«Soy supersticioso y me da mucho miedo abrir la puerta del más allá»

Ana Montes

CULTURA

ANGEL MANSO

Se reconoce obsesionado con la perfección, con subir el listón y darlo todo de sí para no defraudar a nadie. Se mira en actores como López Vázquez y Alfredo Landa, pero por su mirada lo comparan con Anthony Hopkins.

03 nov 2017 . Actualizado a las 18:52 h.

Ganó en el 2015 el Goya al Mejor Actor por La isla mínima, durante nueve temporadas se trabajó al escudero Sátur en Águila Roja y asumió el reto de trabajar en Assasin's Creed junto a actores como Fassbender. Pero para el actor asturiano Javier Gutiérrez (1971) su mayor reto está siendo dar vida en Estoy vivo (TVE) al policía que se reencarna en un cuerpo nuevo sin que sus seres queridos le reconozcan y que ya le ha valido el premio Ondas. Subir el listón va con él y en El Autor (premio Fipresci de la crítica en el TIFF, Festival de Toronto) borda el papel de un hombre obsesionado con la escritura para llegar tan alto como él también intenta en su vida y luchar contra una mediocridad que quiere evitar a toda costa.

-Acabas de recibir el Ondas al mejor protagonista masculino por Estoy vivo, entre otras cosas, por tu versatilidad con el personaje. ¿Hay que ser muy camaleón?

-No lo sé. Cada vez que me enfrento a un trabajo lo hago de forma diferente. En algunos he necesitado un coach para desentrañar el texto, en otros me he tirado a la piscina de la mano del director, o me lo he cocinado yo solo. En Estoy vivo era un personaje muy complejo que tenía que transitar de la comedia al drama, ser creíble como policía, intentar recuperar al amor de su vida y había que trabajar de una forma muy fina. Y siempre desde la verdad.

-Haces de poli «resucitado». ¿Qué crees que hay al otro lado?

-No me he parado a pensarlo porque soy muy supersticioso y me da mucho miedo abrir la puerta del más allá por si encuentro algo que no me guste. Pero sí creo que dejamos una huella que dura a través del amor, de los hijos, del trabajo, de todos los pasos que hemos dado en nuestra vida.

-En El autor tú te metes en la vida de todos tus vecinos. ¿Eres un poco cotilla en tu vida?

-No, yo respeto mucho la privacidad de los demás y me gusta que respeten la mía. Es muy triste cuando estás en un lugar y nadie te pide permiso para hacerte una foto o un vídeo. Pero sí es cierto que los actores tenemos una herramienta fundamental, que es el poder de observación del que los actores bebemos igual que de la imaginación.

-¿Eres confiado?

-Soy iluso o muy ingenuo. Trato de fiarme de los demás, aunque sea una persona que acabo de conocer, porque siempre pienso que el otro no viene de mala onda, sino todo lo contrario.

-¿En algún momento te has quedado con el culo al aire además de en esta película?

-[Risas] Bueno, alguna vez me han dejado con el culo al aire, pero ¿a quién no? En este caso el desnudo es además emocional, porque el personaje necesita liberarse y un lugar donde crear, por eso necesita ponerse en pelotas. Hay algo relacionado con la desnudez que nos desinhibe.

-¿Tú has encontrado tu propia voz o la buscas todavía?

-Sigo buscándola, igual que buenos guiones, buenos personajes y aprender con gente que me aporte. Aún soy joven y espero seguir teniendo la inmensa fortuna de seguir trabajando entre tanto paro. Por eso esta suerte me lleva a adquirir una responsabilidad con el trabajo y a no bajar el listón. Mi nivel de exigencia es muy grande e intento tener nota alta, dejar contento al director, quedarme contento yo mismo, y que el espectador no se sienta defraudado.

-¿Manejas bien este perfeccionismo?

-No, yo lo llevo fatal, pero he aprendido a vivir con ese nivel de exigencia. Siempre está en juego el componente de inseguridad, y querer que la exigencia no sea solamente contigo, sino también con los demás. Pero cada uno da lo que da, igual que hay gente que da más que tú, y es cuando te encabronas y quieres llegar ahí.

-Hay un momento en El autor en que te pareces a Hannibal Lecter. ¿Te gusta la comparación?

-Sí, es un homenaje al personaje. Mucha gente me dice que nos parecemos y para mí es un referente. Anthony Hopkins cuando habla del modo de trabajar los personajes dice que su única técnica es leer el guion 150 veces porque todo está en el guion, y si es bueno, uno es capaz de sacar petróleo.

-De todos modos, tú eres uno de esos actores que sabe mirar a los ojos, algo no tan fácil.

-Tiene que ver con la verdad. Me cuesta mucho mentir y sufro mucho cuando no estoy a gusto. Y eso se ve en los ojos. Los ojos hablan mucho por nosotros y el cine sobre todo son miradas. Cuando me llamó el director de Assassins Creed, Justin Kurzel, le pregunté que por qué yo y me dijo que le gustaba cómo miraba y ya llevaba la mirada del personaje.

-¿Y qué han visto tus ojos hasta ahora?

-Mis ojos se llenan de alegría y de lágrimas casa vez que veo a mi hijo. Para mí el mejor momento del día es cuando vuelve mi hijo del colegio por la tarde. Pero, por desgracia, vemos muchas cosas feas a diario, como la injusticia social y la desesperanza de los refugiados. Todavía tengo en la retina que se han cumplido dos años de la muerte del pequeño Aylan Kurd (con tres años). Nuestros ojos soportan mucha crueldad y barbarie. Vivimos en un mundo muy cruel e insano.

-Y eso de que la gente te quiera tanto... ¿Cómo te sienta?

-Me sienta muy bien. Yo soy un tipo de actor muy emparentado con el actor español de toda la vida como José Luis López Vázquez o Alfredo Landa. Yo me miro en ese espejo y me gustaría que el espectador reconociera esa estirpe de actores. Y soy también por mi estatura y mis rasgos un tipo que no mueve a envidias ni miedos porque soy el españolito medio y eso fomenta cierta empatía.

-¿Con qué espíritu vives los desafíos?

-Me encantan los desafíos. Me encanta equivocarme, caerme y volver a levantarme. En ese sentido soy valiente y no me conformo con lo que ya conozco.

-¿De quién serías un fiel escudero?

-De mucha gente. Yo es que tengo alma de escudero [risas]. Me siento muy bien en ese papel y a mí me interesa más el mundo del perdedor, porque es más interesante que el del héroe. Y si me das un villano, ya me vuelvo loco porque, si están bien escrito, es un caramelo.