitarra en Medley, de Leo Kottke. Algo así. Exagerado y visual.

En este sentido cabe destacar, de las ejecuciones de los bailarines, la excelente mecánica de las chicas: algunas de ellas mostraron una preparación física formidable. Buen trabajo técnico. Quizá queda un poco deslavazado el hermoso paso a dos que se incrusta en este resumen como algo totalmente lírico y frío: la bailarina nos recuerda la herramienta bruta que es su cuerpo, mientras exhibe la similitud que mantiene con una enigmática e infantil Milla Jovovich en El quinto elemento.

Parabelo huele a Brasil

Esta pieza recuerda de principio a fin el pasacalles, lo genuino del toma y daca del sambódromo, el contagio por el movimiento y el frenesí del ahora aquí, ahora allí. Baile y música casan a la perfección. La música envuelve toda la obra en un marco con efecto de sonidos populares y muestra coreografía, en ausencia precisamente de ella. Este es el mayor logro: música y bailarines, instrumentos, cuerpos para la medida. Se deja uno llevar. Bien. Seamos modernos sin pretenderlo: mola.

Pero en estos tiempos al arte de la danza como espectáculo escénico se le puede pedir algo más, sobre todo si lo expuesto es lo que se domina o es lo que siempre se ha hecho. Ya se ha explicado muchas veces que la danza no pasa por que los ballets o piezas tengan un argumento; la abstracción y su concepto constituyen una magnífica forma de expresión, aunque el gran momento de incertidumbre en el que estamos instalados, quizá, y para algún supuesto, sí demande relato. Y lo mismo cabe pensar para otras disciplinas artísticas. La aun inmaculada necesidad del hombre de explicarse como realidad impura es, de alguna manera, un desarrollo en constructo, el flujo fijo de una idea. Aunque sea para explicar hasta lo inexplicable sin poderlo hacer jamás.

Dança sinfónica (2015) / Parabelo (1997)

Grupo Corpo

Director artístico: Paulo Pederneiras

Coreógrafo: Rodrigo Pederneiras

Música: Marco Antonio Guimaraes, Tom Zé y José Wisnik

Cuerpo de baile: Ágatha Faro, Bianca Cital, Carol Rassian, Dayanne Amaral, Edmárcio Júnior, Edson Hayzer, Elias Bouza, Filipe Bruschi, Crey Araújo, Helbert Pimenta, Janaima Castro, Karen Rangel, Luan Batista, Lucas Saraiva, Malu Figueróa, Marian do Rosário, Rafael Bittar, Rafaela Fernandes, Silvia Gaspar, Villiene Sampaio y Yasmin Almeida

Maestra de ballet: Betiina Bellomo

Teatro Campoamor, 8 de marzo de 2017. Oviedo.