«En las redes, somos los bárbaros de una nueva civilización, una tecnología que aún no dominamos»

J. C. Gea OVIEDO

CULTURA

Juan Villoro, en el Hotel de la Reconquista de Oviedo
Juan Villoro, en el Hotel de la Reconquista de Oviedo

El escritor mexicano afirma que Trump «es un problema atmosférico» y defiende la escritura «para no cerrar los ojos ante el dolor» y mostrar «que la esperanza es posible incluso en medio del espanto»

07 jun 2017 . Actualizado a las 21:06 h.

Inquieto, poliédrico y expansivo como pocos escritores en lengua española, Juan Villoro escribe desde siempre en muchos tonos y en muchos frentes: narrador, periodista, columnista, dramaturgo, guionista…  Pero seguramente, el autor mexicano que este año regresa como jurado al Premio Princesa de las Letras, no se sentiría incómodo con una denominación común bajo todas esas especies: la de cronista, en el sentido más amplio de la palabra. No pocos lo tienen por tal; y, por añadidura, el más capacitado y fiable de su generación en México. Quizá por eso, antes que de literatura, a Villoro urge preguntarle por la arriesgada condición de periodista en su país y por el goteo constante de asesinatos que hace solo unos días se llevaban en Sinaloa a su «buen amigo» Javier Valdez Cárdenas cuya muerte también dolió especialmente en Gijón, ciudad que visitó en varias ocasiones para participar en su Semana Negra.

-De acuerdo con Reporteros sin Fronteras, México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. Pero lo más grave es que no se esté haciendo nada para proteger a los periodistas y que los intereses que muchas veces tocamos con nuestra información tienen que ver no con la gente que de manera manifiesta está metida en cuestiones ilícitas sino con aquellos que aparentemente tienen conductas honorables, pero que sirven de fachada y de apoyo al narcotráfico: es decir, políticos, empresarios, miembros del ejército, de la policía… Estos son los que ponen en riesgo a los periodistas.

 -¿Se está al menos consiguiendo tener algún impacto, mover algo en la opinión pública?

-Mientras el gobierno no se investigue a sí mismo no habrá una clarificación respecto a cómo fluye el dinero sucio dentro de la sociedad mexicana, los periodistas tendrán que hacer esta labor, y ahí es donde se corren los riesgos. Porque los periodistas han estado indagando aquellas cosas que el gobierno no ha querido ver de sí mismo. Por eso, creo que la mejor manera de proteger a los periodistas es que este tipo de investigación la llevara a cabo el gobierno, pero está tan metido en el delito que es difícil que lo haga. Sobre todo los poderes locales, alcaldes y gobernadores. Tenemos varios gobernadores en fuga, lo cual es un escándalo.

Cita reciente caso del gobernador de Veracruz, Javier Huarte, en cuyos seis años de mandato murieron asesinados 16 periodistas y otros 4 desaparecieron. «Y él escapó en su último día de gobierno, lo cual habla de una situación de impunidad total. Es del PRI y ha contado con todo el apoyo de la presidencia para poder escapar». No es de extrañar que Villoro haya sentenciado que los grandes problemas en México no se resuelven, sino que acaban descomponiéndose por pudrición.

-La política a la mexicana no consiste en resolver los problemas sino en administrarlos, e incluso en usufructuarlos, dejarlos pendientes para resoluciones en el futuro y seguir recibiendo recursos, haciendo pactos o alianzas en aras de aparentemente solucionar esto. Eso está creando una gran división entre lo que es la sociedad y los políticos que pretenden representarla.

Lo denunciaba en Los inventores de grietas, su artículo del pasado de 2 de junio en la muy influyente columna que firma en el diario Reforma (en el que, por cierto, hacía suya una metáfora de uno de los candidatos mejor situados en la deliberación del Princesa de las Letras, el extraordinario poeta y ensayista polaco Adam Zagajewski). En el, Villoro describe el hermetismo del sistema parlamentario mexicano hacia cualquier infiltración de la participación directa de los ciudadanos: las grietas en el monolito de las que habla el artículo, a propósito del caso concreto de una representante del estado de Chiapas.

-Tenemos una democracia absolutamente representativa, en la que no hay casi ninguna participación ciudadana. Resulta muy difícil organizar partidos políticos en México, hay pasos muy rígidos. Se necesita recabar más de un millón de firmas en 17 entidades federativas, en 17 estados, en un plazo de año y medio. Son requisitos que no pueden cumplir más que los partidos ya formados.

-¿Cómo abrir esas grietas en el sistem a político mexicano?

-La solución a largo plazo es ciudadanizar la política, encontrar fórmulas más adecuadas de participación. Hay varios grupos que están haciendo esto. Yo pertenezco a uno que se llama Nosotros y que trata de encontrar nuevos mecanismos de acción ciudadana, transformar las leyes y aprovechar también aquellos recursos legales que ya existen  pero que no se están poniendo en práctica para que haya mayor fiscalización ciudadana de lo que pasa en la cosa pública. Ese es uno de los grandes desafíos: hacer que el ciudadano se acerque a la política. Verdaderamente, porque los partidos en sí se han convertidos en meros intermediarios de la política; no están representando a la gente sino a sus propios intereses.

