El valor de estar en el mundo

Graciano García García

CULTURA

16 oct 2017 . Actualizado a las 09:59 h.

Cuando el pasado mes de mayo el artista sudafricano William Kentridge fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, declaró que los artistas con su obra expresan lo que significa estar en el mundo y que los Premios Princesa de Asturias responden a esta idea, «en su reconocimiento de todos aquellos en cuya compañía los artistas o escritores recibimos nuestros premios». Kentridge entiende, con esta afirmación, que la labor filantrópica de la Fundación extiende su mirada sobre toda obra humana que merezca ser reconocida, exaltada y elogiada y que, al hacerlo, la institución se sitúa también en el mundo, confirmando de ese modo su voluntad y su proyecto.

Esta forma de actuar, en la que nos mueven por encima de todo la admiración y la gratitud, nos proporciona muchas satisfacciones. Es una forma de mantenernos unidos a los valores e ideales que dan sentido a nuestra esperanza en una vida mejor y más digna para todos, en tiempos tan inestables y difíciles, cuando la realidad se ve a menudo alterada por todo tipo de dificultades que ensombrecen nuestra existencia.

Al fijar nuestra mirada en todo lo mejor de la sociedad, en todo lo que dignifica al ser humano, en la labor de tantas personas que se esfuerzan y luchan a diario por mejorar la vida de todos, hacemos realidad aquellas palabras que S. M. el Rey Don Felipe nos dice una y otra vez que constituye el centro de los desvelos de nuestra institución. Así lo hizo el  pasado año, en el acto de entrega de los galardones: «La Fundación y nuestros Premios nacieron con la convicción de que el conocimiento, que nace del estudio, del esfuerzo y de la experiencia, es un valor esencial para el desarrollo y el bienestar integral de las personas; de que el saber -esa puerta a la que nunca hay que dejar de llamar- aporta luz y razón a ese camino que debemos recorrer sin cesar para afrontar la gran complejidad del mundo en el que vivimos. (…) Gracias a todos y cada uno de vosotros somos más conscientes de que el progreso es siempre fruto de muchos esfuerzos compartidos entre personas de orígenes diversos, entre culturas y creencias distintas, entre naciones diferentes. Y nos habéis recordado que no hay ninguna gran obra, ninguna gran creación, que no haya surgido, asimismo, desde los más auténticos sentimientos». Las palabras de S.M. el Rey son, además, una prueba del apoyo, imprescindible para nosotros, que hemos recibido siempre de la Corona.

Los galardonados son, una vez más, admirables, ejemplares, con una obra digna de todo reconocimiento, una obra que nos conmueve y nos incita a la emulación. Es lo que sucede con la poesía y el ensayo del escritor polaco Adam Zagajewski, Premio de las Letras; con los grabados, vídeos y dibujos del ya citado William Kentridge, con la música y el humor de Les Luthiers, Premio de Comunicación y Humanidades, o con los análisis y estudios sobre las religiones de la británica Karen Armstrong, Premio de Ciencias Sociales. También con las investigaciones y descubrimientos de los científicos, de personas como los físicos Rainer Weiss, Kip S.  Thorne y Barry C. Barish -a quienes les ha sido concedido este año el Premio Nobel de Física- y la Colaboración Científica LIGO, Premio de Investigación Científica y Técnica, que trabajan por hacer el mundo más comprensible, estudiando el universo para entenderlo en toda su complejidad.

Los All Blacks, Premio de los Deportes, son un ejemplo mundial de compañerismo, integración y solidaridad, y la Hispanic Society of America, Premio de Cooperación Internacional, nos ofrece, con su respeto y cariño por la cultura hispana y lusa un ejemplo mundial de la grandeza de la generosidad y la filantropía. La Unión Europea, Premio de la Concordia, es un símbolo para millones de personas de lo que significa defender la paz, los derechos humanos, la justicia y la libertad. Todos ellos se unen al excelso conjunto de galardonados con nuestros premios que conforman un patrimonio fundamental de nuestra institución.

Pero además, los premiados colaboran, participan y se implican de manera generosa, incluso con entusiasmo, en las actividades que la Fundación realiza en los días previos al acto de entrega de los galardones: conferencias, debates, actos deportivos, charlas, exposiciones, un conjunto de iniciativas que tienen como objetivo compartir con el mayor número posible de personas la obra, la vida y la experiencia de los galardonados y proyectar a la sociedad ese deseo de emulación del que hablaba. La respuesta del público, llena de emotividad, de interés y admiración auténtica, da razón de ser y sentido verdadero a la tarea de la Fundación.

Nos ilusiona pensar que nuestra labor se proyectará de ese modo en el futuro, iluminando el camino de los jóvenes y los niños en cuyas manos depositaremos todos los sueños y las esperanzas que nos mueven cada día.