«A palo seco», tó_junto

Yolanda Vázquez GIJÓN

CULTURA

Sara Cano, en «A palo seco»
Sara Cano, en «A palo seco»

La compañía de Sara Cano se presentó en Danza Xixón, abanderando el mejor flamenco actual, en una muestra que también trajo a Kukai Dantza, el premio nacional de 2017, una vertebración novedosa y contemporánea del folklore vasco

28 oct 2017 . Actualizado a las 15:01 h.

Ajuntá, de hechura armaílla, rotunda cabeza y con cara en el baile de gran señora gitana, Sara Cano despliega un sur gigante avolantado de un Japón en corolario, un oriente total (y brutal) del que se podría decir que, estando en su absoluto, se escapa de su propia mismidad. Así se llega la bailaora a la lumbre de la palabra para decirse «encantada de estar en Asturias y en Gijón», centro neurálgico de la mejor danza contemporánea que en octubre se deja ver en este lado del norte peninsular. Danza Xixón abrió un año más sus puertas -ya nos llegamos a la vigésimo séptima edición-, y es grato ver cómo se sigue apostando por traer flamenco a una cita que cada edición mejora un poquito más. Ahora falta alumbrar bastante mejor la parte dialéctica, algo más de conferencia, de jornada monográfica y completa interpuesta para el intelecto y su verborrea, que explique por qué bailar interesa, nos interesa, y que acerque con palabras sanas el sentido de la danza y su contemporaneidad en el momento presente.

Cuando uno quiere explicar cómo se siente y en qué momento se encuentra y por qué, ha de hacerlo a palo seco. De eso va la coreografía de esta toledana de 38 años, que el pasado martes presentó en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón (CCAI) la coreografía del mismo nombre, en la que ha tratado de explicar lo que le ocurría. «Estaba en un momento de esos que uno percibe como importante, como delicado; de repente me encontré sola y así decidí reflejarlo», explica. «Además, llega un momento en que a cierta edad, y para el acceso a compañías a través de audiciones, empiezas a estar mayor; y eso es algo irremediable a lo que tarde o temprano el que baila se tiene que enfrentar».

De esa necesidad de explicarse a sí misma un montón de cosas relacionadas con el paso del tiempo, y de la apetencia por decir y crear, fue que surgió el caño de este A palo seco, una pieza de 2015 con la que Cano se estrenó como coreógrafa y que, gracias a esa sinceridad, recogió numerosos reconocimientos, como el primer premio a la mejor coreografía en el XXIII Certamen de Danza Española y Flamenco, además de haber sido candidata en varias categorías a los Max. Bregada a fondo en grandes escuelas y compañías, Cano decide emprender el camino sola con una apuesta propia, diferente y encarnada, de momento, en ideas para una forma muy concreta de actuar, de entender la danza. La suya: novedad en la tradición para la vanguardia.

Esas expiaciones personales «se producen en momentos muy concretos», cuando el soliloquio brota como una fuente y todo lo demás, una vez explicado, también acompaña. Como ocurrió en este caso, en el que se dieron cita tres circunstancias: a) Cano empezaba a ser conocida en citas flamencas importantes por su arrojo y modernidad; b) la puesta en escena de la pieza pertenece a una grande de las artes escénicas españolas, la también coreógrafa y bailarina Teresa Nieto con la que Cano ha trabajado intensamente; y c) el cante y los arreglos vocales, también a palo seco, salen de la garganta y la cabeza de Alberto Funes, cantaor que sigue trabajando con ella, siendo la música original del compositor Héctor González.