Naturalmente, Villoro tiene también ojos y pareceres sobre otras situaciones críticas que se dan por igual en su país que en el resto del mundo. La vergüenza de los refugiados y de los inmigrantes desasistidos en todas partes es una de ellas. El escritor atribuye una parte esencial de ese drama a «una política equívoca que ha impedido que se desarrollen esos países de origen»; políticas que«han permitido la expulsión masiva y sostenida de gente que no tiene fuentes de empleo en sus países, se han apoyado gobiernos que han sido totalmente inválidos». La solución está en «un equilibro global donde no sea necesario que la gente abandone su país, un nuevo orden internacional que debería tratar de impedir las migraciones forzadas». Pero, mientras alguien se pone a ello, México y los mexicanos padecen también su porción de esa tragedia. Algo que, por mucho que se haya erigido en el rostro más visible del problema, no es solo imputable a Donald Trump

-Nos quejamos de la política de Trump, pero hay que reconocer que esos mexicanos, que son millones, no han podido encontrar trabajos en México. Somos un país que expulsa a su propia gente y ahora nos quejamos de que regresen. Pero nosotros no hemos podido construirles una alternativa válida.

Claro que Trump -su presencia, su bombardeo de tuits- está ahí, ineludible. Como la polución o el mal tiempo, descargando tuits que uno no puede dejar de recibir lo quiera o no. Villoro echa mano de su reputado humor. Ya sabemos que Trump es, oficialmente, un problema para la atmósfera del planeta. Pero Villoro va un poco más allá.

-Trump se ha vuelto un problema atmosférico. Sin que te des cuenta, te enteras de lo que dice todo el tiempo, porque estamos en esta época en que la comunicación te llega sin que sepas cómo. Pertenece ya a la atmósfera. Y Trump es uno de los malestares de la atmósfera.

-Usted también es tuitero bastante proactivo.

-Lo he hecho un poco, pero también me he alejado porque es un avispero muy revuelto.

-¿En qué sentido? ¿Al final, es de los que piensa que nos comunican o al contrario hacen trizas el entendimiento?

-Somos los bárbaros de una nueva civilización. Estamos en los albores de una tecnología que no dominamos todavía y de protocolos que no alcanzamos a comprender. Uno de ellos es que, de pronto, pensamos que todo lo que se dice en Twitter realmente representa una opinión pública, y no siempre es así, porque nosotros pensamos en la cantidad de linchamientos, en el odio que circula, una irritación inmoderada, por supuesto los bots, los robots que reproducen ideas… Todo esto no necesariamente está expresando lo que piensa la gente, porque hay fenómenos psicológicos distintos. Cuando algo te irrita, necesitas condenarlo, y esto exige una respuesta inmediata, y entoces haces un tuit para quejarte. Pero cuando comprendes, recapacitas, reconsideras, no mandas nada, porque ese es un movimiento psicológico que termina dentro de ti mismo. Nadie manda un tuit para decir: «Ya me arrepentí» «ya recapacité» «ya entendí»… Ese tipo de cosas que, sin embargo, espero que sigan ocurriendo en la especie humana, no se manifiestan. La manifestación es inmoderada, un tanto desproporcionada, de ciertas tendencias de crítica, que también, por otra parte, por violentas que sean, son inocuas. Porque la gente, en vez de cambiar la realidad, ir a una manifestación, participar activamente en la transformación de las cosas, se transforma muchas veces con enviar unos tuis, que es como un fuego de artificio. Y dice: «Yo ya hice algo; critiqué al presidente en Twitter». Eso no sirve de nada.

-¿Y el periodismo, la literatura?

-El periodismo, la literatura, están dando una batalla importantísima. Por un lado, para criticar una realidad totalmente inaceptable, para no cerrar los ojos ante el dolor y la tragedia; pero también, y sobre todo, para demostrar que incluso en medio del espanto es posible concebir la esperanza, la dicha, la felicidad, el sentido del humor, la sensualidad… Yo creo que preservar estos valores en tiempos de conflicto es uno de los cometidos más altos que puede tener la escritura. En ocasiones solo quien atraviesa por el infierno puede concebir el cielo, y yo creo que eso es lo que hace el arte: concebir un cielo posible en circunstancias muy difíciles.

-Es usted una especie de hombre-orquesta de la escritura, si me lo permite. ¿En qué instrumento anda ahora, y que está tocando?

-Estoy por terminar -espero- un libro sobre la Ciudad de México que vengo arrastrando hace mucho tiempo. Es un libro sin ficción, una mezcla de memoria, reportaje, crónica sobre esta ciudad avasallante que es la ciudad donde nací, que por momentos quiero abandonar, por momentos amo, y una especie de viaje narrativo por mi ciudad tratando de explicar algo que parece no tener sentido: el caos de la Ciudad de México. El caos no se improvisa: hay que construirlo con calma y la Ciudad de México lleva muchos siglos construyendo su caos, y trato de narrarlo.