«A la industria musical le interesa que haya estigmas hacia los contratenores»

Claudia Granda OVIEDO

CULTURA

Carlos Mena, contratenor y director de orquesta
Carlos Mena, contratenor y director de orquesta

El cantante y director Carlos Mena dirigirá el concierto de Navidad de la OSPA, que se se celebrará el 22 de diciembre en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo

19 dic 2017 . Actualizado a las 17:12 h.

El próximo 22 de diciembre el Auditorio Príncipe Felipe acogerá, como cada año, el concierto de Navidad. La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) interpretará, junto con el coro de la Fundación Princesa de Asturias, la obra de Händel El Mesías. A los mandos, el director de orquesta y también reconocido contrantenor Carlos Mena. Nacido en 1971, descubrió su pasión por la música de la mano de su hermano mayor y también director Juanjo Mena. Con apenas 20 años viajó a Suiza para formarse en canto en la Schola Cantorum de Basilea, donde aprendió de los maestros René Jacobs y Richard Levitt. Su afán por aprender y su naturaleza inquieta le ha llevado de la voz a las batutas, llegando a dirigir un homenaje al compositor Juan Hidaldo en el Teatro de la Zarzuela.

-¿Cómo es trabajar con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias?

-Es una orquesta que conoce bien la obra porque la ha tocado muchas veces y lo que he percibido hasta ahora en los ensayos como director, porque yo la conocía como cantante, es que hay mucho interés por el discurso que yo quiero plantear. Así que el trabajo está siendo muy satisfactorio y enriquecedor por ambas partes. Yo estoy aprendiendo de ellos y creo que ellos también están disfrutando de las ideas que quiero imprimir y del discurso expresivo que quiero traducir.

-Hábleme un poco de El Mesías

-El Mesías fue una obra definitiva para Händel porque prácticamente fue la obra que le impulsó de manera social y económica a una nueva etapa que él necesitaba. Estaba ya en decadencia respecto al público, en su actividad como compositor de opera en Londres, y alguien le propuso que empezase a hacer oratorios. El Mesías es un oratorio que no cuenta una historia dramática, sino que es una manera de comentar distintas partes de la Biblia. Se dio cuenta que poniendo sus recursos compositivos en beneficio del discurso religioso conseguía obras de gran calado, que hasta entonces diría que era desconocido. Fue un impulso a su vejez para empezar a componer grandes oratorios, la puerta que le abrió los últimos años de su vida. Es una obra muy conocida por el público, tiene un gran éxito mediático, también expresivo, es una obra redonda muy compacta con una fuerte expresividad. Con pocos recursos consigue grandes efectos y probablemente esté en el imaginario de muchos aficionados a la música y también de los no aficionados. Lo que yo entiendo de El Mesías es que es una obra que está un poco manoseada, se hace tantas veces que no se presta atención al mensaje concreto que se utiliza en cada momento y en una especie de rueda de interpretación, de hábitos de hacerlas estamos perdiendo ciertas partes del engranaje y lo que me interesa a mí es destacar ese engranaje, porque le da todavía una fuerza mayor a la obra. En vez de que el discurso se convierta en algo monótono, que se convierta en algo relevante.

-Me comentaba que ya ha estado anteriormente en Asturias, ¿es el público asturiano muy exigente?

-No sabría calificarlo de exigente o no, lo que siempre he encontrado es mucho entusiasmo cuando he venido a cantar, tanto con grupos de aquí como «Forma Antiqva», un gran grupo del que creo que el Principado puede estar orgulloso, también de los hermanos Zapico. He encontrado un público al que le gusta la música y tiene interés por ella. No podría generalizar, pero yo siempre me he encontrado muy a gusto y he encontrado respuestas muy satisfactorias.

-María Espada, Juan Antonio Sanabria, Josep Miquel Ramón… Son algunos de los que interpretan esta obra. ¿Ha coincidido anteriormente con alguno de ellos en el escenario?

-De esos cuatro solistas yo he cantado con tres de ellos, de hecho, con alguno de ellos tengo una relación estrecha profesional. Son grandes cantantes que ofrecen cualidades excepcionales cada uno de ellos. Lo bonito de la voz es que cada una es distinta y a mí eso me gusta, cada voz es un instrumento único. Los cuatro son instrumentos únicos que no pueden compararse con otros. Así que nos ofrecen interpretaciones únicas de esos papeles. Y bueno el hecho de que yo sea cantante creo que ayuda a que haya una complicidad a la hora de obtener resultados. Hay una especie de optimización de los esfuerzos y creo que puede ponerse más en relevancia las virtudes de cada cantante y enriquecernos mutuamente con cierta facilidad.

-Supongo que como director para usted es un punto a favor el conocer esa otra parte

-Eso dicen (risas), también los coros lo dicen muchas veces, que les ayudo muchísimo porque conozco los problemas de la voz. No soy un director que cuando encuentra que una «A» no funciona les digo generalidades, sino que les puedo dar recursos concretos, herramientas para mejorar. Es lo que me suelen agradecer.

-¿Qué fue primero, el director o el contratenor?

