Moraleja quizá algo compleja

miguel anxo fernández

CULTURA

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«Los Pitufos: la aldea escondida» es irreprochable en su acabado, pero con un mensaje demasiado complicado para la chavalada de entre cuatro y siete años

01 may 2017 . Actualizado a las 08:44 h.

Aquella serie creada por el belga Peyo y coproducida con la estadounidense Hanna Barbera, que cautivó a los más pequeños de medio mundo entre 1981 y 1989, acabó llegando a la pantalla grande en el 2011 como Los pitufos a cargo de Sony-Columbia, con un resultado desigual. En parte, por moverse en un territorio muy complicado en relación al target. Los destinatarios de los dibujos originales son los más pequeños, pero la industria audiovisual se ve obligada a ampliar el abanico de receptores al irse a la pantalla grande. A mayores, el nivel formal alcanzado por la animación, obliga a propuestas más audaces, aunque apenas perceptibles para los receptores prioritarios del universo pitufino… Le ocurre otra vez a Los pitufos: la aldea escondida, irreprochable en su acabado, pero con un mensaje -o si se prefiere, una moraleja, naturalmente muy asumible- quizá demasiado complejo para la chavalada de entre cuatro y siete años. O al menos eso me pareció cuando un par de críos se dedicaban a corretear entre las butacas, mientras la protagonista Pitufina se las veía con el malvado Gargamel…

Esta Pitufina viene a representar la necesidad de aceptar a uno como es, sin exclusiones ni prejuicios varios. Nos cuenta el viaje, al modo comando y una importante misión, de un grupo de esas criaturas azules en busca de su mítica aldea escondida, la misma que ansían encontrar el brujo, su gato y su pajarraco. Todo en una explosión de naturaleza y de color, muy al gusto del género. En todo caso, la película, aun sin jugar en la división de honor de Pixar, Disney e incluso DreamWorks, ni ser segura candidata a los próximos Óscar, cubre con dignidad su objetivo como producto homologable. Aunque quizá encuentre mejor receptividad entre el público adulto acompañante, no solo por lo anotado en cuanto al mensaje central, también por su calidad formal, por el ecléctico uso de la música -desde clásica a estilos más recientes- e incluso por su humor negro y no pocas referencias paródicas sobre el feminismo, el machismo y la llamada guerra de sexos. Un replanteamiento de la franquicia parece inevitable si desea limitar con claridad meridiana a sus receptores.