Contemporáneo del flamenco

Y esto es lo que se llegó al patio del CCAI, una bailaora de garra envolvente llena de sugerencias femeninas inyectadas de un contemporáneo aflamencado muy personal; tanto, que esa parte más moderna se mece en los brazos de la danza española de raíz folklórica, distanciada, a veces, del flamenco más puro, pero perfectamente identificable con él. Este monólogo a banda, descalza o en zapatillas deportivas, desprende cierto aire gótico y está entretejido, a la vez, de la cromática y el estatismo japonés, que subrayan precisamente esa soledad. En la primera parte de la pieza ella nos recuerda y transporta al reptar de Dracúl en una superficie plana en las manos cinematográficas de Coppola: la Cano serpentea, se hace culebra, rueda y rueda por el suelo con su bata de cola; y todo el rato se agacha: es el tú de algún animal-humano, el dónde estoy si es que estoy en algún lugar. Enigmático, callejero y floreado, las tres cosas; en cualquier caso, potente. No en vano se trata de hablar de las cosas de uno. Y además a palo seco, a pecho descubierto, pero tó_junto. Así: reunío.

Así que el aire de esta danza bebe directamente de la percusión marcial, de la madera o del metal acompañando al faldamento en flor que se torna leggin o pantalón. Una originalidad propia de alguien rompedor y genuino. Además, la pieza está sustentada en el trabajo de suelo y, por añadidura, algún acento está marcado con la rotura del break-dance para transiciones y movimientos. Y en este caso es más que notable porque nada está apañado, algo en lo que, si no se sabe mezclar, se puede caer con extraordinaria facilidad. Y empasta bien porque vamos de un lugar a otro: ofreciendo como una samurái, pero con bata de cola, sus abanicos guardados en su, diremos, yukata; mostrando perfectamente doblado su mantón, guardando el rito; imprimiendo en el gesto su propia obligación: el brindis a sí misma convertido en ofrenda para el público. Esa valentía es el hallazgo hecho baile. Y nos vamos a otro lugar, a uno más desnudo, el que está desvestido de verdad para cantarnos y contarnos un camino el que tarde o temprano se ha de transitar: el que hay detrás de uno mismo.

Y la nana que dice: «Se mudaron los tiempos, me he mudao yo. A donde no hay escritura hecha no hay obligación»; y que da paso a la soleá que continua: «No anhelo ser como nadie, / prefiero vivir bailando / como la pluma en el aire. / ¡Ay de mí si no me diera / la flor de la libertad. / De penita yo muriera!».

Sara Cano estrenó recientemente en el Centro de Cultura Paco Rabal, en Madrid, su segunda pieza como coreógrafa, Sintempo, y también ha participado en el proyecto Fase alterna de Marco Flores, junto al coreógrafo asturiano Yoshua Cienfuegos.

Oskara de Kukai Dantza

No se puede pasar por alto otra de las grandes citas de este Danza Xixón, la que tuvo lugar el pasado viernes de la mano de la compañía vasca Kukai Dantza, que trajo Oskara, un trabajo que cosechó tres premios Max en la última edición de estos galardones, y que como agrupación se han convertido en Premio Nacional de Danza en este 2017.

Un trabajo precioso, totalmente asentado en el folklore tradicional vasco, que hizo expansivo el nervio dantzari dando una visión mestiza y doblemente viril (solo bailan hombres) de lo que se cuece en el campo, en una boda o en carnaval. Mestizaje visual engranado en la dramaturgia y en el poso liberado del férreo lenguaje de las danzas vascas, que se mezcló de teatro y de aire de respetuosa vanguardia.

Y estos propósitos salen de la tierra para hablar del hombre y de sus problemas, del acople de la historia y sus tradiciones en la experiencia humana hoy. Un relato a través de las costumbres y cultura vasca que se armoniza perfectamente con la propuesta escénica de Marcos Morau / La Veronal, que también contó con voz en directo de la mano de Erramun Martikorena. Estuvieron estupendos.

A palo seco

Dirección artística, coreografía e interpretación: Sara Cano

Dirección de escena: Teresa Nieto

Música original: Héctor González / Música preexistente: Aléix Tobías / Voz y arreglos vocales: Alberto Funes

Diseño de vestuario: Elisa Sanz

Diseño de iluminación: Gloria Montesinos

Centro de Cultura Antiguo Instituto, 24 de octubre de 2017. Gijón.