-Sin ninguna duda el director. Yo como adolescente empecé a dirigir coros y estudiaba ya dirección. Yo me formé como músico y cantante integral en Basilea, en Suiza. Antes no había dado ninguna clase reglada, simplemente tenía facilidad para cantar, tuve la suerte de que me cogieron. Pero antes de estudiar en Basilea, cuando apenas tenía 14 años, yo ya dirigía coros y ya estudiaba dirección coral. Así que primero fue el niño cantante, el adolescente cantante, el adolescente director, el joven director, el joven cantante y ahora pues ya el viejito director (risas).

-Me mencionaba ahora la escuela de Basilea, ha estudiado con profesores como Rene Jacobs y Richard Levitt. ¿Cómo es trabajar con dos maestros como ellos?

-Es definitivo para mi vida. Hasta que me muera ya estoy impregnado de ello. Fueron años muy importantes, de los 21 hasta los 26. Digamos que la escuela Cantorum es la más importante en estudios barrocos, históricos. Hay varias cosas que te tocan para toda la vida: la humildad y la honestidad en el trabajo. Además, sé que estudiaré toda mi vida, cuanto más conoces de las cosas, más te das cuenta de lo que no sabes. Eso hace que mi vida sea un constante estudio, un constante movimiento, no hay nada asible. Y eso me hace vivir en plenitud y sentirme bastante satisfecho de ella.

-Hablando de ese continuo movimiento. usted está tanto en el registro de música antigua, como de contemporánea, es cantante, director, imparte talleres. ¿Hay algo que al señor Mena le quede por hacer y no haya hecho aún?

-Sí,sí, seguramente. Me gustaría ser cocinero (risas). Sí, como músico sí, seguramente, y no sé cuánto me dará la vida de sí ni mis capacidades. Pero soy una persona que entiende la vida como algo inasible, la vida es cambio constante, la música es cambio constante. El Mesías va a nacer y morir el día del concierto. Una nota, una frase va a nacer y morir y no volverá a existir. Entonces es esa esencia de la vida la que intento que impregne cada para poder aceptar mi vida como va cambiando. En lo musical, yo nunca tuve ídolos ni sueños. Siempre viví las cosas que iban apareciendo en el momento. Así que realmente creo que mi vida va a dar de sé lo que va a dar de sí y no sé hasta dónde iré, pero probablemente sí que me quedarán muchas cosas por hacer. Si yo ahora mismo me paro y veo todo lo que quisiera leer, trabajar, estudiar, ayudar a gente con la música… Realmente hay muchas cosas que hacer. Oportunidades hay muchas y posiblemente no dé a todas.

-Su hermano Juanjo es director de orquesta, ¿qué relación une a su familia con la música?

-Es un gran maestro de orquesta. Nos une la de mi hermano y la mía. Somos una familia humilde de trabajadores de barrio obrero oprimido de Vitoria que sufrió mucho durante el franquismo y durante los años de terrorismo. Pero mis padres, dentro de su humildad, eran unas personas que querían que nosotros estuviésemos abiertos a nuestras sensibilidades. Así que siempre nos apoyaron en cualquier cosa en la que mostrásemos interés. Mi hermano es mayor que yo e inmediatamente se vio que era un portento de la música. No se sabe de donde salió eso, es como una especia de flor que nace en un sitio insospechado. Éramos hermanos en la misma habitación, yo era el pequeño y siempre estuve respirando esa música. Así que lo que nos une a la música somos nosotros mismos. Quizás el respeto hacia el arte, eso es probable que en una familia humilde se pueda dar. Y supongo que eso fue el sustrato que nos dio la oportunidad de crecer como hombres responsables dentro del arte y de la música en este caso.

-Como contratenor, ¿cree que se han superado los estigmas de refinamiento que recaen sobre ustedes?

-Creo que se han superado muchos estigmas del refinamiento, pero he de decir que la industria que maneja la música le interesa que ese estigma siga, porque hace rentable la venta. Yo, por ejemplo, tengo colegas que buscan acentuar ese estigma, que la gente les vea como andróginos, como cantantes sin sexo o cantantes que están imitando a una mujer, cosa de la que yo huyo desde el primer minuto en el que empecé a cantar como contratenor. Así que por un lado, es verdad que se ha eliminado ese estigma en aparte pero, por otro lado, advierto que a la industria le interesa porque parece ser que alimenta un perfil de mercado muy rentable. Y voy a decir que Benedetto Marcello, que era un compositor del siglo XVIII, ya hablaba de este peligro, de que la música fuera utilizada para el beneficio y la rentabilidad económica y no para la expresividad en sí misma, ni para atender a lo que escribía el compositor. Hay una cita que para mí es una máxima en la música que escribió Bach y creo que todos los compositores compartían: «SDG:  soli deo gloria». Solo gloria a Dios y no al intérprete ni a la rentabilidad de la interpretación.

-Como cantante, ¿qué obra de las que ha interpretado podría destacar?

-En ese discurso que he hecho antes de la «inasibilidad», si yo me agarrase a una obra estaría mediatizando el resto. Hace tiempo que decidí y aprendía que la mejor obra que puedo cantar es la que estoy interpretando en ese momento. Es agarrarse a algo que ya no existe, así que mi obra preferida es la que estoy cantando en ese preciso momento. Quizá es eso lo que me permite ser libre para interpretar cualquier obra.

-Siguiendo lo que está diciendo ahora, entiendo que entonces, como director, su obra favorita es El Mesías.

-(Risas) Efectivamente, sin ninguna duda.